Guerra comercial. Trump y sus aranceles confunden al mundo
La imprevisibilidad del presidente de EE.UU. y las demandas chinas complican el fin de la disputa
Cuando los asesores del presidente estadounidense, Donald Trump, sugirieron que Pekín volviera a comprar alrededor de US$20.000 millones de productos agropecuarios estadounidenses como parte de un acuerdo comercial, Trump no estuvo contento. En un reto dramático en público a su gabinete, dijo que presionó a su equipo para que esa cifra se triplicara, luego la redujo un poco y pidió hasta US$50.000 millones en compras anuales.
"Mi gente había conseguido US$20.000 millones", recordó Trump en una reunión de gabinete del 21 de octubre. "Y yo dije: ‘Quiero más’. Ellos dijeron: ‘Los productores no pueden cubrir esa demanda’. Yo dije: ‘Díganles que compren tractores más grandes. Es muy simple.’" Los miembros del gabinete reunidos con Trump se rieron.
Trump ha incorporado su característico amor por el show mediático a las negociaciones comerciales con China, inyectando drama público en procedimientos comúnmente aburridos. Ha alternado muestras de ira y calidez hacia Pekín y asumido el rol del negociador insaciable, combinando el reclamo de metas ambiciosas en un pacto comercial con amenazas aún mayores hacia China para el caso de que no acepte sus términos.
Pero pasado ya un año y medio desde el comienzo de la mayor guerra comercial en la historia moderna, el abordaje de Trump aún no ha producido el gran final que deseaba. En cambio, las tácticas ultimatistas del presidente Trump parecen haber hecho aún más difícil llevar a un cierre las complejas negociaciones comerciales y han exacerbado la incertidumbre económica en todo el planeta.
Pese al anuncio de Trump del 11 de octubre de que Estados Unidos y China habían llegado a un acuerdo comercial histórico de la Fase 1, en realidad la firma de un acuerdo se ha demostrado elusiva. Ambas partes siguen negociando y podrían finalizar un acuerdo en las próximas semanas, si los negociadores deciden ceder. Pero Trump sigue dando señales contradictorias respecto de si realmente quiere un acuerdo y si alguna vez eliminará algo de los aranceles aplicados a productos chinos por valor de US$360.000 millones.
"Estamos hablando de miles de millones de dólares en dinero de aranceles cobrados a China", dijo Trump el 8 de noviembre. "Me gusta nuestra situación mucho. Ellos quieren un acuerdo mucho más que yo, pero podríamos tener un acuerdo".
Una guerra comercial prolongada ofrece a Trump algunas ventajas políticas: le permite mantener una postura dura en público frente a China y evitar las críticas de los demócratas de que está cediendo a Pekín.
Pero a las empresas no les resulta divertido. La lucha comercial que no cede prolonga los padecimientos financieros para los productores agropecuarios, las compañías y los consumidores estadounidenses, paralizando las firmas que dependen de los flujos robustos de comercio entre las dos mayores economías del mundo.
Ejecutivos de todo el mundo dicen que no tienen más alternativa que posponer contrataciones e inversiones, asegurarse de que cualquier nueva expansión no se vea perjudicada por políticas no previstas y conservar dinero.
La incertidumbre pesa sobre la economía de Estados Unidos, en particular la manufactura, que ha estado en baja en los últimos meses. El crecimiento económico chino se ha desacelerado a su tasa más baja en casi tres décadas, mientras que Alemania apenas ha evitado caer en la recesión.
"Es llamativo que en casi todos los rincones del mundo tensiones geopolíticas amenazan con frenar el crecimiento", dijo en un discurso la semana pasada John Williams, presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York. "La incertidumbre creada por los actuales eventos sin duda está teniendo un efecto duradero sobre las condiciones económicas que vivimos hoy", añadió.
Las actitudes teatrales de Trump no se limitan a China. Ha inyectado actitudes similarmente dramáticas en sus negociaciones comerciales con otros socios, incluyendo Europa, Japón, Canadá y México, amenazándolos públicamente con aranceles y sugiriendo que podría dejar atrás a algunos socios comerciales.
El presidente dice que su modo de hacer las cosas le ha dado ventajas y en algunos casos tiene razón. La amenaza de aranceles ha llevado a funcionarios de México, Canadá, Japón y de otros países a hacer concesiones que de otro modo podrían no haber hecho. También ha atraído a China, que depende fuertemente de las exportaciones a Estados Unidos, a la mesa de negociación.
Pero la estrategia ahora puede estar desalentando a China de llevar las negociaciones a un cierre. La tendencia de Trump a vacilar e incrementar sus demandas ha hecho que China dude de ofrecer concesiones, por temor a que le exijan más, dijo gente familiarizada con la política comercial china.
Ambas partes no han logrado fijar una fecha para una nueva reunión entre Trump y su contraparte chino, Xi Jinping, que se iba a dar en Chile pero fue cancelada debido a las protestas locales. Trump ha dicho que se hará la firma en "territorio rural" de Estados Unidos, pero los chinos han sido renuentes a comprometerse a una reunión hasta que se concrete un acuerdo que incluya una reducción de aranceles.
Sin un plazo establecido, ambas partes no tienen la presión de una fecha para concretar el acuerdo. Pekín también está preocupado por la conducta impredecible de Trump, como se demostró con su abrupta partida de una reunión de alto perfil en febrero pasado en Vietnam con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un. Temen que Trump termine dando menos concesiones de las que anticipan, lo que podría resultar en algo embarazoso para Xi, de acuerdo a gente familiarizada con su pensamiento.
Trump sigue insistiendo en que sus tácticas valen la pena, diciendo que es el único presidente lo suficientemente duro como para enfrentar a los chinos sin temer a las consecuencias y que Estados Unidos saldrá mejor parado. Muchas empresas concuerdan en que China desde hace mucho se ha aprovechado de Estados Unidos y apoyan los esfuerzos de Trump para eliminar barreras comerciales y terminar con prácticas coercitivas que han creado desventajas para firmas estadounidenses que operan en China.
Pero les molesta su postura que, repetidamente, ha elevado las tensiones, prolongando la pelea comercial mucho más de lo que la mayoría esperaba. La falta de resolución ha sido desalentadora, dado que muchos analistas creen que la administración sólo está abordando las cuestiones más fáciles en su acuerdo de Fase 1, y deja los temas más contenciosos, como los subsidios que China da a su industria, para negociaciones posteriores.
El viaje en la montaña rusa ha sido exasperante para empresas que se benefician con la certidumbre y no pueden cambiar fácilmente su cadena de producción o acomodar envíos de productos que necesitan semanas para cruzar océanos. Las más recientes vueltas en las negociaciones con China han dejado a las firmas con incertidumbre respecto de sí se impondría un arancel del 15% que la administración Trump había amenazado con imponer el 15 de diciembre sobre otros US$160.000 millones de productos, incluyendo celulares, laptops y calzado, o si se mantendrían aranceles del 15% impuestos a productos de consumo masivo en septiembre.
"Es más teatral esperar hasta último momento con esto" dijo Phil Levy, Jefe de economistas de Flexport, que coordina envíos internacionales para compañías. "Realmente no le cae bien al mundo de las cadenas de producción globales"
Incluso los partidarios de Trump tienen problemas a veces para ocultar su frustración con sus gestos de showman, que prioriza por encima de lo sustancial, y la sensación de que el presidente no quiere que termine la función.