Jorge Faurie: “Los interlocutores llamados a comerciar o invertir dicen ‘no me meto por las dudas”
El excanciller describe como “desorientada” la política exterior que lleva adelante la Argentina; afirma que se han creado una cantidad de reglas que dificultan el comercio exterior
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“Confusos, desorientados” dice Jorge Faurie a LA NACION respecto del posicionamiento argentino en el mundo. Así, se mete de lleno en las consecuencias del conflicto entre Rusia y Ucrania: “sin dudas, los precios de la energía tuvieron un impacto enorme en petróleo y gas. Para nosotros lo más relevante es gas porque, sin haber hechos las inversiones necesarias y sin haber adecuado los precios, tendremos que importar. A nivel mundial, hay una disrupción. Las guerras, hasta que se estabiliza la situación, generan incertidumbres. A todo eso se agrega que el precio del dólar se ha apreciado, es una moneda de refugio. El conflicto nos afecta indirectamente por varias aristas. Frente a toda la imprecisión y tibieza de los primeros días, hubo un cambio claro con la votación de la Argentina en el Consejo de Derechos Humanos”, afirma.
El canciller que acompañó al presidente Mauricio Macri en sus dos últimos años de gestión es crítico respecto a priorizar la relación con China y subraya que esa nación se maneja según sus propios intereses. Diplomático de carrera, era embajador argentino en Francia cuando fue convocado en mayo de 2017 para ocupar el Ministerio de Relaciones Exteriores.
“Lo que tiene la Argentina en este momento y lo ha acentuado es un déficit de credibilidad, lo ha profundizado en estos últimos dos años”, analiza y sostiene que esa mirada impacta y mucho en los intercambios comerciales.
-¿Cómo definiría hoy el posicionamiento internacional de la Argentina en el mundo?
-Confuso en algunos de los objetivos o valores que tenemos. Nos hemos retirado de gran parte de los escenarios internacionales o bilaterales. En el más relevante en la región, el Mercosur, no estamos trabajando con Brasil; el diálogo es complejo con los otros socios también. Aparecemos desorientados frente a Estados Unidos; en esta crisis histórica con Ucrania pareciera que hubiéramos tomado la decisión de apoyo a Rusia pero no es tal. Todo eso desorienta a nuestros interlocutores, empezando por los vecinos. Con China seguimos en la repetición por tercera vez de su singular apoyo pero, al mismo tiempo, pide que arreglemos con el FMI cuando nosotros decimos que el FMI es “complejo”.
-¿Cuánto impacta este escenario que describió en el intercambio comercial?
-Lo que tiene la Argentina en este momento y lo ha acentuado es un déficit de credibilidad, lo ha profundizado en estos últimos dos años. Tenemos más de 20 acuerdos con el FMI y nunca cumplimos; hemos alterado procesos con acreedores externos; hemos creado una cantidad de reglas en materia comercial que dificulta el intercambio. Trabas a la salida de capitales, restricciones, cupos, una cantidad de variopintas normas para el sector de las exportaciones…Entonces los interlocutores que están llamados a comerciar o a invertir en el país -sean Estados, particulares u organizaciones multilaterales dicen “no me meto por las dudas”. Eso tiene un impacto extraordinario para el comercio.
-¿Qué evaluación hace de los anuncios de las inversiones de China? ¿Es ese un mercado con potencial para qué más que alimentos?
-La política exterior china -sea en lo estrictamente político o en lo comercial- se basa esencialmente en lograr sus objetivos. Ve en la Argentina un socio importante en materia agroalimentaria y lo que hay a precio más conveniente es el comoditie; podríamos llegar a negociar otras condiciones, pero no lo hacemos. También es vital el suministro de litio y la Argentina tiene, pero ahora con el reordenamiento regional de Afganistán que quedó más alineado con China hay cambios; ese país tiene un yacimiento muy importante. China, en el mundo, va a los sectores donde puede sustentar su crecimiento: alimentos, acceso a materiales estratégicos (plata, oro, litio, energía). Todo va detrás de los intereses chinos, la inteligencia es lograr que sea en condiciones razonablemente buenas para nosotros. China no es un país inversor clásico en los términos que los consideramos las democracias occidentales y europeas. Ese no es el modo de presencia china; tiene una presencia más política, va a donde tiene intereses estratégicos. Eso no quita que sean proyectos de potenciales fuentes de trabajo, pero es un trader comercial diferente y aplica el peso de su mercado.
-¿Por qué no negocia la Argentina mejores condiciones? ¿Por un sesgo político-ideológico, por qué no puede?
