Integración y energía: ¿una llama que se apaga o una llama que se enciende?
El objetivo de alcanzar la integración latinoamericana parecía más lejano que nunca. El revival cultural (invocación a los pueblos originarios, protección de los conocimientos ancestrales ) ya se nos estaba presentando como una muestra de anacronismo político.
En efecto, desde la estampida de los años ochenta (marcada, entre otros hechos, por aquella transfiguración de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio -Alalc- en Asociación Latinoamericana de Integración -Aladi-), los gobiernos latinoamericanos han venido escapando a la asunción de compromisos comerciales y económicos que impliquen, en la práctica, reconocerse mayores preferencias recíprocas que las negociadas con terceros países y mercados.
Esta renuencia a una integración profunda es consistente con la internacionalización de nuestros propios mercados internos por eso las metas inspiradoras de procesos tradicionales y ambiciosos como la Comunidad Andina y el Mercosur tienden a degradarse rápidamente.
De ahí la dificultad afrontada por una comisión de reflexión constituida por representantes personales de los presidentes que, en el marco de la Comunidad Sudamericana de Naciones, procuraron reformular, una vez más, el sentido de la integración regional.
Al hacer el inventario de tanta tarea pendiente, los expertos dieron su respuesta en un documento denominado "Un Nuevo Modelo de Integración de América del Sur. Hacia la Unión Sudamericana de Naciones", presentado a fines del año pasado en la Cumbre de Cochabamba. Allí convinieron en que la integración latinoamericana debe asociarse inexcusablemente al desarrollo económico, pero a su vez advirtieron que éste último constituye una responsabilidad propia e indelegable de cada uno de los Estados nacionales. Pero en estas condiciones: ¿cómo habremos de encontrar puntos de articulación entre imperativos que suponemos enfrentados, como serían los de la integración regional y del desarrollo interno? Sin embargo, no hubo que mirar muy lejos para detectar la llama encendida en el horizonte. Se trata de una necesidad coincidente: asegurar las fuentes y la provisión de energía.
Fuera de sintonía
Lo que hoy se discute es si unos u otros emprendimientos son viables o convenientes para el suministro energético de cada país. Pero este debate todavía no está en sintonía con la integración económica y comercial. Así lo han reconocido recientemente los presidentes de Colombia, México y los países centroamericanos bajo la órbita del Plan Puebla-Panamá, al impulsar una mayor articulación entre el plan y el sistema de integración centroamericana.
Simultáneamente, en la última Cumbre de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) se firmaron acuerdos energéticos bilaterales (Venezuela-Bolivia, Venezuela-Nicaragua) que -aunque su cumplimiento está explícitamente supeditado a la voluntad unilateral de Venezuela- intentan atar el suministro de energía a programas de desarrollo y comercio a ser financiados con una parte de los pagos devengados por esas mismas operaciones.
Las figuras convencionales son todavía rudimentarias y se prestan a la discrecionalidad y al manejo de influencias políticas, lo que limita sus alcances. Por eso debe darse más adecuada respuesta a tantos y tan relevantes requerimientos de cooperación y complementación.
En síntesis, el desafío para los países del cono sur consiste en evitar que las negociaciones de integración física se ciñan a unas agendas muchas veces en la penumbra y paralelas a las disciplinas de integración ya establecidas. Así podrían evitarse situaciones conflictivas, como son las que se plantean cuando, por ejemplo, un país pretende pagar con concesiones comerciales dentro de un esquema plurilateral de integración los beneficios energéticos que obtiene fuera de ese mismo esquema.
Todo el acervo normativo e institucional forjado durante años en los esquemas de integración económica y comercial que vinculan a nuestros países debería entonces ser aprovechado para construir, con ingenio y transparencia, los fundamentos de un renovado regionalismo.
El autor es docente e investigador del Instituto de Integración Latinoamericana de la Universidad Nacional de La Plata
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