Exportaciones: más allá de las commodities, los productos regionales también llegan al mundo
Los envíos de las economías regionales superaron los US$7500 millones en los últimos doce meses y sostienen un crecimiento de 9 % interanual; productores advierten sobre problemas de empleo, falta de insumos y presión fiscal
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Tras un fuerte repunte luego de la pandemia, primero la sequía y luego la guerra opacaron el panorama de las economías regionales que activan motores a lo largo y a lo ancho de la geografía nacional. Productores de todos los ámbitos apuntan a los derechos de exportación como una herramienta central para “apalancar” o “estancar” una actividad que arroja superávit comercial, pero demanda incentivos para expandirse.
A partir de agregar valor a la materia prima que se produce en el país, las exportaciones de las economías regionales crecieron un 9,3 % en los últimos 12 meses, según el último informe de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). La entidad destaca la comercialización por US$7576 millones que, además, representa un saldo favorable de US$6324 millones, a partir de importación de insumos por tan sólo US$1252 entre marzo de 2021 y febrero de 2022.
Aunque representan sólo un 3 % en las exportaciones, las economías regionales “tienen un fuerte arraigo en la Argentina profunda y son generadoras de empleo en todas las regiones del país”, describe Pablo Vernengo, Director Ejecutivo de la CAME. y señala que el 63% de los productores de la Argentina generan cerca de 7500 millones de dólares anuales, mientras que el otro 37 % se enfoca en los grandes commodities –soja y maíz-, que representan la principal fuente de ingreso de divisas al país.
Productores de todos los ámbitos apuntan a los derechos de exportación como una herramienta central para “apalancar” o “estancar” una actividad que arroja superávit comercial, pero demanda incentivos para expandirse
Si bien cada uno de estos complejos tiene sus “bemoles individuales”, se caracterizan por la alta demanda de mano de obra. “En el caso de los sectores yerbateros u olivícola se necesitan más de 100 jornales por hectárea mientras que en la soja solamente se paga 0.5; son diferencias abismales y contrastan con algunos commodities. Los productos de las economías regionales conforman la canasta de alimentos de los argentinos”, explica Vernengo.
En el caso del sector vitivinícola, por ejemplo, el 75 % es destinado al consumo doméstico mientras que el yerbatero, estratégico en la provincia de Misiones por la generación de empleo, sólo exporta un 5 % de su producción.
Desde Córdoba, Miguel Zonnaras, titular de la Federación de Exportadores (FeCaCera), valora el desempeño que muestra el sector primario en sus exportaciones, pero reconoce que “como mínimo”, se deberían duplicar “porque es el único camino para lograr el desarrollo sustentable que el país necesita”.
“Hace un siglo –repasa- la participación argentina en las exportaciones mundiales llegó al 3% y, en los últimos 20 años, se ubicó por debajo del 0,4%; además, el nivel de exportaciones de servicios medido en dólares sobre el PBI suele alcanzar el 24% a nivel regional y en la Argentina se sitúa en torno al 17%”.
Como referente principal de Copal, la entidad que nuclea a las industrias de alimentos y bebidas del país, Daniel Funes de Rioja, reconoce la recuperación, destaca la capacidad superavitaria del sector, pero advierte que es “más por precio que por volumen”. Al mismo tiempo, se enfoca en la capacidad del país para incrementar la colocación de productos en los mercados externos y propone “desarrollar una agenda de políticas públicas, que genere confianza y previsibilidad y que tenga en cuenta el objetivo proexportador que debe afirmar nuestro país”, en un contexto “crítico” para el comercio global por la guerra.
Luego de un año atípico por la pandemia, las ventas a mercados externos durante los doce meses del 2021 de los productos de las economías regionales registraron un crecimiento tanto en valor como en volumen del 8,1% y 1,2%, respectivamente, explicó Patricia Parra, asesora de la Secretaría de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca y agregó que el precio promedio creció un 6,8%, respecto a igual lapso del año anterior.
Al cierre de 2021, se incrementaron las exportaciones de productos de las economías regionales que fueron alcanzados por la reducción o eliminación de sus alícuotas de derechos de exportación que se dispusieron a través de los decretos 1060/2020 (enero) y 410/2021 (junio), entre ellos, arroz parbolizado, lentejas, aceituna, productos aviares, semillas de sésamo, productos ovinos, yemas de huevo, huevos sin cáscara secos, preparaciones de ananá, aceite de oliva, miel, porotos y lana. Además, desde enero de 2022, con la entrada en vigencia de las normas 581/2021 y 582/2021, se sumaron beneficios para productos que revisten la condición de ecológicos, biológicos u orgánicos, que cuenten con certificados y autorización por los organismos competentes. Las medidas que dispuso la cartera que conduce Julián Domínguez, junto a otros Ministerios, apuntan a mejorar la competitividad de las economías.
