La Argentina, ¿un país con futuro?
A pesar del enorme potencial con el que contamos, las inversiones no terminan de consolidarse
Continuamente pensamos que nuestro país no tiene solución, que no tiene futuro, y que seguramente tendremos otra crisis pronto. Esta visión nos lleva a ser sumamente cortoplacistas en nuestro accionar, a ser oportunistas sin pensar en un futuro de medio a largo plazo, proyectando crecimiento sustentable, inversión y desarrollo. Finalmente, esta forma de encarar la realidad es la que nos atrapa y no nos deja progresar.
El Presidente basó gran parte de su estrategia de campaña en convencer a los argentinos de que estamos para más, de que si todos trabajamos con optimismo mejoraremos el país. Que podemos estar mejor. Con esta estrategia logró ser electo, pero lamentablemente los desafíos macroeconómicos y las dificultades políticas generaron nuevamente la sensación de fracaso actual.
Es bueno recordar que la Argentina es un país sumamente rico. Es el octavo país más grande del mundo en tamaño, con abundante tierra fértil y agua potable, que le permite generar una producción de alimentos para más de 400 millones de habitantes. Tiene excelentes recursos energéticos, desde el segundo reservorio de shale gas del mundo hasta excelentes –casi únicos– factores solares y de viento para el desarrollo de energías renovables. También cuenta con uno de los recursos más buscados actualmente en el mundo, como es el litio –conformando con Bolivia y Chile el "Triángulo del Litio", que representa casi el 80% de las reservas mundiales– y, además, con muchos otros recursos minerales con potencial de exportación gigantesco. Simplemente reconociendo que compartimos la Cordillera de los Andes con Chile y ellos exportan cerca de US$35 billones por año contra los US$3 billones que exportamos desde la Argentina, damos cuenta del enorme potencial del sector. Además, tenemos una población joven y contamos con una clase media educada, con dominio del idioma inglés, con capacidad emprendendedora y preparada para reaccionar ante desafíos y obstáculos de manera flexible y rápida. Mucho más preparada, en general, que varios de los países de la región latinoamericana. Con 43 millones de habitantes somos un mercado interesante por tamaño, pero si sumamos nuestros socios del Mercosur, llegamos a casi 300 millones de consumidores, un mercado sumamente atractivo para cualquier jugador internacional.
Entonces, ¿por qué no logramos transformarnos en un país con bienestar económico sustentable? El problema es que todos estos recursos y capacidades no se logran desarrollar sin una inversión significativa y sostenida con visión de largo plazo. Para atraer este tipo de capitales, necesitamos ser creíbles y previsibles política y económicamente en el tiempo. Somos considerados poco confiables y tenemos un país que en los últimos 60 años ha gastado más de lo que genera. Si no resolvemos estos temas, no lograremos atraer el capital necesario para desarrollarnos como país.
Lo primero que intentó el Gobierno fue resolver la falta de confianza de los países líderes. Varios funcionarios viajaron mucho para recomponer los lazos rotos durante el kirchnerismo, se compartieron los planes de gobierno con las reformas que rápidamente se llevaron adelante para liberar la economía, se reforzaron instituciones y se trasparentaron procesos y áreas de gobierno para disminuir el riesgo de corrupción. Se aprobó la ley de PPP (Participación Público Privada) como esquema de desarrollo e inversión en proyectos claves para el país. Se plantearon planes ambiciosos de infraestructura con inversiones que permitirían mejorar la logística y se atacaron costos impositivos y laborales para mejorar la competitividad argentina.
Todo esto generó rápidamente interés y atención del mundo inversor, pero no fue suficiente. Las dificultades para controlar la inflación y el déficit, combinado con el impuesto a la renta financiera para extranjeros, la tremenda sequía en nuestro país y un mundo que no nos acompañó –Brasil debilitado, suba de tasas en EE.UU., guerra comercial– nos llevaron a una crisis cambiaria que volvió a asustar a los mercados internacionales, afectando nuevamente el apetito inversor en la Argentina, que concluyó en un acuerdo con el FMI para asegurar el financiamiento.
Ahora se viene un proceso de ajuste para poder desde una base económicamente sustentable, crecer. Este proceso llevará a reducir inversión en obra pública, quizás reducir personal en el gobierno nacional, disminuir transferencias a las provincias y ajustar el apoyo social, para luego caer en la campaña presidencial del año próximo. Todo esto seguramente postergará una vez más la inversión de largo plazo.
Sin embargo, tenemos una oportunidad por delante. Si respetamos nuestros compromisos cumpliendo los objetivos fijados por el FMI mientras que el país transita acuerdos entre todos los partidos políticos en un presupuesto discutido pero apoyado, los sindicalistas aceptan las medidas de ajuste –aunque dolorosas– sin medidas de fuerza, sabiendo que ayudan a mejorar el país y los empresarios acompañan con inversión y generación de empleo, el mundo va a empezar a confiar nuevamente en nosotros. Si esto ocurre, y logramos que la inversión extranjera directa alcance los niveles promedio del 4% del PBI como tiene la región (US$ 25 billones por año), en un futuro no muy lejano tendremos un país distinto. Ahora, si esto no ocurre, entonces seguramente seguiremos siendo un país en vías de desarrollo con puro potencial.