Juan Santiago: “Las startups de base tecnológica deberían nacer todas globalizadas”
Es cofundador de una empresa de soluciones de software que trabaja en varios países y, además, puso en marcha la primera company builder de la Argentina hace una década.
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CORDOBA.- Juan Santiago es un “empresario emprendedor” que se dedica a que otras compañías puedan nacer. Fue cofundador de Santex -dedicada hace 15 años al desarrollo de soluciones de software, con presencia en varios puntos del mundo- y creador y, en 2012, creó con otros ejecutivos Incutex, la primera company builder de startups de base tecnológica del país. Cinco años después puso en marcha Kalei Ventures, un fondo VC basado en Silicon Valley, California.
Hace muy poco Incutex repartió las ganancias entre los inversores de su primer fondo de US$2,5 millones. A ocho años del lanzamiento, la performance de startups como WebCentrix, Quiena Inversiones, Rapiboy, ClickyPass y Aulica permitieron distribuir dividendos. Santiago comentó que, en los inicios, cuando recorrieron ecosistemas avanzados como Israel y Silicon Valley, y visitaron aceleradoras aprendieron que “cuando una aceleradora se crea en un ecosistema que todavía no existe sino que es la misma aceleradora la que impulsa su creación, los períodos de recupero de las inversiones iniciales rondan los 12 años. Ese tiempo se acorta con la mayor experiencia”.
A los 21 años Santiago se fue a vivir a Estados Unidos; trabajó en marketing en una empresa francesa de catering, buscó que la tecnología ayudara con procesos que se hacían a mano y así nació -con una socia de entonces- Santex. La historia de Incutex arranca al ver que la de las incubadoras era una “tendencia” en California y que la mayoría de las firmas que nacían eran de base tecnológica.
-¿Conseguir financiamiento es la clave de una company builder?
-Cuando volví a la Argentina con la idea de la incubadora, adviertí que la plata por la plata misma no necesariamente ayudaba al emprendedor si el ecosistema no estaba desarrollado. Funcionaba en Estados Unidos porque allí todo estaba aceitado. Acá no existía, había que construir primero el ecosistema. El modelo de ‘te doy tanto dinero salí al mundo y sé exitoso’ no iba a funcionar, se requería de un acompañamiento más integral, de soporte financiero, emocional, de recursos humanos, contable, administrativo, de ventas. Es ahí cuando armo este modelo. En una charla de Endeavor hablé de ‘las 10 razones para no emprender’; se me acercó un joven que me dijo que me daría el 20% de su empresa a cambio de mi teléfono. Facturaba US$1 millón al año pero hacía siete que facturaba esa cifra. Ahí validé que el modelo del darle financiación y dejarlo solo no andaba porque no tenía ecosistema que lo contuviera, no tenía a dónde ir para hacer crecer el negocio, cómo escalarlo, cómo salir al mundo. Después, en Estados Unidos, un amigo me enseñó que lo que estaba ideando era una company builder.
-¿Ese ecosistema existe hoy en la Argentina?
-Hay un ecosistema y se sigue construyendo como todos en el mundo. El problema que tiene es que necesita más involucramiento del sector privado, no hay suficiente inversión privada argentina. Lo que está pasando es lo que históricamente sucede en el país, vienen los ecosistemas más líquidos y desarrollados y se llevan el talento. Los emprendedores argentinos son fenomenales. Por la coyuntura, por las experiencias que tienen, porque acá se navega permanentemente en un tanque lleno de tiburones y eso es muy difícil de adquirir en otros ecosistemas más asentados porque todo funciona. Acá, al no funcionar, se requiere del ingenio para darle vuelta por lo cual, si se le pone dinero, se potencia. Hasta hace un tiempo los fondos tenían miedo de bajar a invertir en la región, hoy con los 11 unicornios argentinos, los de Brasil y los de México, la región salió al mundo y está más visible. La llegada de esos fondos internacionales hará que las cosas mejoren en muchos sentidos y empeoren en otros.
-¿En qué pueden empeorar?
-Empeoran en la posibilidad de que los inversores locales tengan más éxito y se desarrollen. La billetera de los que vienen es muy distinta y pasamos de una velocidad de 110 a 220 y no hay quien haga el catch up en esa velocidad. En la Argentina el Gobierno, si bien está articulado, no tiene ni tendrá nunca el músculo financiero que se requiere para esto; en el país y en la región hay otros problemas básicos muy importantes y estos desarrollos está en lugares bajos de las prioridades que se deben atender.
-¿Cuál es el desencadenante para que un fondo elija financiar?
-El emprendedor, el equipo. El inversor ya sabe que está todo inventado; vemos miles de proyecto al año. Si el que no lo inventó exactamente igual, puede fácilmente pivotear; lo que necesita es tener un mercado desarrollado con una solución en ese espacio y en esa industria y, de ahí, se avanza. Ese espacio lo llena el emprendedor, es él quien hace la diferencia; la clave es el emprendedor y no la idea. El emprendedor debe tener ambición, flexibilidad, criterio, contactos, resiliencia y una visión a largo plazo.
-¿Las startups de base tecnológica nacen globalizadas?
-No, pero deberían. La realidad es que la tecnología hace una compañía global siempre y cuando la solución sea aplicable a más de un mercado; no debe estar diseñada para una coyuntura específica y global, no debe estar custumizada solo para una región. Por ejemplo, nos traen proyectos tecnológicos muy buenos para comprar y vender dólares pero no pueden salir de la Argentina, porque ese problema está acá. Claro que hay problemas como los nuestros en otros lados, como falta de provisión de insumos, precios de comodities, inconvenientes con la energía, la mirada debe ser más amplia. Por caso, voy a desarrollar un teléfono que no necesita batería, que se carga con el sol, con un estuche… las tecnologías debe ser disruptivas y atacar un problema global. Deben ser escalables.
-Escalabilidad implica multiculturalidad también.
-Sin dudas, hay que tener una cabeza abierta, hay que viajar por el mundo que es lo que la abre, exponerse a diferentes culturas y problemáticas. Se habla mucho de Sillicon Valley y de Israel y se dice que son ecosistemas exitosos porque ahí está el dinero. Tienen razón, el dinero es un factor clave en el desarrollo y en el éxito, pero también funcionan porque tienen multiculturalidad. Un dormitorio de Stanford tiene a un alemán, un israelí, un chino, un iraní, un yanqui; uno se levanta y plantea hacer un buscador y hay cinco culturas pensando. Hasta el nombre Google, por ejemplo, es perfecto porque se dice igual en China, en Rusia, en Alemania y en la Argentina. Cuando empiezan a discutir cómo buscar, cada uno hace su aporte. Nace global desde lo conceptual y llevarlo al mundo no tiene fricción. En la Argentina no tenemos la misma posibilidad de la cultura cross, entonces tenemos que salir al mundo.
-¿Emprendedor y empresario son diferentes? La pregunta es por cómo te concebís a vos mismo.
-Ese es un debate permanente; para muchos no hay distinción pero para mí sí. El emprendedor es por definición alguien que no está nunca conforme con el status quo de la situación, no se puede quedar quieto, permanentemente está pensando en la próxima disrupción. El empresariado es la profesionalización del emprendedor, es su sistematización; está más pendiente de la coyuntura y si bien el emprendedor también, no deja que la coyuntura le dictamine el curso del proyecto. Claro que hay muchos empresarios muy inquietos, buscando de desarrollar, internacionalizar. Lo que importa es seguir manteniendo ese espíritu inquieto, de buscar quebrar estructuras.
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