Volverse un país aburrido
Proyectar una imagen de país estable y previsible es clave para volver a los mercados de crédito; cómo lograr que el endeudamiento medido sea política de Estado
Konrad Adenauer -probablemente uno de los estadistas más grandes de la historia- dijo en uno de sus célebres discursos de posguerra: "La confianza de otros países en Alemania debe ser restablecida. Ésa es una tarea que no puede ser efectuada en tres, seis o incluso 10 años. Para ganar esa confianza necesitamos primero una enorme paciencia, gran tenacidad: necesitamos avanzar paso a paso".
La Argentina no tuvo, afortunadamente, una guerra. Sin embargo, años de malas políticas económicas nos dejaron como si hubiéramos salido de un conflicto armado.
Hablar de política de endeudamiento en un país que se encuentra en default -y por lo tanto no necesariamente gozando de la confianza del mundo financiero- podría parecer ciencia ficción, en particular cuando la administración previa se dedicó a efectuar un desapalancamiento brutal de la economía, forzado por el nulo acceso a los mercados internacionales.
La política de desendeudamiento, tomada como bandera por la publicidad oficial de la última administración, no tenía su correlato en una mejora de la eficiencia económica ni en la reducción del gasto público.
Si éste hubiera sido el caso, por una consecuencia lógica, habrían aumentado las reservas de libre disponibilidad. La realidad fue otra; la utilización de reservas era la única estrategia para el repago, lo cual llevó a un achicamiento del "balance" del Estado donde, por un lado, disminuía la deuda pero, por el otro lado, desaparecía el efectivo que daba respaldo al Banco Central.
Múltiples causas
La mayoría de los eventos (económicos o de otra índole) tienden a ser pluricausales.
Culpar al endeudamiento por todos los problemas argentinos sería impropio. Como todos sabemos, el anterior gobierno se dedicó a incrementar subsidios en forma descontrolada y fue desprolijo desde el punto de vista fiscal. Esto nos trajo aparejado el déficit, que se monetizó (compensó) imprimiendo billetes, lo que generó inflación e inestabilidad cambiaria que trataron de manejar vía controles de precios y del tipo de cambio, y que terminó llevando al país y a sus empresas a una situación insostenible.
Como consecuencia lógica de estos descalabros económicos, se destruyeron empresas, que invirtieron casi nada para sobrevivir.
Volviendo al tema central de la deuda, una pregunta lógica sería: ¿No es bueno desendeudarse? La respuesta es la peor de todas: depende, porque nos exige reflexionar sobre la situación en la que nos encontremos.
Si decidimos repagar la hipoteca de nuestra casa porque tenemos excedente financiero, ésta podría ser una buena decisión. Ahora, si el repago de la deuda implica que nos quedemos sin casa y no tengamos dónde vivir, esta acción carecería de sentido. Esto es lo que nos pasó como país.
El aspecto positivo es que, si bien nuestro país está estructuralmente en mala forma, las bajas tasas internacionales y la necesidad de los inversores internacionales de diversificación podrían darle a la Argentina la posibilidad de endeudarse a bajo costo (siempre y cuando el país arregle con los holdouts y salga del default) para encarar una reconstrucción.
La pregunta es hasta dónde la ciudadanía debe darle carta blanca a un gobierno para endeudarse nuevamente.
En nuestra opinión, es necesaria la instalación de elementos de control dinámico que sólo le permita a un gobierno endeudarse hasta un límite fijado producto de la relación del producto bruto y la cantidad de deuda (deuda/PBI). Hoy, este valor estaría alrededor de 40% y, si bien no hay un límite exacto, podemos brindar los ejemplos de otros países: Brasil, 67% (36% en forma neta); Chile, 16% (deuda negativa en forma neta); Israel, 66%, y Alemania, 80% (57% en forma neta).
Esta limitación debería trascender los gobiernos y convertirse en una política de Estado, y contar con mayoría especial del Congreso de la Nación en el caso de que quisiera suprimirse.
Es importante destacar que tener un objetivo de endeudamiento vinculado al cociente deuda/PBI no significa que la deuda no vaya a crecer, sino que ésta no crecerá más que el PBI. Es posible que existan situaciones donde se necesite emitir más deuda, pero siempre evitando la imprudencia.
Un límite al endeudamiento sólo cubre una parte del problema de la deuda. La Argentina necesita volverse un país "aburrido", es decir, estable y confiable, con previsibilidad fiscal, la que sabemos no se consigue siquiera en una década.
Informar y cuidar a los inversores
Una buena política de deuda debe ser comprensiva y partir de la premisa de informar y cuidar a los inversores. Un sofisticado centro de atención a inversores con información confiable, estadísticas y personal calificado sería un buen inicio. Lo peor que puede recibir un inversor no son malas noticias, sino ninguna noticia en absoluto.
Las agencias calificadoras son otro de los pilares donde poner atención, ya que cuanto más mejoremos nuestro rating, menos pagaremos de costo y más diversidad de fondos tendremos disponible.
Es importante destacar que estas agencias sólo analizan la capacidad de un país de repagar la deuda que tiene con los inversores. Es por lo tanto primordial tener una política activa de cuestiones más técnicas, como el manejo de nuestra deuda minimizando los vencimientos de corto plazo por medio de recompras estratégicas, así como también hacer uso de técnicas de liability management (manejo de pasivos o canjes amistosos) para que la deuda siempre tenga precios altos iguales o superiores a los de emisión (la caída en el precio de los bonos suele implicar -aunque no siempre- un deterioro de la percepción sobre el país).
Un ejemplo positivo es el canje del Bonar 17 por el Bonar 20, recientemente ejecutado, donde se extendió la vida promedio de la deuda minimizando los pagos de corto plazo. Como ejemplo de otras herramientas útiles para mejorar la estabilidad de la deuda (más allá de la eliminación de vencimientos de corto plazo o acumulación de éstos) podrían mencionarse la maximización de la deuda en moneda local (en lugar de dólares), mejorar la liquidez (no sólo para importaciones) y el repago de deuda para prevenir ciclos económicos y otros eventos.
Chile es un ejemplo interesante. Si bien su ratio de deuda/PBI no supera el 20% en términos netos, tiene endeudamiento negativo. Además, este país siempre se ha ocupado de tener presencia en el mercado internacional de capitales y vigila su curva de bonos de manera de disponer siempre de un recurso para hacerse de fondos rápidos y a muy bajo precio en caso de necesidad.
Siguiendo la cita de Adenauer, la confianza del mundo en la Argentina debe ser restablecida, tarea que se extenderá en el futuro por diferentes gobiernos con diferentes bases políticas. También sabemos que esta tarea llevará décadas y que necesitaremos paciencia, tenacidad y avanzar paso a paso. De nosotros depende.
El autor es socio fundador de White-Bridge Capital, ex Head de Latinoamérica de Deuda Corporativa y Soberana para ABN-AMRO Bank y especialista internacional en reestructuración corporativa y gubernamental de deuda