María Fernanda Garza y Marcelo Elizondo: “Las mejores oportunidades no están en la región sino más lejos”
Los directivos de la Cámara de Comercio Internacional opinan que los países deben tener un lenguaje digital común y también hablan de la actualidad de la globalización
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La cambiante realidad del comercio internacional impone nuevas reglas. Un primer paso lo constituye la ley modelo lanzada en 2018 por la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (Uncitral) y frenada temporalmente por la pandemia, que propicia una digitalización con lenguaje común. Junto con una guía de su autoría, dirigida a empresas y gobiernos, la Cámara de Comercio Internacional (ICC) -asociación que actúa ante los organismos multilaterales, con representación ante las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial del Comercio (OMC)- pretende que esa novedosa herramienta sea “aprobada por una masa crítica de países en el mundo”.
En ese recorrido han planteado en estos días a legisladores y funcionarios argentinos la necesidad de que se unan a esta campaña mundial, para que las transacciones de este tipo se agilicen. “Actualmente, para una exportación promedio en el mundo se requieren unos 36 documentos y más de 200 impresiones de hojas que van y vienen, y las diferentes soluciones que se han planteado hasta aquí no resultaron operativas y menos para las pymes”, remarca María Fernanda Garza, presidenta de la ICC, acompañada durante esta gestión en Buenos Aires por el titular local de esa entidad, Marcelo Elizondo.
- ¿Qué resultado obtuvieron de las reuniones que mantuvieron en estos días con legisladores y funcionarios argentinos?
- MFG: La Argentina va bastante avanzada puesto que cuenta con procesos digitalizados y eso la pondrá en una mejor posición a nivel global, mientras que otros países no han avanzado. Necesitamos hablar todos el mismo lenguaje a nivel mundial y las autoridades con las que nos reunimos lo entendieron perfectamente, aunque la adopción de esta nueva ley no será toda la solución, pero sí el primer paso. También la cancillería argentina en mi viaje de mayo pasado –a Buenos Aires- mencionó que sería idóneo insertar este proyecto dentro de la modernización del Mercosur que están analizando. Es una idea interesante, porque para que esto prospere lo tiene que aprobar una masa crítica de países en el mundo. En este mundo actual de tanta incertidumbre lo que se requiere es tener certidumbre para proteger las cadenas de valor con posibilidades abiertas para todos los países.
- ¿Ofrecer certidumbre puede ser hoy preponderante en la agenda de integración comercial de la Argentina?
- ME: La argentina tiene un problema anterior, que es su desorden macroeconómico, el cual hace que el gobierno reaccione imponiendo restricciones y por ese desorden se pierde competitividad. El gobierno prefiere por esa pérdida de competitividad elevar retenciones a las importaciones, sostener la brecha cambiaria, e impedir una apertura de mercado que exige comportamientos recíprocos. Hay una gran diferencia incluso dentro del Mercosur, donde países como Uruguay o Brasil se están planteando decisiones estratégicas relacionadas por ejemplo, con acuerdos de libre comercio con China. Mientras la Argentina no corrija sus problemas macroeconómicos va a ser muy difícil que pueda sentarse en las mesas internacionales a discutir los grandes temas estratégicos.
- ¿El regionalismo como alternativa en la coyuntura es alentador?
- ME: La Argentina se siente más cómoda integrándose económicamente con la región por una cuestión de logística menos compleja, de normas comunes, de idioma, etc. De las nueve mil empresas que hay en el país más de ocho mil son pymes y grandes empresas exportadoras son un poco más de cien. Las pymes se encuentran más confortables exportando a Chile, Brasil o a Colombia, que a la India. Por tanto, no son sólo los gobiernos, sino las mismas empresas que prefieren comerciar en nuestra región. Pero Sudamérica implica solamente el tres por ciento del comercio mundial, Asia más del 32 por ciento y Norteamérica cerca del 20; por lo tanto, regionalizar es muy cómodo, pero las oportunidades son menores. Entiendo que para algunas empresas sea más cómodo comerciar en la región, pero los grandes negocios, los mercados con mejores oportunidades, están más lejos.
- ¿Pero comerciar en la región podría ser compatible con la apertura a otros mercados?
