Más allá de los anuncios, la brecha cambiaria y las retenciones complican el desarrollo exportador
Economistas y empresarios coinciden en que las iniciativas de ley y el plan de fomento van en el buen sentido pero no tendrán efecto en una macro alterada.
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El Gobierno nacional viene presentando una serie de iniciativas para impulsar las exportaciones, la última fue el plan que incluye herramientas de capacitación, financiamiento y asistencia técnica para “fortalecer el perfil exportador de las empresas para su internacionalización”. El objetivo enunciado desde el inicio de la gestión es alcanzar los US$100.000 millones de exportaciones al año. El consenso generalizado entre empresarios y economistas consultados por LA NACION es que las medidas apuntan en el sentido correcto pero sus efectos serán mínimos en una macro desordenada y con una brecha de cerca del 100%.
Agustín D’Atellis, economista y director de AD Consultores, entiende que estas medidas -como otras que toma Desarrollo productivo- están en la buena dirección, pero “el problema” es el contexto. Admite que pueden promover un sector puntual, pero el peso en el número final es mínimo. Enfatiza que lo que busca estimular las ventas afuera puede tener un “efecto micro” en alguna actividad, pero no más. “En otro contexto defiendo estas medidas, pero ahora hay que poner la energía en ordenar la macro”, resume.
“El gran problema es la brecha cambiaria, la clave es empezar a cerrarla -incluso el FMI lo va a exigir-. La cuestión es cómo; hay muchos instalando la idea de una ineludible devaluación, pero si se genera un salto cambiario se destruirá el mercado interno porque afectará el poder adquisitivo. La forma es alinear los incentivos en los mercados paralelos para que los dólares ingresen por un mecanismo formal”, dice.
Experto en el sector agropecuario, Juan Manuel Garzón, economista del Ieral, también plantea que hay elementos muy nocivos para las exportaciones que, difícilmente, se puedan “compensar” con programas de financiamiento o asesoramiento.
Coincide en que el más dañino es la brecha cambiaria que se puede caratular como un “impuesto a la exportación” ya que un operador en vez de recibir un dólar a $180 que más o menos cotiza el Bolsa, lo recibe a $99. “Si a eso se le suman los derechos de exportación en los productos que lo tienen, como el 9% de los lácteos o la carne bovina, ese impuesto pasa a ser del 50%”, describe. Un tercer factor que señala para algunos mercados son las restricciones o los cupos sobre los volúmenes.
“Mientras el tipo de cambio oficial sea de $100 y haya retenciones, no habrá estímulo posible -grafica Diana Mondino-. Las exportaciones son la base del crecimiento potencial de la Argentina, es esencial desarrollarlas. Todo plan ayudará pero será insuficiente si no se corrigen los desequilibrios macroeconómicos; se pueden poner asesores, dar créditos, pero con retenciones, ni restricciones cuantitativas, brecha y problemas logísticos, nada alcanza”.
D’Atellis insiste en que ningún negocio es rentable al tipo de cambio oficial, pero sí al paralelo y grafica con que una casa matriz internacional no manda dólares a su filial argentina, le gira bonos que se operan en pesos al paralelo y, después, se va al Banco Central para pedir dólares. “Una inversión que debería ser buena termina generando un efecto contrario -sostiene-. Hay que ordenar ese esquema, igual que el de los turistas que ingresen al país”.
Acuerdos, regulaciones
El experto en comercio internacional, Marcelo Elizondo rescata el interés por las exportaciones “después de muchas expresiones en contra como la brecha y las retenciones”, también indica que es positivo de que haya distintas áreas involucradas en el programa. Desde el contenido de los anuncios, apunta “atractivos” como son capacitar, entrenar y asistir técnicamente a las Pymes.
Sin embargo, manifiesta que el desarrollo exportador requiere de una serie de elementos que “no están en el plan, como más inversión, más capacidad tecnológica y mejor entorno regulativo porque es difícil hacer nada donde todo está restringido y rigidizado”. Consensua en las distorsiones que provocan la presión impositiva y la brecha cambiaria.
Las economistas de la consultora Abeceb, Soledad Pérez Duhalde, directora de operaciones y Karina Prieto, responsable de proyectos, sostienen que es “fundamental” para el éxito exportador un apuntalamiento a través de la innovación y el conocimiento, lo que no está contemplado en el plan presentado en Cancillería, así como tampoco el aspecto de la infraestructura local (sólo se habla de logística externa).
Tampoco menciona -añaden- nada sobre un programa para multiplicación de empresas exportadoras; no se menciona la necesidad de un programa de desarrollo de proveedores que pueda funcionar ni, al abordar el financiamiento, “plantea nada nuevo para financiar emprendedores (financiamiento de riesgo, inversores ángeles)”.
Un aspecto específico que suma Elizondo es que se requieren acuerdos internacionales con distintos mercados para reducir la carga arancelaria. El 60% de todo el comercio internacional entre países que tienen acuerdos de integración; de todas las exportaciones argentinas solo 20% entran en mercados con acuerdos. “Damos una ventaja enorme”, resume.
