Las ventas externas le dan aire a la Argentina, pero no alcanzan para lograr la reactivación
Si bien hay sectores que este año se presentan dinámicos como el agro, el petróleo y la minería, los especialistas subrayan que no pueden compensar los problemas internos
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CÓRDOBA.- Con un mercado interno deprimido -todos los sectores vienen mostrando caídas por la pérdida de poder de compra-, las miradas están puestas en el externo. No sólo porque el aporte de divisas es clave sino porque hay algunas expectativas respecto de si podrá contrarrestar la contracción doméstica y contribuir a sostener la actividad. Si bien hay sectores que se presentan muy dinámicos, la compensación no es posible.
Entre 2011 y el año pasado el comportamiento de las exportaciones fue inicialmente de caída, estancamiento y, luego, una cierta recuperación. Jugaron en contra el tipo de cambio oficial, con recurrentes retrasos y los cepos al cambio y al comercio exterior. Además, con inflación ascendente, aumentó la incertidumbre económica y se desalentaron inversiones. Hacia el final de esta etapa aparecen excepciones en el escenario: los cereales (excluyendo el 2023, que sufrieron el golpe de la sequía) y las carnes. Y no tan mal en industria alimenticia y en aceites. También se expandieron, en ese período final, las ventas externas de combustibles.
La síntesis es de Jorge Day, economista del Ieral de la Fundación Mediterránea, quien añade que los precios internacionales y las condiciones para exportar productos agroindustriales y combustibles reflejan los cambios ocurridos en la economía mundial tras la invasión de Ucrania por Rusia y un reseteo de la transición energética. Sin embargo, precisa que ese giro “no alteró el rumbo descendente” de las exportaciones industriales de la Argentina. Desde 2011, las ventas al exterior de MOI cayeron 47% en dólares constantes, merma que es de 8% para las exportaciones primarias y de manufacturas de origen agropecuario.
Si el análisis del comportamiento se hace por regiones, por el mejor desempeño de cereales y oleaginosas, la más beneficiada es la pampeana, en especial Córdoba. Day advierte que no pasa lo mismo con otras economías regionales vinculadas a exportaciones de productos primarios (excepto minerales) y agroindustriales ya que la mayoría de esos productos “cayó fuerte” en comparación al 2011. Buenos Aires, más vinculada a lo industrial, registró una contracción; en la Patagonia el repunte petrolero está vinculado a Vaca Muerta (en el 2023 hay un sustancial incremento en las exportaciones desde Neuquén).
Aunque se ha intentado comparar el actual escenario con lo ocurrido después de la salida de la Convertibilidad, el economista subraya que hay “diferencias significativas” con esa situación. En aquel momento el tipo de cambio oficial para los exportadores era equivalente a $ 1.800 actuales (“es decir, mayor competitividad cambiaria”) y, además, los precios internacionales a partir de 2003 reflejaron la creciente demanda de China por commodities, fenómeno que también se percibió por el lado de los volúmenes del mercado mundial
Day plantea que las actuales condiciones de la demanda externa son diferentes a las de principios de siglo, aunque existen “nichos” de mercado que la Argentina podría aprovechar. “Hay una recomposición de la producción agroindustrial, y el impacto de Vaca Muerta ya no se discute -añade-. Sin embargo, será difícil encontrar ejemplos análogos por fuera de la región pampeana y de Neuquén. Recuperar dinamismo en el resto de las economías regionales es uno de los grandes desafíos de la política económica y de las instituciones”.
Soledad Pérez Duhalde, economista de la consultora Abeceb, resalta que las mayores exportaciones estimadas para este año básicamente juegan para “aliviar al mercado cambiario”. Plantea que hay que capitalizar el “exceso de oferta de dólares que aportarán; la oferta neta de divisas rondará los US$24.000 millones”. Para evitar que los exportadores dejen de liquidar, apunta “no apreciemos tanto el tipo de cambio” y reclama “mirar de cerca a nuestros principales socios comerciales como Brasil y China para ver qué hacen”.
Subas y bajas
Diego Coatz, economista jefe de la Unión Industrial Argentina (UIA), plantea que tanto este año como en el 2025 las exportaciones apuntalarán la economía “no tanto por compensar nivel de actividad, sí en divisas”. Ratifica que el agro tendrá una mejor performance más por volumen que por precio; en el sector energético será clave el petróleo no convencional mientras que a largo plazo se deberían sumas las exportaciones de gas natural y, en minería las expectativas están concentradas en el litio y en que “arranquen” las operaciones en cobre.
El sector externo, precisa, es significativo más por los dólares que genera que por lo que impacta en nivel de actividad ya que comparado con servicios, comercio e industria, tiene menos peso en el PBI: “Claro que, indirectamente, las exportaciones ayudan a estabilizar la economía pero es menor su aporte en el Producto y el empleo”.
Al análisis se suma Fernando Landa, titular de la Cámara de Exportadores de la República Argentina y copresidente del grupo de Comercio e Inversión del B20 Brasil 2024, quien coincide en que las exportaciones no podrán compensar el achicamiento del mercado interno. Puntea que las ventas afuera de petróleo subirán unos US$1000 millones básicamente por el oleoducto Trasandino (aparte corre el efecto en la caída de importaciones); en lo minero el oro registra una mejora de precios, pero el litio, pierde con lo que el comportamiento será similar al del 2023, unos US$4000 millones; el campo sumará unos US$29.300 millones, más que el año pasado pero menos que en ciclos anteriores.
