Mercosur: por qué Uruguay se corta solo y cuál es el riesgo para la Argentina
Quiere vender productos a China con una sustantiva baja de aranceles y no le teme a la importación, sobre todo d de artefactos tecnológicos; la Argentina, mientras tanto, protege a su industria
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Uruguay fue por el efecto shock y le avisó al gobierno argentino, poco antes del anuncio oficial, que había avanzado un paso más para hacer un acuerdo comercial concreto con China por su cuenta, algo expresamente prohibido en el estatuto del Mercosur. El canciller Francisco Carlos Bustillo llamó a su par argentino al límite, justo antes de que se haga público el cambio de rumbo que mueve los cimientos del bloque regional. Se trata de un estudio de factibilidad que estaría listo a fin de año, para luego iniciar las negociaciones de un acuerdo comercial que podría llevar un año.
Mientras, tiraron la bomba y los expertos en relaciones internacionales coinciden en que van a ver qué pasa. Un estudio de factibilidad no se le niega a nadie ni rompe con el Mercosur. ¿Se pudo haber evitado este aviso? Sí. ¿Se quiso evitarlo? No. Se logró entonces un objetivo, que los ojos hoy estén puestos en Uruguay y en las necesidades económicas de sus 3,5 millones de habitantes.
El tiempo huye irremediablemente. Ya lo decía el poeta Virgilio en el siglo I antes de Cristo. Agregaba que, mientras tanto, atrapados por el amor, damos vuelta una y otra vez a las mismas cosas. El tiempo huye para Uruguay, que tiene la oportunidad de bajar aranceles para lograr que sus productos ingresen a China (y seguirá con otros países) con mejores condiciones, ahorrándose millones de dólares. Es por eso que “se corta solo”, amparándose en una interpretación de la prohibición del hecho de que cada país pueda negociar acuerdos comerciales con terceros de manera separada, reflejada decisión 32/00. Según Uruguay, esta declaración no fue incorporada al ordenamiento jurídico del bloque, y por lo tanto tiene libertad de acción.
“En mi opinión esto no es así”, dice el especialista en comercio internacional, Marcelo Elizondo. “De todas maneras, no rompe con el Mercosur, pero sí está forzando las cosas”.
La Argentina, atrapada en su necesidad de proteger a su industria, herida por la falta de competitividad, intentó dar vueltas, demorar decisiones, ir de reunión en reunión, sin éxito. Y ahora hay un alerta: si Brasil sigue a Uruguay, ¿qué pasará con el 20% de las exportaciones argentinas al Mercosur, en su mayoría a Brasil? Desde Uruguay sostienen que hay un apoyo de Brasil a su iniciativa, pero que en tiempos electorales no quieren enojar a los industriales.
Los resultados del Mercosur dejan bastante que desear. Las exportaciones representan el 15% del PBI del bloque y tienen un Arancel Externo Común promedio es de entre el 12 y el 14%, mientras que otros acuerdos regionales en el mundo exportan el 33% con un arancel del 5%.
“Esta negociación de flexibilización viene desde hace un tiempo atrás”, asegura Ignacio Bartesaghi, doctor en Relaciones Internacionales y director del Instituto de Negocios Internacionales de la Universidad Católica de Uruguay. “Nosotros queremos avanzar en la bilateralidad porque entendemos que no hay consenso en el Mercosur a la hora de con quién se puede negociar. La Argentina, por sus propias dinámicas internas, pero especialmente por la visión económica y comercial que tiene el gobierno de Alberto Fernández, es claro que no está dispuesta a abrirse, todo lo contrario. La Argentina ha sido catalogada dentro de las 10 economías más cerradas del mundo según estudios internacionales. En este escenario, Uruguay ya no tiene más margen. El mundo cambió”.
Ventajas económicas
“Uruguay quiere entrar con sus productos, sobre todo de origen agrícola, al mercado chino en mejores condiciones. China les concede a los países que tienen libre comercio, como Chile, aranceles preferenciales y muchas facilidades en el ingreso de productos. A los que no los tenemos, nos grava con altos aranceles y restricciones no arancelarias, como exigencias de calidad, cumplimiento de requisitos técnicos”, dice Elizondo.
Desde el otro lado del Río de la Plata, el especialista uruguayo enumera: “Pagamos aranceles elevados en carne, lácteos, alimentos procesados, vinos, grasas, lanas, cuero, madera. Tenemos la competencia de países como Nueva Zelanda, que tienen acuerdos con China y nosotros, no. El 32% de nuestras exportaciones van con destino a China, y perdemos millones de dólares de aranceles, que nuestros principales competidores dejan de pagar”.
La esperanza uruguaya es vender más productos procesados de la industria alimenticia, lo que genera también puestos de trabajo. Y también apuesta por la exportación de servicios. Todo para una clase media china que crece.
Con esta acción espera generar inversiones, incentivar su agroindustria y aumentar la competitividad.