El sector que representa el 9,6% del valor y el 3,9% del volumen total exportado de nuestro país, acumuló US$ 7487,5 millones y 5.046.343,9 toneladas, en 2021, lo que equivale a un precio promedio de exportación de 1.483,7 US$/Ton., un valor que supera 2,4 veces al promedio general de las exportaciones totales nacionales, que resultó en 606,7 US$/Ton.
Parra resalta que las ventas externas de porotos, kiwi y arroz parbolizado, alcanzaron el valor más alto de los últimos doce años, mientras que las exportaciones de naranja y miel mostraron su mejor desempeño exportador en valor de los último diez años.
Sobre los principales mercados de destino del rubro Alimentos y Bebidas, desde la Secretaría de Alimentos confirman que Estados Unidos, España, Brasil, Países Bajos, China e Italia, concentraron el 58,6 % del valor total de las importaciones regionales provenientes de la Argentina.
Variedad y calidad
A nivel mundial la papa es el tercer cultivo más producido para consumo humano, después del trigo y el arroz, por sus características nutricionales y productivas ya que tiene un gran rendimiento por hectáreas en comparación con cereales u oleaginosas.
La Argentina no se ubica dentro de los países de mayor producción, pero ocupa grandes porcentajes de la tierra sembrada, cerca de 80 mil hectáreas, desde Tierra del Fuego, hasta La Quiaca, pasando por la Costa Atlántica y la cordillera de Los Andes. “El sudeste de la provincia de Buenos Aires es la zona por excelencia donde se concentra el 50 % del cultivo de papa”, señala Gastón Viani, presidente de la Mesa Provincial de la Papa e integrante de la Federación Nacional de Productores de la Papa (Fenapp) y aclara que la mitad de la producción se destina al consumo interno, el resto a la industria que exporta cerca del 70 % como productos prefritos y congelados.
A nivel nacional, los despachos de papa industrializada alcanzan un 15 %, cerca de 30.000 toneladas, con destino principal a Brasil, mientras que el producto fresco prácticamente no se exporta porque los países de la región también son productores. “La industria incorporó muchísima tecnología al sector y esto resultó muy beneficioso para obtener mayores rindes, sumar variedad y estabilizó el sistema”, plantea Viani, pero advierte que asumir costos en dólares con precios “a la baja”, en pesos, perjudica a los productores.
En Tucumán, en unas 270.000 hectáreas se concentra la producción de caña de azúcar, que se completa con otras 70 mil hectáreas entre Salta y Jujuy. Esta temporada, por la sequía, se espera que la producción merme un 25 %. Cerca del 70 % se transforma en azúcar para el mercado interno y sólo un 10 % se exporta, principalmente a Chile, Uruguay y Estados Unidos a través de una cuota de 50 mil toneladas. Otra parte se utiliza para la generación de bioetanol.
Frente a la escasez de gasoil, la caña de azúcar podría ser una alternativa plantea Otto Gramajo, presidente de Centro de Agricultores Cañeros de Tucumán (Cactu), y destaca que, aunque el sector no tiene retenciones para exportar, permanentemente evalúan destinar más producción a la generación de biocombustibles para “dar alivio” el mercado interno. Sin embargo, aclara que “no se hace faltar azúcar” porque el consumo doméstico tiene prioridad. “No estamos disconformes con los precios, estamos recuperándonos luego de años a pérdida”, dice con tranquilidad, pero alerta sobre la necesidad de abastecimiento de gasoil tanto para sostener la cosecha -que va de mayo a noviembre- como de gas para moler.
Si bien la Argentina no es un gran productor olivícola comparado con países de la cuenca Mediterránea, Patricia Calderón, integrante de la Cámara Olivícola de San Juan y Presidente de la Federación Olivícola Argentina (FOA) asegura que tiene ganada y reconocida una excelente calidad en los principales mercados internacionales, entre ellos, Brasil, Colombia y México para aceitunas de mesa o en conserva, mientras que el aceite de oliva, también se vende a España, EE.UU. ,Canadá, y otros países de América Latina.
A partir de la pandemia el consumo de alimentos saludables ha ido creciendo y se recuperó el precio, cuenta y destaca que, en paralelo, se ha producido un aumento en los costos de agroquímicos y de logística de transporte.
A nivel nacional, en 2021, se exportó un 10 % más de aceitunas y un 20 % más de aceites. Actualmente, en plena cosecha, la preocupación tiene que ver con “conseguir mano de obra, repuestos para maquinarias y combustible para mover tractores y cosechadoras”, repasa Calderón y asume que “es muy difícil en este contexto ser altamente productivos”.
