Exportación de libros: la actualidad de un sector que atraviesa una tormenta
La industria pierde competitividad desde hace cuatro años, con exportaciones que representan solo un 2% del total de la demanda; desde el Gobierno buscan estimular las ventas al exterior de productos editoriales mediante capacitaciones, promoción comercial y agendas de negocio internacionales
Es una historia triste la que atraviesa la industria editorial. Golpeado por una baja en el consumo empujada por la recesión, el sector acumula cuatro años consecutivos de caída en las ventas: un informe de la Cámara del Libro (CAL) proyecta que este año se venderán tan solo 42 millones de ejemplares, 20% menos que en 2017 y casi 70% menos que el récord de 129 millones alcanzado en 2014.
Además, entre 2016 y 2018 el sector editorial ha visto reducido un 20% su empleo directo y un 15% el indirecto (diseñadores y traductores, entre otros). En el ámbito de los libreros también dan cuenta de una pérdida del 15% en sus fuentes de trabajo y calculan que 65 librerías (entre pequeñas e independientes) debieron cerrar sus puertas o fueron absorbidas en este bienio. En el rubro gráfico la herida fue especialmente grave: se eliminaron 5000 puestos.
Frente a estos problemas, el Gobierno empieza a postular que la exportación de productos editoriales bien podría ayudar a cauterizar la sangría financiera que aflige a esta industria. Dicen que el sector cuenta con ventajas competitivas únicas, como la calidad de las publicaciones locales y el reconocimiento internacional de sus autores e ilustradores. Pero, ¿es la exportación de libros la llave para salir de esta selva oscura?
Según datos de la consultora Promage y la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), en 2017 las exportaciones representaron menos del 2% del total de la demanda de libros. En ese período, la venta de libros comerciales al extranjero cayó 21% hasta las 8,7 millones de unidades, el 49% de los cuales correspondió a textos religiosos. En términos de valor, la caída fue de un 8% hasta los US$20,9 millones.
Cuatro países de la región concentraron el 69% del total de las exportaciones: Chile y Perú, con el 22% de la facturación cada uno; Uruguay, con el 15%, y Ecuador, con el 10%. México y España apenas recibieron el 6% y el 3%, a pesar de que, en conjunto, representan cerca del 75% del mercado mundial de libros en castellano. El Gobierno apunta a trabajar con las firmas del sector con el objetivo de desarrollar con mayor profundidad estos mercados en 2019.
Para ayudar a la industria editorial, la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional (Aaici) trabaja sobre tres ejes: capacitación, promoción comercial y armado de agendas de negocio con compradores internacionales. En este marco, llevaron en marzo a 12 empresas a la Feria Internacional del Libro en Bolonia, 27 a la de Bogotá, 13 a la de Fráncfort y, a fines de mes, planean viajar con 47 más a la de Guadalajara. Además trajeron 12 compradores de Chile, Ecuador, México y Colombia a la Feria de Buenos Aires, que se reunieron con más de 60 editoriales argentinas.
Más allá de estas iniciativas, la capacidad exportadora del sector se ve afectada por los mismos problemas que dificultan su desempeño local: la aplicación del IVA al papel, que no existe en otros mercados de habla hispana y encarece el costo del libro argentino entre un 5% y un 10%, un sostenido aumento en la importación de libros (63% en 2017 hasta US$128 millones, mientras que la exportación cayó 4,6% hasta los US$26 millones) y los inconvenientes para acceder al crédito bancario. Como consecuencia de la crisis, las tiradas se han reducido, pasando de 5000 ejemplares a 1000 y, en algunos casos, hasta 200.
"Nuestra industria editorial tuvo una época de oro en América Latina, mucha gente de América Central, Colombia y Venezuela te cuenta que solía estudiar con libros argentinos –dijo María Teresa Carbone, presidenta de Imaginador y flamante titular de la Fundación El Libro–. En cuanto a ventas, estábamos detrás de España y México, pero nos terminó superando Colombia".
"Este valor del dólar hace más competitivo al libro de lo que estaba antes, pero nos metieron retenciones –afirmó Martín Gremmelspacher, presidente de la editorial Bonum y antecesor de Carbano al frente de la Fundación–. El costo del papel aumentó 100% en los últimos 12 meses. Otro inconveniente es que nosotros pagamos al contado en 30 días y tardamos entre seis y nueve meses en cobrar una exportación. Eso nos produce un desfase financiero".
Gremmelspacher también habló de las dificultades que enfrentan varias empresas a la hora de asistir a las grandes citas internacionales del sector. "Hoy, ir a la Feria de Guadalajara, entre pasaje aéreo, hotel, stand y otras cosas implica un desembolso de $100.000 que hay que pagar inmediatamente, algo que a veces un pequeño editor no puede hacer", sostuvo.
Y luego están los costos de producción y logística. Christian Rainone, presidente de Guadal, una editorial especializada en textos infantiles que exporta hace 15 años, tuvo que mudar la producción para mantener a flote el negocio: "Fabrico en China con contenidos argentinos y esa mercadería se factura acá, pero va a otros países. A raíz de eso pudimos mantenernos competitivos para los negocios internacionales".
Aunque reconoció que "con esta devaluación tuvimos un período de tres o cuatro meses muy buenos", el aumento del precio del papel también lo perjudicó: "Es un commodity, el valor automáticamente se duplicó y hemos perdido la competitividad", sentenció.
"Nosotros exportamos tres o cuatro veces en el año, por alrededor de US$40.000", señaló por su parte Alejo Ávila Huidobro, director general de Del Naranjo. "Desde hace unos años que se fueron perdiendo mercados, en el caso del rubro editorial tenemos competencia muy fuerte de las editoriales españolas, que tienen una política comercial más agresiva y, a causa de su crisis, vuelcan sus productos a América Latina a precios competitivos", señaló.
