Las exportaciones son prioridad, pero no deben estar por encima de los límites de la naturaleza
Los envíos al exterior de pescado de río, como el sábalo, representan un problema cuando hay sobreexplotación del recurso; la Subsecretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca fija los cupos de exportación, pero estos no se estarían respetando
Se podría decir, sin miedo a equivocarse, que subyace en la infancia una suerte de sabiduría innata que vamos perdiendo mientras más adultos somos. Puedo justificar mis palabras, por ejemplo, en las reflexiones de Julio Cortázar, cuando en una entrevista publicada por Ernesto Bermejo aceptaba que sus actitudes infantiles no lo incomodaban "porque la contrapartida es esa gran porosidad, la capacidad de captación que tiene el niño y que, al adulto, por razones obvias, se le va escapando".
Pido disculpas por este inicio de columna con una cuasi reflexión lírica, pero necesito del traje de niño para ponerlo en tema. Hace treinta años iba al Club de Regatas con mis padres y pescaba alguna boga en la orilla. Si eran más, las devolvía. Santa Fe, mi ciudad, no solo es cuna de la Constitución, está rodeada de caudalosos ríos: el Salado, el Paraná, el Coronda, el Colastiné y la laguna Setúbal. Nos han valido tanto tristes inundaciones como el prestigio de tener la mejor materia prima para los millones de litros de cerveza que aquí se producen todos los años. El río está ligado a nuestra tierra desde la raíz, está en las canciones de Los Palmeras, está en el emblema más tradicional de la capital santafesina –que es el Puente Colgante– y está en el apodo de uno de los dos clubes más importantes de la Ciudad, Colón, el "sabalero".
Hoy en día resulta muy difícil disfrutar de la pesca en cercanías de la ciudad, por la presión que la pesca indiscriminada tiene sobre el río. Y este no es un problema local, se extiende en el Litoral. Pueden dar fe los miles de argentinos que salían de pesca en la infancia y lo intentaron en el presente. Este es el problema que representa la exportación de pescado de río cuando supera los límites que la naturaleza impone, y en especial la de una especie de singular importancia para el río, que es la más capturada y exportada: el sábalo.
El sábalo
Su nombre científico es Prochilodus lineatus. En nuestra región se lo conoce con el nombre de sábalo, mientras que en otras se lo conoce como curimbatá, bocachico, sábalo jetón o chupabarro. Su alimentación es muy particular: ingiere barro, lo convierte en detritus (materia orgánica en descomposición, base de la cadena trófica), por lo que tiene un importante rol en el ecosistema, transformándose en el primer eslabón de una cadena alimentaria que supera las veinte especies. No exageramos si decimos que sin sábalos el río se vacía.
Exportaciones de sábalo
La Argentina es uno de los principales exportadores mundiales de la especie, mientras que otros países han dejado de exportar por estar prohibido, como ocurre en Brasil, o directamente por haber agotado el recurso, como pasó en Bolivia o Colombia, por ejemplo.
La Argentina lo exporta congelado por más de 17.000 toneladas al año y cerca de US$22 millones. Los principales destinos son Bolivia, Colombia y Brasil, en ese orden, que en conjunto representan el 95% de nuestras exportaciones. Aparte, hay un consumo interno de alrededor de 5000 toneladas anuales.
Cupo de exportación
La Subsecretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca fija todos los años un cupo de exportación para preservar el estado del recurso de la Cuenca Parano-Platense (Ríos de la Plata, Uruguay y Paraná).
Por ejemplo, para 2014 fue de 12.000 toneladas (Res. SAGP 28/14), para 2015 de 15.000 toneladas (Res. SAGP 120/15), para 2016 de 15.000 toneladas (Res. SAGP 4/16), para 2017 de 14.000 toneladas (Res. SAGP 152/17) y para 2018 de 15.000 toneladas (Res. SAGP 32/18); todos valores inferiores a lo efectivamente exportado cada año. Las cuentas no dan. Tampoco viéndolo con flexibilidad. De hecho, de un reconocido indicador específico de la actividad –el indicador Welcomme–se desprende que la captura total que soporta la especie, incluyendo consumo interno, es de 16.000 toneladas. Quiere decir que, como mucho, deberían exportarse 11.000 toneladas, teniendo en cuenta que 5000 van a consumo interno.
Soluciones posibles
El problema no es la exportación en sí, sino la sobreexplotación por encima de las posibilidades de reproducción. El estado del recurso, según prestigiosas investigaciones, es de riesgo. De acuerdo con el artículo 41 de la Constitución, todos los argentinos tenemos derecho a gozar de un medio ambiente sano y, de acuerdo con el artículo 124, las provincias tienen el dominio originario de los recursos naturales.Desde el punto de vista ecosistémico el problema de la sobreexplotación del sábalo es único, inseparable e imposible de solucionar si no se lo aborda de manera coordinada y coherente en las distintas jurisdicciones de la Nación, e incluso a nivel Cuenca del Plata, involucrando a los restantes países de esta. Las vedas no son una buena práctica, porque sacan a un pescador del río durante tres meses (al que hay que subsidiar) y se ejerce una presión mayor en los meses de no veda. Es preferible una presión menor y regular. Tampoco la acuicultura tiene experiencias exitosas en esta especie a nivel mundial.
Por eso, propongo como soluciones posibles, entre otras opciones, promover la reconversión (aunque sea parcial) de frigoríficos pesqueros; promover a través de incentivos fiscales su exportación con mayor valor agregado (por ejemplo, en escabeche); fomentar el turismo fluvial en donde no es una actividad importante (para resguardar el trabajo de pescadores); internalizar costos ambientales –como otras experiencias que hay a nivel mundial– de manera que a mayor presión que ejerza un frigorífico, mayores sean sus costes (por ejemplo, a través de derechos de exportación crecientes), y certificar la sustentabilidad de las prácticas de pesca por normas internacionales, como ISO 14000, British Standard 7750 o EMAS, por nombrar algunas. Señalar lo que ocurre y adelantar acciones concretas con propuestas viables es necesario. Solo por este camino ese niño que fuimos y somos nos llevará de la mano al río que alguna vez tuvimos, para poder compartirlo con nuestros hijos.