Lana: un sector sin techo que hoy está castigado por una política monetaria desfavorable
La Argentina es el primer exportador mundial de lanas certificadas para el mercado de lujo; el 98% de la producción se destina al exterior, pero, ante la brecha del tipo de cambio, crece el stock en los campos para escapar a la pérdida de rentabilidad
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Después de dos años de una fortísima caída en las ventas producto de la pandemia por el coronavirus, 2022 no trajo para el sector ovino argentino la recuperación esperada y el 2023 no ofrece, hasta ahora, indicios de mejora. Pese a tener varios atributos para expandirse en el mercado internacional, la producción ovina no puede deshacerse del salvavidas de plomo diseñado por el gobierno en un intento para proteger las reservas y que conspira contra la rentabilidad del negocio: la regulación cambiaria.
Según datos de la Federación Lanera Argentina (FLA), la población ovina alcanza en el país las 12,5 millones de cabezas y es en la Patagonia sur donde se concentra la actividad más importante: el 25% de las ovejas pastorea en tierra chubutense y un 18% en campos de Santa Cruz. La provincia de Buenos Aires, con un 15%; Corrientes, con el 8% y Río Negro con el 7%, completan los cinco primeros lugares en el mapa de población ovina.
Sin mercado externo el sector se siente aprisionado dentro del corset cambiario que impuso el gobierno de Alberto Fernández. El 98% de lo que produce se vende fronteras afuera, al tipo de cambio oficial, y cerca del 80% sale por los puertos argentinos con algún grado de industrialización.
El 98% de lo que produce se vende fronteras afuera, al tipo de cambio oficial, y cerca del 80% sale por los puertos argentinos con algún grado de industrialización
Un informe de la Federación Lanera muestra que en la última zafra (julio 2021/junio 2022) el sector generó ingresos por US$165,6 millones cifra que Marco Gallia, vicepresidente de la entidad, consideró como exigua si se toma en cuenta el valor agregado que el producto incorpora en su camino desde que sale del campo y hasta que sube a los barcos para cruzar el Atlántico.
En las últimas dos décadas el año record de facturación fue 2018, cuando por la venta de lana ingresaron divisas al país por US$260 millones, en tanto que el nivel actual de volumen negociado se asemeja al de 2005.
“No hay ningún otro eslabón de la agroindustria argentina que tenga la eficiencia que tiene la lana. Es un producto con mucho arraigo local, con gran generación de mano de obra y muy bien organizado. Sin embargo, el ingreso de divisas el año último fue bajo, producto de la política monetaria intervencionista y en este inicio de 2023 no vemos señales que permitan pensar en que habrá modificaciones”, evaluó Gallia, que además es director comercial de Fuhrmann Argentina, principal exportadora de lana, propietaria de un lavadero y peinaduría en Trelew, en la provincia del Chubut.
Esperar que pase el temporal
Si bien es un producto distinguido y demandado por los compradores internacionales que posicionaron a la Argentina como principal exportador del mundo de lanas certificadas, la política monetaria del Banco Central le hizo un furibundo tacle a las ventas y provoca que los fardos de lana se acumulen en los tinglados.
“Hay lana que ni siquiera salió de los campos, grandes estancias que tienen dos, tres cosechas guardadas que dicen yo con este dólar y este mercado no vendo y en segundo lugar, están los que vendieron pero no cobraron porque piden que no se les liquide y aguantan todo lo que pueden. Entonces hay un mercado paralizado, funcionando a medias, esperando que el gobierno tome una medida medular”, agregó el directivo de Fuhrmann, empresa que en 2018 recibió el premio “Proyecto exportador sustentable” de manos de LA NACION y el Banco Galicia, al haber aplicado procesos que le permiten reducir el impacto ambiental en su producción.
Javier Trucco, tercera generación de laneros y dirigente de la Sociedad Rural del Valle del Río Chubut, puso especial énfasis en mostrar el golpe que la brecha cambiaria asestó sobre las unidades productivas. Al no tener asegurada la rentabilidad, dijo, los productores optan entre tres posibilidades: iniciar una segunda actividad y guardar la lana hasta que el horizonte aclare; alquilar los campos a grandes grupos económicos que logran diluir costos tomando el control de mayor cantidad de majadas o vender sus hectáreas a los desarrolladores del negocio de hidrógeno verde que avanza en el sur del país.
“Sin intervención, con el tipo de cambio libre como veníamos hasta 2019 la actividad se reactivó y permitió invertir en mejoras integrales. Muchos jóvenes hijos de productores empezaron a retomar el interés por la producción lanera pero desde que se desdobló el tipo de cambio solo alcanza para cubrir los gastos fijos, entonces algunos se dan por vencidos”, dijo Trucco. Los productores, por cada kilo de lana sucia que venden, reciben US$ 5, al tipo de cambio del Banco Nación, precisó.
El último informe productivo regional sobre Chubut, publicado en el sitio web del Ministerio de Economía de la Nación, es de junio de 2022, realizado durante la gestión del ex ministro Martín Guzmán. Allí se detalle que en la principal productora ovina del país “la estructura productiva primaria es heterogénea, más del 60% de los establecimientos cuentan con majadas inferiores a 500 cabezas, frente a establecimientos con más 5000 cabezas que representan el 4% de los productores y poseen cerca del 36% del stock ovino del Chubut”.
Esta tierra sureña es la principal exportadora de la Argentina en la cadena ovina y su participación ronda el 70%. Las ventas externas se concentran en dos productos: los tops de lana peinada y en menor medida la lana sucia.