Mondino vuelve sobre el punto de que los desacoples de la macroeconomía, “necesariamente” en un momento se van a empezar a corregir con nivel de actividad o con inflación. “Lo ideal es que sea el Gobierno el que guíe las correcciones, si se quiere salir del pozo hay dejar de cavar”, ilustra.
También añade que, una vez que se “agravió” al comprador es muy complejo mantener ese mercado y para sostenerlo “hay que ser mejores o más baratos”.
El análisis de Abeceb aporta que un punto clave es que un plan nacional requiere de la concurrencia de todo el Estado. El objetivo de estabilización de la economía y del tipo de cambio, en un nivel competitivo, es condición necesaria para lograr resultados de las exportaciones. La volatilidad cambiaria tiene mayor incidencia que todas las medidas del plan exportador, y minimizan la existencia de reintegros o baja de retenciones. De las retenciones, dice que se necesita un esquema de phase out para ir desmontándolas.
Sobre los reintegros, señala que deben estar alineados con la carga impositiva local y eso depende de la complejidad y extensión de la cadena de valor local. Añade que se requiere se un accionar intenso y continuo de vínculo comercial, con una plataforma de oficinas de representación comercial en las principales ciudades del mundo, “cosa que hoy no existe”.
“Se requiere definir cómo se van a insertar en los mercados los sectores SBC: contactos comerciales, prestigio de marca, normativas, licitaciones, tecnología, innovación -suma-. Se debe plantear un plan de negociaciones internacionales concreto, y en línea con los objetivos planteados”.
Miradas empresarias
Durante más de un año el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) trabajó para diseñar una ley de impulso a las exportaciones. Una parte de sus propuestas están condensadas en el proyecto de Fomento Agroindustrial presentada por el presidente Alberto Fernández. José Martins, presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y vocero del CAA, reconoce que lo logrado “no es la panacea” porque hay cuestiones profundas que se deben resolver.
Enumera que para que las exportaciones alcancen los US$100.000 millones anuales se necesita de una macro estable, un marco de reglas de juego claras y sostenibles en el tiempo, una discusión de la carga tributaria, incluyendo no solo retenciones, sino Ingresos Brutos provinciales y tasas municipales. Martins aclara que la propuesta del CAA es una baja gradual de las retenciones porque entienden la coyuntura de restricciones que enfrenta la Argentina.
Respecto de la iniciativa que ingresó al Congreso, destaca entre los beneficios que se crearían la amortización acelerada, que es bajar a 3 años lo que es ahora de 10 años y la posibilidad de computar los débitos fiscales generados por el IVA, por ejemplo. A su criterio, son incentivos a inversiones para los que tenían en mente realizarlas, un “pequeño estímulo para los que ya están y quieren crecer”.
En el caso de las economías regionales, subraya que las retenciones deben llegar a cero -la incidencia fiscal es “baja”- y se debe invertir más en infraestructura para concretar el modelo de agregado de valor. Reconoce el avance en desarrollo y sostenimiento de mercados en un trabajo conjunto con Cancillería, pero cree que hay que resolver barreras pararancelarias.
Pablo Vernengo, responsable de Economías Regionales Came, retoma la importancia “crucial” de la brecha cambiaria entre los obstáculos para que crezcan las exportaciones: “A muchos de nuestros productores los costos en dólares se le duplicaron en un año; a eso sumemos cuestiones como la falta de envases de vidrio que obligan a exportar más vino a granel que envasado. Perdemos mercado y valor agregado en origen”.
Reitera que retenciones “pesan” y que la compensación con los reintegros alcanzan al industrial “y no hay derrame para el productivo”. Para Vernengo otra cuestión que se debe resolver de manera “urgente” es la del empalme de los planes sociales con el empleo de los trabajadores golondrinas. “Hemos planteado muchas veces el tema”, dice.
El dirigente repasa que los saldos exportables de los 32 complejos agroindustriales del país son los mismos que en 2018; las economías regionales tienen 8500 posiciones arancelarias y la reducción de cargas tributarias abarcó a 960. Hay casos en que, incluso, aumentaron como el vino que tributaba tres pesos por dólar exportado y pasó a $4,5. “Le dieron 7% de reintegro pero es para el bodeguero no para el productor primario que sigue mal y sin inversión no hay rendimiento”, recalca.
Las exportaciones de carne sufrieron el cepo que, aunque flexibilizado, sigue. Daniel Urcía, presidente en Federación de Industrias Frigoríficas Regionales Argentinas, estima que los problemas no se agotan en los cupos, las retenciones y la brecha cambiaria. “No hay un plan consistente ese es el problema de fondo; es lo mismo que pasa con el congelamiento de precios. Son instrumentos que no sirven en la medida en que no haya un plan”, continúa.
“Desde el primer momento de la intervención no es la forma adecuada ni para la carne ni para cualquier actividad -agrega-. No se incentivar la producción de un bien sino se permite la libre comercialización. El entorno económico condiciona y se empieza a producir de la manera que resulta más eficiente; el sistema productivo de argentina se acomoda al desmanejo económico”.
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