- ME: Claro, en simultáneo. Por los grandes cambios en el mundo, como el climático, la pandemia y la guerra con sus efectos, frente a la suposición de que van a ser más cómodas las cadenas regionales, la realidad demuestra que hoy las cadenas de valor requieren de una sofisticación, de una escala que no exige sólo cercanía, sino más seguridad y confianza como requisito. Pongo el ejemplo del gas ruso en Alemania. Entonces, creo que hay que plantearse el hacer negocios donde hay aliados, empresas confiables.
- MFG: Agrego que desde que empezó la pandemia muchos agoreros dijeron que se acababa la globalización y el comercio internacional, algo que claramente no se materializó. Fue una total falta de comprensión de cómo funcionan las cadenas de valor globales. Estamos hablando de una verdadera integración donde las empresas empezaron a desarrollarse con innovación y nuevas tecnologías. Volviendo a los acuerdos de libre comercio, lo plantearía desde una perspectiva de generación; el Mercosur es una convención de primera generación, como lo fue Nafta en su momento, donde se enfocan en asuntos de aranceles y comerciales, pero ya hay tratados de tercera generación que empiezan a hablar del libre tránsito de personas entre países, porque la realidad hoy es que ha habido una convergencia enorme en tecnología, ciencias, personas y flujos migratorios que los gobiernos no pueden parar y las fronteras en la vida real se han venido desdibujando. Esta es la realidad que debemos analizar con una visión de largo plazo; entender que tenemos un crecimiento económico con muchas desigualdades que tenemos que corregir para que la prosperidad llegue a todos los pobladores del mundo.
- ¿Ese es un objetivo de la ICC?
- MFG: Exacto, es así desde 1919, cuando sus fundadores, convencidos de que a través del comercio podíamos lograr la paz y la prosperidad en el mundo, tras la primera Guerra Mundial y un siglo 19 totalmente convulso en Europa, donde gran parte de esos problemas eran económicos. Entonces nos planteamos cómo, a través del comercio lo regulamos y ponemos reglas claras, tanto durante todo el siglo 20, frente a conflictos regionales, y ahora, ante esta situación compleja que nos toca enfrentar.
- ¿Cómo se encara a la par del crecimiento comercial una seguridad alimentaria que se revela en riesgo?
- MFG: Éste es un problema muy preocupante. En mayo pasado se presentó el problema de cuatrocientos millones de personas en el norte de África, donde los países no tienen la capacidad de alimentar a su población, y dependen de la producción de granos generada en otras partes del mundo y del programa de alimentos de Naciones Unidas. Como el sesenta por ciento de esos insumos provienen de Ucrania, estuvimos viendo la manera de abrir un corredor humanitario para sacar el grano de los silos de la cosecha del año anterior, en medio de las bombas que caían. Finalmente, con la cámara de la ICC en Ucrania y con otras cámaras de comercio, logramos abrir ese corredor. Hoy son 250 millones de personas las que están en riesgo, porque logramos en parte detener eso, pero el problema para el año que viene es aún más grande, porque faltarán fertilizantes. Por eso estamos solicitando que se quiten las restricciones que existen para su exportación, porque si no, el año que viene habrá 700 millones de personas que podrían morir de hambre. Además, esto aunado a los problemas generados por el cambio climático, con tremendas inundaciones o grandes sequías que afectan las reservas de alimentos.
- Ser sustentables es hoy una condición preponderante y aquí en la Argentina vemos una potencialidad extractiva que entusiasma económicamente, pero a la vez cuestionada ¿Es una encrucijada sin salida?
- ME: A veces se hace una simplificación con la cuestión de la sustentabilidad; nosotros creemos que es integral y no sólo climática; es social, de gobernanza de las empresas, de transparencia, de respeto por los trabajadores. La sustentabilidad es mucho más que disminuir la huella de carbono, que no es menor, pero en ese marco hay que buscar un equilibrio. Cualquier actividad humana tiene beneficios y costos, de modo que la producción de minerales, como la agrícola o la actividad industrial, requiere la implementación de adecuadas tecnologías para cubrir la sustentabilidad. Seguro que la Argentina tiene una gran oportunidad en materia de minerales y hoy la tecnología ha evolucionado como para evitar daños, tanto a los trabajadores como ambientales. Hay que generar las condiciones para que se hagan las mejores inversiones en innovación tecnológica, en un entorno de negocios seguro. De ahí que es necesario ordenar la macro economía, las regulaciones, las relaciones internacionales, para ser previsibles y atraer a las grandes empresas. Esto supone el aporte empresarial, del sector público, y de actores como la ICC que, como espacio no gubernamental, también se involucra en estas acciones de mejoras.
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