“A cambio, hay que bajarle los aranceles a los productos chinos, generando que lo que el gigante asiático hace, de manera eficiente, entre en Uruguay a un menor costo y beneficie a los consumidores”, explica Elizondo. Claro que aquí está la diferencia con la Argentina: Uruguay no tiene un gran desarrollo industrial, la Argentina sí, con productos que no pueden competir con el costo chino.
En tiempos geopolíticamente complejos, con Estados Unidos, Europa, Japón y Australia cuestionando prácticas de China, algo cambió. China le dio más señales a Uruguay de que quiere avanzar en un acuerdo. Según El Observador, de Uruguay, el plan tiene al menos cinco años de estudio, ya que fue presentado por el presidente chino, Xi Jinping, al entonces mandatario uruguayo Tabaré Vázquez, del Frente Amplio, en octubre de 2016, en oportunidad de una visita del sudamericano a Beijing. Paralelamente, “la Argentina, que tiene a China como su segundo socio comercial, crea una veda a las exportaciones de carne”, dice Elizondo. Una situación que los uruguayos supieron aprovechar. “Uruguay quiere desplegar una política pragmática de relaciones internacionales”, concluye el especialista uruguayo.
El temor a competir
“Este tema ha producido un ruido tremendo en los países del Mercosur”, asegura el Félix Peña, especialista en comercio internacional. Recuerda que en la última reunión plenaria del Consejo Empresario Brasileño-Argentino Cembrar - que se llevó a cabo el 10 de junio-, la cúpula del sector privado industrial de ambos países coincidieron en plantear inoportuna la reducción unilateral del Arancel Externo Común “en una coyuntura global tan compleja e incierta, que genera además la dificultad de medir su impacto competitivo para la actividad productiva de la región”, advirtieron en un comunicado.
“Esta movida hizo retroceder al gobierno de Bolsonaro, y dejar de empujar la reducción del arancel. Hay que recordar que en Brasil ya comenzó la campaña electoral”, sostiene Peña. “El impulso fuerte en Brasil viene del sector financiero y de los nuevos sectores económicos, como nuevas tecnologías, pero no tanto en la actividad industrial. Si uno tiene que imaginar quiénes se oponen, son los que realizan productos que podrían ser importados en mejores condiciones”.
Uruguay, entonces, está forzando a la Argentina y a Brasil a considerar su postura, aunque esté en inferioridad de condiciones. Es un país de 3.5 millones de habitantes, contra 211 millones en Brasil y 45 millones de Argentina. Paraguay tiene algo más de 7 millones y sus industriales tampoco son afines a la idea de una mayor apertura.
Para Marcelo Elizondo, “claramente en la Argentina no existe una visión de los beneficios de la exportación. Hay una idea de que perjudica al mercado local, y que lo que se exporta termina desabasteciendo al consumo interno. Para Uruguay, exportar significa más inversión, más empleo, más producción”.
Agrega que “la Argentina es el único país del Mercosur que le pone impuestos a las exportaciones, que son las retenciones. También hay un tipo de cambio oficial mucho más bajo que el de mercado, lo que le quita rentabilidad al sector. Además, como este país tiene una economía desequilibrada, signada por altísima inflación, falta de financiamiento y mucha volatilidad cambiaria, entre otros problemas, tiene miedo de competir internacionalmente porque no tiene ordenadas las condiciones locales”.
¿Cómo afecta la decisión de Uruguay a la Argentina. “El menor efecto es comercial”, dice Elizondo. “Lo mas serio es que esto resquebraje al Mercosur, porque es un mercado muy significativo para la Argentina. Alrededor de 20% de nuestras exportaciones van al Mercosur, sobre todo a Brasil. Si Brasil va hacia la apertura de su economía, como quiere una facción política, hay un problema”, concluye el especialista.
Por qué se aceleran los tiempos
El 26 de marzo, el día de la reunión de presidentes por el 30 aniversario de la firma del Tratado de Asunción, que dio pie a la conformación del Mercosur, el presidente Lacalle Pou salió de los canales diplomáticos para decir que el acuerdo regional no debe ser un “lastre”, una palabra fuerte, que según el diccionario de la Real Academia Española (RAE) quiere decir, en una de sus definiciones, “persona o cosa que entorpece o detiene algo”. Parece dudoso que haya sido un comentario del momento, si no más bien una comunicación fríamente calculada. Del lado de la Argentina, hubo una respuesta con enojo: “Si el Mercosur es un lastre, que se tomen otro barco”. Y se lo tomaron.
Alberto Fernández pidió “darnos los tiempos de implementación necesarios a fin de no erosionar nuestras estructuras productivas”. Más aún en tiempos en que hay una necesidad urgente no solo de reparar los daños que dejó la pandemia, sino también de repensar las trabas en la economía que hacen que la competitividad argentina sea débil. El presidente de Brasil, en aquella reunión, tomó el camino opuesto, y habló de celeridad y de la necesidad de inversiones externas, justamente para afrontar la era pospandemia y “alinear las normativas vigentes a las mejores prácticas y patrones internacionales”.
El tiempo que pide la Argentina para alinearse a las prácticas que impulsan al comercio mundial ya terminó. Fugit irreparabile tempus. Ya lo dijo Virgilio.
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