-La Argentina no ha logrado desarrollar una visión de su papel en el mundo con equipos capacitados para negociar en los mejores términos. Esto viene de décadas, no de ahora. Hemos firmado la ruta de la Seda, donde han sido elencados proyectos que ya fueron mencionados en anteriores acuerdos. Ahora pusimos la nueva central nuclear, la que a China le interesa hacer en la Argentina. Nosotros tenemos una trayectoria nuclear anterior a ellos; en 1966 con reactor el reactor de Atucha y, después, Embalse. Entonces ellos estaban tratando de descubrir cómo darle de comer a sus millones de habitantes; la Argentina ya era miembro de instituciones mundiales de energía que era referentes y ahora viene con un reactor de una tecnología que no manejamos, igual a uno en Pakistan. Eso no tiene explicación cuando, incluso, hay que cambiar el paradigma tecnológico de la energía nuclear; es un interés claramente de China. ¿Qué conseguimos a cambio? No lo tenemos claro. Los anuncios son altisonantes en términos de cifras, pero si vemos de los anteriores en qué progresaron es en los que tienen intereses ellos. Litio, agroalimentos, frigoríficos para procesar carne que va a China; el telescopio de San Juan y el observatorio que es vital para ellos para triangular posiciones estratégicas. Tampoco da plata tipo el FMI; un swap es un papel, un compromiso para que los números aparezcan mejor. Qué hemos sacado de China no queda claro para nosotros; en buena hora para la diplomacia china por los logros.
-El vínculo con China, ¿preocupa a Estados Unidos a Europa? ¿O nosotros creemos que tenemos más importancia de la realmente nos asignan?
-Ese déficit viene de la post segunda guerra mundial; hemos tardado en aceptar que no somos lo que entendemos que somos. Incluso regionalmente nos vemos super vinculados pero no es así; el mundo está en otra sintonía. Los europeos, los estadounidenses se preguntan qué estamos haciendo. Vamos a Moscú en medio de un conflicto y no queda claro si los apoyamos con Ucrania. Usan un latiguillo setentista que los propios rusos se encargaron de aclarar, eso de que somos “la puerta de entrada de Rusia a Latinoamérica”. Primero lo aclaró Brasil con un comunicado que marcó que son el principal socio y después (Vladimir) Putin con Bolsonaro al lado, dijo “este Presidente es nuestro principal socio en América latina”. Tenemos una mala valoración de nosotros mismos, cometimos errores. De Estados Unidos planteamos que “no nos gustan tanto”, que el mecanismo del FMI no nos sirve y lo mandamos a (Juan Pablo) Cafiero a pedir una mano. Es muy confuso todo para quien tiene que invertir y comerciar.
-¿El Mercosur todavía tiene futuro?
-Tiene un problema de credibilidad y la recreación depende de que podamos hablar con los países que son nuestros vecinos. El acuerdo con Europa está desactivado; incluso para hablar con China es más relevante hacerlo desde el Mercosur. Hay un mundo que está cambiando de manera extraordinaria y seguimos con la inopia costumbrista de nuestro propio ombligo y eso nos hace pagar precios muy altos. Como Bolsonaro no les gusta ideológicamente no hablan, pero Brasil es el socio estratégico y no tenemos un plan Brasil más allá de lo que hacen las automotrices o las siderúrgicas, pero esas son decisiones empresariales no geopolíticas, de Estado. Hay que abandonar la idea de “la señora quiere, el Presidente quiere, el gobernador quiere”. Hay que ver qué quieren los argentinos.
-¿Hay interés de otras regiones en firmar de acuerdos comerciales con la Argentina, con el Mercosur?
-Lo habría si no es por los errores que nos han visto cometer. El acuerdo del Mercosur con Unión Europea se empezó a negociar en el ‘98, hubo algunos estertores en 2004, 2008 y 2014. Desde el 2016 al 2019 avanzamos, pero ahora se preguntan si se va a mantener; los que planteamos dudas somos nosotros. No Uruguay ni Paraguay; claro que aparecen los oportunistas de siempre porque hay intereses creados. En Europa aparecieron Francia, Polonia, Hungría porque sus quintitas se veían afectadas. Si están esperando la vuelta de Lula para hablar, pero hay que pensar que Lula no se deja llevar por ideologías.
-Desde siempre en la Argentina se habla de que hay que exportar más valor agregado, pero pasan los años y su escalada en la participación sigue baja, ¿es por esto que describió?
-En parte por esa mala lectura, pero esencialmente se debe a que tiene que haber un plan nacional para proteger e impulsar al exportador. Darle créditos, simplificar trámites, no cargarlo con impuestos, tener buena logística, que la hidrovía funcione. No es un objetivo de los gobiernos porque siempre están mirando cómo los reeligen en la próxima votación, que incluye a las de medio término. Son todas medidas cortoplacistas, no hay proyección de a dónde me quiero parar en 20 años. Los chinos hace 50 años dijeron que en 2050 querían ser primera potencia. Nosotros no tenemos ningún papel de nada, vamos improvisando sobre la marcha. Eso es muy malo.
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