Ávila Huidobro también destacó las dificultades logísticas que enfrentan. "Los gastos son bastante elevados, el libro ocupa mucho volumen, pesa mucho y tiene poco valor por tonelada –dijo–. Los costos de almacenamiento y despacho son altos. Lo que ahora vemos con preocupación son los derechos de exportación de tres pesos por dólar. La pequeña ventaja que se puede lograr con la depreciación del peso la terminás perdiendo por esto, que se vuelve un costo más para salir al exterior".
En este sentido, Gremmelspacher se animó a deslizar críticas a Exporta Simple, el sistema diseñado para facilitar a pequeñas y medianas empresas la exportación de sus productos mediante prestadores de servicio postal. "No es tan simple como se pensaba, tiene buenas intenciones, pero no lo terminamos de usar del todo", afirmó. Ávila Huidobro coincidió con él: "Al principio la veíamos como una herramienta muy positiva, pero, al empezar a usarla, descubrimos que no lo era tanto porque, al estar operada por couriers, entra al país de destino con un precio alto".
"Hay lugares donde no podemos utilizar Exporta Simple porque el cliente nos dice que le resulta muy caro. Entonces vamos por la vía la normal, pero los costos de depósitos son realmente muy altos –agregó Carbano–. Aunque el cliente paga el flete si estás haciendo una exportación FOB, lo que le tenés que pagar al despachante, más el depósito fiscal, más el sistema María, hace que no sea rentable sacar un pedido inferior a los US$5000".
Innovar para exportar
Alejandro Wagner, director de Comercio Internacional de la Aaici, sugirió que las asociaciones entre distintas editoriales pueden ser una buena alternativa para salir al mundo. "Un buen camino para exportar es aliarse. Está pasando mucho con las editoriales universitarias, que incluso lograron armar un catálogo de venta con otros países de América Latina para empezar a vender derechos y también con las editoriales infantiles", agregó.
Gremmelspacher dijo que esa estrategia solo sirve a las compañías pequeñas con poca experiencia en el comercio exterior. "Estos modelos de asociaciones a mí ya no me funcionan por la escala en la que estoy. Es un buen paso para iniciarse, pero cuando estás maduro no sirve", aseguró. En similar sentido, Carbano dijo que "para el que recién se inicia es una solución, para el más consolidado, no".
Sin embargo, la tecnología ofrece una solución para conquistar mercados extranjeros: la impresión bajo demanda, que busca sustituir exportaciones e importaciones físicas al enviar las obras en formato digital para que se impriman en destino. Bibliomanager, una empresa nacida en 2013 que tiene sedes en la Argentina, México, Colombia, Perú, Uruguay y que alista su desembarco en Chile, es una de las líderes en este segmento. "Por una cuestión de negocios, cuando más preocupado está el editor, más oportunidades se generan para nosotros", dijo Gustavo Vorobechik, CEO de la compañía.
A la fecha, Bibliomanager trabaja con 120.000 títulos de 1700 editoriales. "Es una enorme oportunidad para el editor porque un cliente en cualquier parte del mundo que quiera comprar ejemplares puede cargar el pedido, indicar el punto de entrega y nosotros lo producimos a partir de un archivo digital en una de nuestras filiales en cinco días. Las librerías funcionan hasta las 20, pero la nube está prendida las 24 horas", concluyó.
Guadalajara, la última cita del año (y la más importante)
Cada año, desde 1987, la ciudad mexicana de Guadalajara hospeda la mayor Feria Internacional del Libro (FIL) de habla hispana y la segunda más grande de su tipo detrás de la que se organiza en Fráncfort, Alemania.
La nueva edición de este evento se realizará del 24 de noviembre al 2 de diciembre próximo en el edificio Expo-Guadalajara, que cuenta con una superficie de 40.000 m2. Además del público general, el encuentro convocará a autores, agentes literarios, bibliotecarios, libreros y representantes de casi 2200 casas editoriales de medio centenar de países.
Un total de 47 empresas argentinas del rubro editorial se acercarán hasta la ciudad jalisciense para mantener reuniones con posibles compradores de diversas partes del mundo gracias a la intermediación de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional (Aaici), que también realizó informes de mercado para los participantes argentinos del evento. Se espera una baja en la delegación argentina, dado que solo el pasaje aéreo, hotel y el stand ferial pueden implicar un desembolso de aproximadamente $100.000.
El año pasado, unas 814.000 personas visitaron la FIL, 20.748 de los cuales eran profesionales de la industria del libro.
La programación destinada a este público incluye los foros Internacionales de Editores y Profesionales del Libro, Diseño Editorial y Edición Universitaria y Académica, el Encuentro de Promotores de Lectura, el Coloquio Internacional de Bibliotecarios, el Congreso Internacional de Traducción e Interpretación y la presentación de programas de apoyo a la traducción, además de talleres sobre ilustración y audiolibros, entre otros. Según la organización –en base a cálculos de editores– se estimaron ventas en torno de los US$40 millones.
Además de los 400.000 títulos que estarán en oferta, la feria internacional contará con la visita del Nobel de Literatura de 2006, el turco Orhan Pamuk, y del tenor Plácido Domingo, que dirigirá a la Orquesta Filarmónica de Jalisco en una interpretación del Réquiem, de Verdi.
En 2018, Portugal será el invitado especial de la Feria, que celebrará su rico legado literario con homenajes a Fernando Pessoa y José Saramago, y la visita de 40 autores. Tan solo el año pasado, se estimó que quienes visitaron el evento desembolsaron unos US$300 millones en la localidad mexicana.