Sobre las economías regionales, desde la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came) Pablo Vernengo estima que con buenas condiciones climáticas y un entorno de negocios “amigable”, el sector exporta por año unos US$7.500 millones. Se viene de tres años de sequía, de heladas tardías, con precios internacionales a la baja y costos internos en alza. “Muchos de los competidores nos ganaron en volumen y en nuevos mercados”, menciona y grafica con los arándanos y limones.
Resume que no hay buenas perspectivas para algodón, miel, vino y mosto; el complejo lácteo se mantendría y la yerba mate, el maní y el arroz pueden subir exportaciones en volumen. Destaca que el olivo está en un período de precio internacional “excelente”. Los cítricos dulces, peras y manzanas, tabaco y forestación “parecen ir bien pero estamos condicionados por el ambiente de negocios mundial que hoy no es bueno”.
Vernengo indica que lo que más preocupa en la coyuntura es la suba de costos internos: “Hay que mejorar la competitividad, y el mundo tiene que estabilizarse”. Todas las fuentes consultadas por LA NACION observan la necesidad imperiosa de abocarse también a los problemas estructurales de competitividad.
Coatz reitera la visión de la UIA respecto de que hay una “doble agenda” para trabajar. Por un lado, está la macro y, por el otro, la micro. Vuelve sobre el tema que viene ganando espacio en la discusión pública respecto de que la mejora del tipo de cambio lograda por la devaluación se pierde por el ritmo mensual del crawling peg y por el nivel de suba de costos. “El margen se achica y se sigue vendiendo afuera para mantener en funcionamiento la capacidad instalada -acota-. El tipo de cambio real debe ser más o menos competitivo, en línea con el promedio de productividad de la economía; tener cierta estabilidad y ser previsible”.
Sobre la segunda agenda, plantea que se debe “hacer un esfuerzo” para entender a un sector transable que tiene un mercado interno “más chico, que compite con excedentes de China y Brasil. Tienen presiones en los frentes interno y externo; hay que ir mejorando ciertas cuestiones impositivas, de infraestructura, de logística”.
“Venimos sosteniendo que se hizo muy bien en concentrarse en las variables macro fundamentales porque estábamos en un rumbo de colisión importante -aporta Landa- pero hay cuestiones importantes a tener en cuenta, como que se logra equilibrio fiscal con una recaudación de la que 10% la aporta el impuesto PAIS”. Da cuenta de la “paradoja” de que el dólar importador esté encima del exportador que hace “empezar desde abajo porque hay que recuperar lo perdido. Es un esquema cambiario extraño; no es un efecto del tipo de cambio”. A ese problema le agrega el del IVA, “mientras más valor agregado más efecto del impuesto que pasa por la ‘licuadora’; la pérdida la asume el exportador”.
Suma también aspectos como los fletes de exportación que siguen pagando el impuesto PAIS; la liquidación mandatoria de divisas que “el resto del mundo no las tiene”; las condiciones de los puertos y la necesidad de mejorar los costos aduaneros.
Efecto sobre provincias
La política de ajuste desplegada por la Nación para con las provincias, obliga a los gobernadores a encontrar modelos de sustentabilidad propios. Que las exportaciones ganen peso en sus distritos mejorará la recaudación propia si hay mayor actividad y empujará las tasas de empleo. Por las retenciones no reciben coparticipación y sí lo hacen por las regalías petroleras y mineras.
Pérez Duhalde indica que a las finanzas provinciales les impacta más por una mayor actividad económica que puedan tener que por ingresos directos, aunque advierte que esas administraciones cuentan con los instrumentos para tener un perfil exportador, como son “algunas promociones; obras que ayudan a la competitividad. Somos un país federal, bienvenido sea cualquier aporte que puedan hacer en este sentido”, continúa.
Para Day la mirada debe estar puesta en atraer inversiones para lo que el “factor macro” es la clave. Las provincias, según su criterio, deben apuntalar la infraestructura, mejorarla. Sobre ese punto hay consenso con Coatz, quien suma que el régimen de inversiones previsto en la ley Bases debería tener efectos positivos.
El economista de la UIA retoma que en términos estructurales, las exportaciones representan poco para la Argentina que, al igual que Brasil, está por debajo del promedio de Latinoamérica. Reflexiona que las empresas industriales –”habituadas a la volatilidad argentina”- siempre intentan tener un porcentaje de su actividad atada a la exportación, un share que va del 20% al 30%, dependiendo el sector. “Lo mantienen aun con margen negativo para no perderlo porque saben que el ciclo se da vuelta y ayuda a compensa en parte; esa ‘flexibilidad’ le funciona para transitar los momentos complicados”.
Claro que son las compañías más insertas en cadenas de valor, con catch up de productividad y tecnología, las que tienen más capacidad de administrar estos contextos. “Hay muchas que no exportan nada y son las más intensivas en empleo”, resume.
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