La asistencia del FMI y la confianza de los inversores
Asegurar una línea de crédito para financiarse por los próximos dos años tiene ventajas y, sobre todo, genera previsibilidad y menor percepción de riesgo macroeconómico para las inversiones extranjeras
Seguramente el presidente Mauricio Macri no tenía en sus planes que la presidencia interina del G-20 le permitiera acceder a una línea de crédito del Fondo Monetario Internacional (FMI) por US$50.000 millones en tiempo récord. Liderar el G-20, con todo lo que implica en cobertura de prensa internacional, visitas de Estado y reuniones interministeriales, era la situación ideal para seguir generando optimismo, soporte de la comunidad de negocios internacional e inversión.
Pero lamentablemente las cosas cambiaron. Vino la tormenta perfecta y quedamos atrapados… la suba de la tasa de referencia en Estados Unidos, con su consecuente impacto en las monedas de países emergentes; la sequía en el campo; la dificultad macro para controlar la inflación y el déficit en un proceso de corrección demasiado gradual, y la mala situación en Brasil nos pusieron en estado crítico nuevamente. Sin duda, la anticipación y la rápida movida para ser los primeros emergentes en la cola del FMI fue magistral. Haber asegurado la línea de crédito que permita financiar al Gobierno por los próximos dos años tiene muchas ventajas y, sobre todo, genera previsibilidad y una menor percepción de riesgo macroeconómico para los inversores extranjeros.
Sin embargo, y paradójicamente, también resalta nuestra vulnerabilidad y genera fuertes desafíos para los próximos meses. Por un lado, ser parte de un programa del FMI demuestra que no somos los mejores de la clase, ya que implica que no tenemos acceso al mercado financiero internacional para cubrir nuestras necesidades, pero, más importante que eso, demuestra que seguimos siendo un país poco predecible, con serias dificultades macroeconómicas y financieras no sustentables y que nos deja muy vulnerables a los vaivenes de los mercados financieros internacionales. Pero mirando la situación con optimismo, este puede ser un punto pivotal en la historia de la Argentina. Es claro que no podemos seguir mucho tiempo más sin corregir los problemas estructurales de nuestro país.
Durante los últimos 70 años solamente en diez tuvimos superávit fiscal. Esto quiere decir que vivimos 60 años de los últimos 70 de prestado o emitiendo billetes (con más o menos reservas en el Banco Central) que generaron una inflación insostenible para cualquier economía e incrementaron la deuda externa de manera sistemática hasta el default. El programa con el FMI nos da la posibilidad de encuadrar el ajuste estructural necesario y lograr un estado equilibrado que gaste menos de lo que recauda. Como en cualquier empresa o casa familiar, tenemos que ser conscientes de que si no alcanza con lo que ingresa, hay que reducir el gasto. Esporádicamente podemos pedir prestado, pero no siempre. El problema fundamental es que para poder lograrlo con éxito, todos, Gobierno, empresarios, sindicalistas, oposición y los ciudadanos tenemos que generosamente pensar en el bien común antes que en nuestro propio beneficio personal. Difícil, quizás utópico, pero se nos presenta una oportunidad valiosa de mostrar una visión de país alineada.
Para el Gobierno es una jugada difícil, principalmente porque significa reducir empleados públicos, menos transferencias a las provincias y menos obra pública nacional, tres de los elementos políticos claves para asegurar reelecciones. Faltaría el soporte social, que por primera vez en la historia, el FMI parece que aceptaría mantener. Macri está dispuesto a hacerlo porque entiende que debemos corregir estructuralmente las cuentas del país para poder crecer de manera sustentable, aun poniendo en riesgo la reelección. Sin embargo, sería extraordinario que la oposición también entienda que este esfuerzo es de todos. Si logramos esta madurez en la sociedad, que alinee a toda la dirigencia involucrada en un plan fiscal, vamos a tener un país con potencial.
Aprovechar la situación con propuestas inconducentes como la ley para congelar tarifas, realizar un paro general y movilizaciones o aumentar precios es aprovecharse de la situación con beneficios de corto plazo para el que lo ejecute, pero empeorando aún más la situación para todos, hundiendo al país y alejando las inversiones.
Las reformas y leyes logradas en estos primeros dos años y medio de gestión fueron un buen comienzo para generar un marco regulatorio que permita ordenar la situación macroeconómica y política. Ahora, es necesario resolver estructuralmente el problema de fondo para poder seguir creando las bases sólidas necesarias para un crecimiento sustentable, de una vez y para siempre, unidos como compatriotas y no solamente gritando los goles de nuestra selección sino también trabajando, invirtiendo y apoyando a nuestro país.
El autor es Managing partner de Moebius Capital Group y ex titular de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional