Los arietes para devolverle a la Argentina su lugar en el mundo
El campo y el cerebro. Los arietes de la reinserción internacional de la Argentina en esta nueva época apuntan a liberar las fuerzas productivas agroindustriales y a fertilizar la innovación latente de la economía creativa y de la vasta industria de los servicios del conocimiento.
El mix es propicio. La indudable competitividad del agro argentino es una fuente segura de divisas pero, a pesar de liderar la producción exportable junto con Brasil, la incapacidad por fijar precios internacionales permanece incólume y deja a las arcas del Estado esclavas de los cíclicos caprichos de la cotización de las commodities.
Una negociación más agresiva, por un lado, y una mentalidad más comercial y marketinera, por el otro, serán el cóctel del desarrollo agroindustrial exportador. Porque no alcanza sólo con proponerse transformar los granos en proteína animal si no se negociaron accesos a los mercados de la carne, y si esos clientes internacionales no habilitan plantas frigoríficas para exportar. Por eso la diplomacia comercial debe volver a tener un lugar de lujo en la estrategia nacional.
Y a la diplomacia hay que ayudarla con valor agregado. Allí es donde la creatividad argentina debe converger con la producción no sólo para el desarrollo de nuevos canales comerciales (como transformarse en proveedores de alimentos de cadenas de supermercados y de mega franquicias) sino para la creación de una nueva imagen de los alimentos argentinos. La publicidad y los realizadores audiovisuales argentinos son ya un factor exportable: bien podrían encontrarse con la producción agroindustrial y maquillarla para las pasarelas de los supermercados del mundo.
Justamente, estos servicios son el segundo ariete. El mayor de los éxitos de la estrategia actual sería reemplazar la "fuga de cerebros" por la "exportación de ideas". Los servicios (o la "cosificación" del conocimiento) tienen la envidiable ventaja de no estar atados a los vaivenes internacionales de las commodities agrícolas, ni tampoco a la ciclotimia brasileña, ni a los potenciales virajes macro de China. La libertad de cintura de no estar determinados por precios ni mercados hace que esta industria genere una nueva ola en la Argentina, inédita: empleo e inversiones catapultados, logrando así transformarse además en simiente de una próxima revolución educativa, incentivada por las oportunidades laborales.
Pero tanto un potrero de soja como un unitario de televisión necesitan que el Estado planifique los pasos. En estas páginas presentamos sólo parte de ese equipo que, tras un profundo relevamiento de piezas, pondrá en marcha el nuevo ajedrez exportador argentino, y así, el ansiado desarrollo nacional.