La dirigente empresaria reconoce como un punto importante la quita de retenciones, pero señala que “la rentabilidad de la olivicultura de nuestro país está comprometida por una diversidad de impuestos”. En ese sentido marcó que “los principales productores mundiales cuentan con ayudas (subsidios) de sus respectivos gobiernos para producir y en nuestro caso tenemos reintegros ínfimos, comparados a la carga impositiva que sufren los productores”.
Entre los sectores con mayor potencial se destaca el caso de la pesca que, en 2021, triplicó el volumen de sus exportaciones que alcanzaron los US$ 2000 millones. Desde la Subsecretaria que conduce Carlos Liberman, apuestan a la novedosa técnica de acuicultura basada en el desarrollo sustentable, para extraer proteínas que son requeridas desde China, España, Estados Unidos, Francia, Israel, Italia, Japón y Rusia. “La Argentina puede pescar de manera sostenida y exportar los volúmenes que exporta, que son mayores que hace 20 años, porque el caladero se administra de manera sustentable”, indicó Liberman.
El podio en productos de la pesca lo conforman el langostino con más de 1 millón de dólares y cerca de 165 mil toneladas exportadas el último año; la merluza hubbsi con US$ 260.000 (110.000 tn) y el calamar con US$ 250.000 (120.000 tn).
Mayores desafíos
El escenario bélico trastoca un comercio global golpeado por la pandemia que elevó los costos de fletes marítimos, seguros y combustible sintetiza Funes de Rioja y apunta al agravante que significan las sanciones comerciales “con más consecuencias significativas en términos económicos, financieros y logísticos para numerosos complejos exportadores de economías regionales, particularmente vulnerables debido al peso de sus exportaciones a los países afectados por sobre su producción total”.
En ese sentido el titular de Copal y la Unión Industrial Argentina (UIA) opina que “la política comercial argentina a lo largo de los años no ha producido modelos de integración con acuerdos comerciales que faciliten la presencia en los diferentes países y regiones del mundo, afectando la producción nacional exportable en los mercados de destino, frente a países competidores mejor insertos en el comercio mundial”.
El dirigente empresario observa una “clara” necesidad de “profundizar las políticas que posibiliten la exportación de productos con mayor valor agregado, lo que requiere previsibilidad y estabilidad macroeconómica, así como decididas medidas para una política comercial con sesgo pro-exportador”.
Lo anterior, según Funes de Rioja, redunda en reducir costos logísticos que explican entre 15 y 30 por ciento para el sector, y la “excesiva carga tributaria” que representa, en promedio, 39% en alimentos y 47% en bebidas; facilitar el financiamiento y revisar “cuestiones” en la legislación laboral que “afectan la productividad” junto a un “gravitante” peso de los costos laborales no salariales, así como altos índices de informalidad en lo impositivo y laboral, principalmente.
Trabajadores golondriba
La generación de “saldo exportable” es la meta de muchos productores que buscan incrementar las ventas al exterior, pero no siempre depende de la “buenas voluntad”. “Desde CAME hace tiempo planteamos la problemática de empleo de este sector que demanda mano de obra intensiva, pero en períodos rotativos y en distintas regiones según la época del año”, cuenta el director ejecutivo de la entidad empresaria y explica que “los trabajadores golondrina, una población de 625.000 personas, comienzan con la cosecha del tabaco en el norte, van bajando al sector vitivinícola hasta llegar a peras y manzanas en el sur; luego recogen papa y así generan un circuito”.
El esquema, de lo más tradicional, tiene fisuras que complican el día a día. Según Vernengo, la actividad es bien remunerada, pero por períodos y de acuerdo a la disponibilidad de cada trabajador, por eso “se topa” con “las asignaciones sociales que se cobran todos los meses”. El especialista no lo dice en tono despectivo, sino con preocupación y asegura que la situación se hizo más compleja con la pandemia cuando, naturalmente, muchos trabajadores optaron por sostener el “plan social” en lugar de regresar a su trabajo habitual.
“Un trabajador puede cobrar entre $ 4.500 y $ 6.000 por jornada, pero si acepta el trabajo pierde el plan”, dice y reconoce que en agosto del 2021 “el gobierno se dio cuenta y a través del Decreto 514, realizó una compatibilización de planes sociales con trabajo en blanco; entonces, ese trabajador de una familia tipo cobra los $64.000 que le corresponde por el plan más el trabajo a destajo que hace en las cosechas”.
Con esta medida “ganamos todos” plantea Pablo Vernengo, al señalar que esos recursos el Estado los dispone para un sector vulnerable, el trabajador incrementa su ingreso de forma digna y el privado realiza los aportes patronales proporcionales.
Aunque la acción es positiva para incentivar la oferta de empleo, plantea que falta difusión oficial y dice que “lamentablemente” detrás de un plan social hay “muchos punteros” que desalientan esta iniciativa y desinforman para no perder injerencia en el grupo que controla.
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