La integración económica de América del Sur y sus posibles desarrollos
En la región todavía no existe un proceso de unión profunda que contemple el bien regional; se trata entonces de pensar en un espacio común competitivo y eficiente
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Esta nota aspira a efectuar alguna contribución para entender lo que está ocurriendo en el desarrollo de la integración sudamericana y sus perspectivas ante las nuevas realidades de la política y la economía global.
En la región sudamericana no existe hoy un proceso formal de integración profunda, que abarque o pueda abarcar a todos los países del espacio geográfico. Entendemos por integración profunda a aquella que se refleja en el desarrollo de un bien público regional, configurado por instituciones y políticas conjuntas a un grupo de países. Ellas permiten originar entre los países de un determinado espacio geográfico, reglas comunes, redes sociales y símbolos que identifican a los ciudadanos con la idea de una región compartida. Todo ello tiene por efecto vincular, en forma potencialmente permanente, a un grupo de naciones soberanas y vecinas sin llegar necesariamente a constituir una nueva unidad autónoma económica y de poder dentro del sistema internacional. Es decir, un nuevo Estado soberano.
Cómo construir un espacio regional sudamericano que esté abierto a competir y negociar a escala global, en el que las fuerzas centrípetas prevalezcan sobre las centrífugas y en el que quepan múltiples diversidades, es entonces hoy un gran desafío que requiere de visión estratégica y liderazgo político así como también de un marcado protagonismo de la sociedad civil, y de mucha creatividad en las metodologías y técnicas de integración. Demanda asimismo, prudencia y visión política de los principales protagonistas externos con intereses actuales o potenciales en la región.
Al momento no parece probable que tal tipo de proceso de integración profunda se desarrolle en los próximos años en nuestra región, al menos con una intensidad semejante al de la integración europea. Por el contrario y al menos por ahora, parece más factible que se acentúe el actual cuadro de fragmentación y diferenciación entre los distintos procesos de integración existentes.
Comparado con el más homogéneo de la integración en el espacio europeo –especialmente luego de las sucesivas ampliaciones de la UE-, el sudamericano se presenta como un mosaico heterogéneo. En cierta forma el modelo asiático de integración podría ser más útil que el europeo, para orientar cualquier análisis prospectivo sobre lo que ocurre o pueda ocurrir en adelante en el plano de la integración sudamericana.
En un futuro previsible, es posible que la integración sudamericana siga siendo influenciada por los procesos de transformación profunda observables en el sistema internacional y por las incertidumbres crecientes en el escenario global. Es posible que se acentúen las tendencias a lo que se ha denominado regionalismo abierto, en las que los distintos países aspiren a conciliar sus alianzas en el ámbito regional con sus estrategias de inserción multipolar en la economía global, aprovechando al máximo el ámbito de la OMC y la posibilidad de celebrar en su marco acuerdos comerciales preferenciales.
Ello acentuará la búsqueda de vasos comunicantes entre los distintos ámbitos institucionales de la integración regional, a través de metodologías heterodoxas de geometría variable y de múltiple velocidades para el trabajo conjunto. En tal perspectiva la Aladi podrá cumplir un papel fundamental como ámbito institucional, especialmente en el plano del comercio preferencial.
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