Los impactos en la periferia
Estados Unidos y la Unión Europea negociarían una zona de libre comercio. Cuál es el costo de oportunidad para los países que no están en la misma sintonía, como Brasil y la Argentina
Fuentes gubernamentales de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) finalmente difundieron la intención de negociar una gigantesca zona de libre comercio bajo el formato de un acuerdo de última generación. Esta modalidad, que prolifera en el mundo, marca inequívocamente la prevalencia del criterio de reciprocidad en desmedro de aquel mítico principio de no discriminación presentado como sustento del orden multilateral, primero en el GATT (1947) y luego extendido a la OMC (1995). La tendencia hacia una fragmentación de las relaciones comerciales y económicas internacionales implica que el tiempo corre a favor de los países decididos a involucrarse dentro de las redes bilaterales y plurilaterales y, en cambio, perjudica -porque aísla- a los países reticentes.
Con respecto a los sectores agroalimentarios, habría que analizar el contenido de las concesiones que la UE podría otorgar a EE.UU. y los consiguientes desplazamientos de productos originarios de países del Mercosur en mercados de la UE, no sólo por un agotamiento de cupos sino también por la convalidación de estándares OMC-Plus, esto es, por la creciente difusión de patrones de inocuidad, calidad y protección ambiental aplicados a productos y procesos de producción y que difícilmente podrían equipararse desde esta subregión. En tal sentido, frente a normativas no convencionales que llegaran a adoptar EE.UU. y la UE en sus relaciones recíprocas, resultaría cada vez más problemático impugnarlas dentro de foros multilaterales aduciendo una interposición ilegítima de obstáculos técnicos al comercio.
Pero la reorientación de las corrientes comerciales abarcará un espacio más amplio. Atendiendo a la estructura de las cadenas globales de valor, un acuerdo entre EE.UU. y la UE favorecería la actividad comercial y las inversiones en aquellos países latinoamericanos que tengan compromisos de última generación con ellos. De modo que aplicando regímenes denominados "de acumulación ampliada" así como también calificaciones específicas de origen de las mercaderías, mediante cláusulas que pudieran convenirse entre EE.UU. y la UE se promovería el acceso a esos mercados de bienes, insumos y materias primas originarias de sus respectivas contrapartes latinoamericanas.
En efecto, repasando el mapa de concesiones y disciplinas cruzadas queda en evidencia que coinciden los interlocutores latinoamericanos de EE.UU. y la UE a través de distintos acuerdos de última generación: México, Chile, Colombia, Perú, los cinco países centroamericanos, República Dominicana y Panamá. Cada uno de los acuerdos incluye regulaciones abarcadoras de buena parte de la actividad económica interna y previsiones institucionales que facilitan un estado de negociación permanente en toda la extensión de la materia regulada.
En síntesis, ante un proceso global de multiplicación de acuerdos, la proyectada zona de libre comercio entre EE.UU. y la UE inevitablemente involucrará a los terceros países relacionados con ambas partes a través de formatos homólogos. El volumen de la actividad comercial y económica esperada debería potenciar dichos vínculos y e incrementar los costos de oportunidad asumidos por otros países que -como Brasil y Argentina- se resisten a ingresar en la misma dinámica.
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