Para Trucco, el panorama está lejos de ser auspicioso ya que a la errática política económica del país se agregan factores naturales que en los últimos años castigan al campo sin piedad, como la sequía.
Números oficiales indican que en 2021 la provincia registró 3,3 millones de cabezas ovinas (un 25% del total país), “significativamente por debajo de los niveles históricos. Desde 2008 se registra una tendencia decreciente del stock producto de erupciones volcánicas y sequías prolongadas sumado a deficiencias sobre el manejo de la majada y la falta de inversión que contribuyeron a la desertificación del suelo”.
A pesar de que se autopercibe como un sector pequeño dentro de la producción nacional, la actividad lanera, fuertemente orientada a la lana fina a partir de la cría de raza Merino australiana es, junto con el viento, parte de la esencia del sur argentino. Por eso hoy, la preocupación es una constante para los laneros patagónicos a quienes tampoco contenta el Plan LanAr, de compensación económica para pequeños y medianos productores, anunciado en noviembre último por el ministro de Economía, Sergio Massa.
“Sirve como gesto, para reconocer que el sector está en quebranto, que el tipo de cambio está mal y de alguna manera se intenta compensar, pero no es gran cosa. Acá necesitamos una solución de raíz”, dijo Trucco sobre el beneficio de $600 por cabeza que otorgará el gobierno nacional para productores que tengan hasta 5000 ovinos y que recién ahora comenzó a ponerse en práctica.
“Lo que hay que entender es que para la lana el único mercado es el externo, no ocurre como con la carne que si no se exporta se vende al mercado interno. Acá la lana se vende afuera al dólar oficial de 198 cuando el MEP está a 366 y donde tenemos costos que se mueven en función del dólar Blue… ¿cómo no va a pegar en la rentabilidad del negocio? Estamos destinando más kilos de lana a pagar nuestra mano de obra, todo el sector tiene un problema de rentabilidad”, subrayó por su parte Gallia.
Mercado diversificado
Aún con las complicaciones del presente, los laneros saben que hay un mercado de potencial crecimiento y para eso se proponen continuar con el trabajo para mantener la calidad y transformar a la Argentina en un jugador sostenible de lanas orgánicas y de bienestar animal.
Alemania es el principal comprador, con el 33% de la lana exportada, seguida por China (18%), Italia (12%), Turquía (9%) y Perú (7%). A diferencia de sus competidores inmediatos, Australia y Sudáfrica, que destinan casi la totalidad de la producción de lana a China, la Argentina tiene su mercado comprador atomizado en más de una veintena de países, lo que le permite diversificar el riesgo ante los vaivenes de la coyuntura internacional.
Pero no solo la incertidumbre económica argentina es un factor en contra del desarrollo del sector ovino, también conspira, como es lógico, el contexto propio de cada nación compradora.
El 70% de la producción de lana argentina la compran siete países que hoy atraviesan procesos inflacionarios. “Como la lana es un bien suntuario hay un ajuste y caída en las ventas, por eso los precios no son buenos en este momento. Pero es una coyuntura a la que estamos acostumbrados; más allá de que la lana argentina está muy bien posicionada, no escapa a la crisis, pero sabemos que nuestro desafío es cuidar la calidad del producto para expandir el mercado”, dijo Gallia.
Valiosa certificación
Aunque se muestran desencantados y preocupados cuando se refieren al momento que hoy atraviesa el sector lanero de la Argentina, para el largo plazo los hombres de campo ponen sus expectativas en positivo. Productores y exportadores no están dispuestos a perder el reconocimiento que el producto logró alcanzar en el mercado externo gracias a que un alto porcentaje de los lotes son certificados con los sellos de bienestar animal y orgánico, que hoy resultan clave para las grandes tejedurías europeas.
“Hasta hace un par de años no era un porcentaje importante los campos que certificaban, pero en la actualidad cada vez son más los productores que comprenden que utilizando estas técnicas el producto se valoriza hasta un 10% más”, reconoció Javier Trucco, dirigente de la Sociedad Rural del Valle del Río Chubut.
Por ese motivo, la Argentina es hoy el principal exportador del mundo de lanas certificadas para moda de lujo (tanto para alta costura como para indumentaria de tiempo libre), camino que empezaron a transitar en 2008 un grupo reducido de campos y que recién en la actualidad se generalizó.
“Se trata de certificaciones asociadas al comercio ético, sin trabajo infantil, protocolos de bienestar animal, de un medio ambiente que no tiene pesticidas, condiciones de trabajo… en la Patagonia fuimos los primeros de certificar la lana argentina. Hoy, la lana peinada de calidad vale más que una lana australiana. Eso nunca pasó en la historia, porque la nuestra siempre fue una lana de corte, es decir, se mezclaba con otra. Ahora, la lana argentina, que tiene esas certificaciones, es la más buscada dentro de un sector de nicho”, dijo Marco Gallia, vicepresidente de la Federación Lanera Argentina (FLA).
En esa línea, durante la edición 2022 de la Feria Rural de Palermo, el dirigente de la entidad empresaria brindó una presentación sobre el sector e hizo foco en las oportunidades para crecer poniendo como metas estudiar la posibilidad de certificar los predios patagónicos como generadores de bonos verdes y profundizar las prácticas de lanas certificadas orgánicas y/o RWS (bienestar animal) para posicionar a la Argentina como principal exportador en el mundo.
Hacia allí van mientras insisten con pedidos de políticas que incluyan y tomen en consideración al sector.
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