Europa se prepara para una guerra comercial sin cuartel
Se complican las transacciones entre distintos países y la UE, y además se ponen en marcha represalias por acciones proteccionistas
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No hay comercio sin guerra, ni guerra sin comercio”, les escribió Jan Pieterzoon Coen, el despiadado gobernador general de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, a los accionistas de la empresa en 1614. Cuatro siglos después, las cosas parecen un poco diferentes. “Que nadie se equivoque: la firmeza es un prerrequisito para conservar la apertura de nuestros mercados”, dice Sabine Weyand, máxima negociadora comercial de la Unión Europea (UE). Tras décadas de apoyo norteamericano al orden comercial basado en reglas y de prosperidad del comercio europeo, ahora la UE tiene que aprender a hacer negocios en un mundo díscolo que se ha rebelado.
Y ahora el principal blanco de la UE parecen ser los vehículos eléctricos de China: a partir del 5 de julio, la Comisión Europea empezó a aplicarles aranceles temporarios que van del 17% para los vehículos de marca BYD hasta el 38% para los de SAIC, dependiendo de los subsidios que las automotrices reciben del Estado chino y de su cooperación con las investigaciones de la UE. La lógica de la Comisión para sumar gravámenes al arancel del 10% que ya existía para la importación de autos es que las automotrices chinas tienen una ventaja injusta debido al trato preferencial —subsidios— que reciben en su país, una justificación que permite que los nuevos gravámenes cumplan con las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sin embargo, la medida ilustra la cuerda floja por la que transitan los funcionarios europeos: quieren mantener el orden comercial basado en reglas, que tanto beneficia al continente, y al mismo tiempo asegurarse de que los rivales más proteccionistas no los pasen por encima.
La medida arancelaria sobre los vehículos eléctricos es controvertida. Los autopartistas alemanes, temiendo la respuesta de China, se oponen a la medida. Se dice que el canciller alemán, Olaf Scholz, quiere un arancel recíproco del 15%, el que impone China. El 10 de julio, el Ministerio de Comercio chino anunció que estaba analizando las últimas medidas comerciales de la UE, con vistas a demandar al bloque regional ante la OMC y aplicar represalias. Cecilia Malmström, excomisionada de comercio de la UE, cree que como resultado de las negociaciones los aranceles que aplican los europeos bajarán en la segunda mitad del año, pero agrega que esos gravámenes no desaparecerán por completo, ya que China no aceptará las demandas de la Comisión y los funcionarios europeos quieren demostrar firmeza.
Es probable que haya más encontronazos y que la UE recurra a otras armas. Una de ellas es el Instrumento de Contratación Internacional, que ya está aplicando a la investigación sobre el mercado chino de dispositivos médicos. Cuando las negociaciones sobre el acceso de las empresas europeas al mercado chino fracasan, la UE puede responder relegando a los oferentes chinos en las licitaciones de contratación. Y Estados Unidos podría ser el próximo. En 2018, cuando Donald Trump impuso aranceles a la importación de acero y aluminio, la UE unió fuerzas con otros países e impuso aranceles de represalia sobre algunos artículos, como las motos y el whisky. Si Trump es reelegido en noviembre e impone aranceles del 10% a todas las importaciones, como ha dicho que hará, los funcionarios europeos seguramente responderán en consecuencia.
Mientras hace todo eso, la UE se esfuerza por recalcar que sus políticas son y seguirán siendo compatibles con las normas de la OMC. Pero ese club comercial es mucho más importante para la UE que para Estados Unidos o China, a quienes no les gusta verse limitados por normas multilaterales. Pero son muchos los países que han perdido interés por cumplir con la OMC. Países como China, la India y Rusia prefieren “un sistema alternativo basado en contratos comerciales, en vez de una institución basada en normas que, en su opinión, terminaron siendo corrompidas por los abogados europeos y los vetos de Estados Unidos”, señala Hosuk Lee-Makiyama, del Centro Europeo de Economía Política Internacional, un think-tank independiente con sede en Bruselas. La UE lo sabe y es muy consciente de que está defendiendo una institución vulnerable.
Si los ánimos se caldean, Europa no la tendrá fácil. A diferencia de los aranceles norteamericanos a los vehículos eléctricos chinos, el sistema arancelario de la UE es tan engorroso que hasta permite que las empresas chinas demanden al bloque ante los tribunales europeos. Seguir adhiriendo a los principios del viejo orden es cada vez más difícil, porque no fueron pensados para tratar con enormes economías dirigidas por el principio del capitalismo de Estado. Y las nuevas armas comerciales de la UE también intentan cumplir con el sistema, aunque los abogados temen que si se aplica de forma demasiado agresiva, el Instrumento de Contratación Internacional termine convirtiéndose, por ejemplo, en una cláusula del tipo “Compre Productos Europeos”.
La intención de Europa es utilizar los aranceles como palanca de negociar un mejor acuerdo, como lo hizo con el aluminio y el acero estadounidenses, señala Lee-Makiyama. Y es lo que todavía puede suceder con la disputa por los vehículos eléctricos chinos. Pero negociar después de una pelea es una estrategia un poco burda y podría no ser suficiente si Trump regresa a la Casa Blanca. De ser así, la UE tendrá que encontrar la manera de reclutar a otros países para que apoyen su causa. Weyand propone elaborar políticas “a la medida de sus necesidades” en términos de inversión, financiación y comercio. En todo caso, sería un método más pacífico que la guerra de la que hablaba el holandés Pieterszoon Coen en el siglo XVII, pero también sería un método políticamente ríspido para un organismo tan apegado al orden basado en reglas como es la Comisión Europea.
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