Estados Unidos-Brasil: una relación que depende del Amazonas
Las empresas brasileñas rara vez predican la defensa del medio ambiente. Y sin embargo, en julio pasado, 20 meses después de que Jair Bolsonaro fue elegido presidente, la deforestación rampante del Amazonas llevó a 28 Ceo a levantar la voz. La inversión extranjera ha estado en caída y las negociaciones comerciales detenidas. “Esta percepción negativa tiene un enorme potencial de causar daño”, escribieron en una carta al gobierno, urgiendo a Bolsonaro hacer algo. El los ignoró. El ritmo de la deforestación, tal como se reportó en noviembre, fue un 10% más acelerado en 2020 que en 2019. Pero el Presidente alegremente redujo el presupuesto para la defensa ambiental por tercer año consecutivo.
Ahora esos patrones brasileños ponen sus esperanzas en otro presidente, uno que no tiene el desprecio populista de Bolsonaro por la ciencia. Joe Biden ha dado señal de que sus políticas exterior e interior apuntarán a contener el cambio climático. Más del 60% de los árboles que aún existen en el Amazonas se encuentran en Brasil. No es solo que la selva lluviosa desborda de una biodiversidad irreemplazable; además es un sumidero de carbono. En cambio quemarlo o hacharlo lo convierte en una fuente de emisiones de carbono. La diplomacia estadounidense bajo Biden buscará persuadir a Bolsonaro de que no permita que eso suceda. Esta es quizás la primera vez que una importante relación bilateral se ha concentrado en los árboles.
Esto presenta tanto riesgos como oportunidades para Brasil. Luego de que Biden dijera en un debate en septiembre que Brasil podría verse enfrentado a “consecuencias económicas” si no “deja de destruir la selva lluviosa”, Bolsonaro tuiteó “nuestra soberanía no es negociable”. Más tarde dijo algo que sonó como una amenaza, afirmando que Brasil necesitaría “pólvora” si fracasara la diplomacia. Las tensiones ahora se han relajado en alguna medida. Biden le dijo a John Kerry, su representante para el clima, que concretara una promesa de campaña de reunir, con ayuda de otros países, US$20.000 millones para el Amazonas. En febrero, Kerry habló por teléfono con Ernesto Araujo, el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, y Ricardo Salles, el ministro de Medio Ambiente. “Tenemos que construir puentes”, dice Salles.
En una entrevista con The Economist Kerry dijo que no sólo “dictaría”, sino que trabajaría con Brasil. Admite que no será fácil, agregando que está negociando con “una administración que se ha sentido agraviada por la manera en que se la ha abordado hasta la fecha”.
En ambos países están tratando de armar un acuerdo que ambos presidentes pueden considerar un triunfo. En enero un grupo de ex miembros del gabinete de Estados Unidos y negociadores climáticos publicaron un “plan de protección del Amazonas”, que establece que la financiación para los países del Amazonas estaría condicionada a la reducción de la deforestación. En Brasil, CEo y científicos autodenominados Concertação pela Amazônia (“Acuerdo por el Amazonas”) están haciendo lobby para que una parte de la ayuda vaya a un desarrollo sustentable.
Siendo secretario de Estado en 2016 Kerry firmó el acuerdo de París sobre cambio climático. Brasil utilizó su dominio del Amazonas como un modo de “incidir más de lo que le permitiría su verdadero peso”, dice Tom Shannon, exembajador estadounidense en Brasil. Entre 2008 y 2019 Noruega y Alemania donaron más de US$1000 millones al fondo del Amazonas de Brasil, que apunta a contener la deforestación y dar soporte al desarrollo sustentable. Pero luego de que el presidente Donald Trump se retiró del acuerdo de París, Brasil, China y otros países parecieron aprovechar su indiferencia ambiental como pretexto para ignorar sus compromisos.
Cuando Bolsonaro llegó a la presidencia en 2019 “una relación que había sido entre estados y sociedades se convirtió en una relación entre dos tipos”, dice Shannon, en referencia al romance de Bolsonaro y Trump. Las demás relaciones de Brasil se volvieron negativas. Luego de dos décadas de negociaciones la UE aún no ha ratificado un acuerdo comercial con el Mercosur mayormente debido a las políticas de Bolsonaro.
El sector privado de Brasil ha dado un paso adelante. Luego de una década de ignorar la tendencia global a hacerse más verde, bancos, fondos y firmas brasileñas han comenzado a comprometerse a reducir sus emisiones de carbono y eliminar la deforestación de sus cadenas de producción. El precio de los créditos de carbono en el mercado voluntario de Brasil se triplicaron en 2020. La demanda crece por acciones de firmas que prometen tener estándares ambientales, sociales y de gobernanza corporativa más estrictos. Mucho de esto es “un lavado de cara verde”, piensa Fabio Alperowitch, de Fama Inversiones, un fondo que se concentra en tales acciones. Pero una parte no lo es.
Los árboles y el bosque
Biden podría ayudar. Los US$20.000 millones que se ha comprometido a reunir para el Amazonas podrían hacerse condicionados a que Brasil cumpla con metas ambientales. Lo mismo podría hacerse respecto del pedido de Brasil de ingresar a la OCDE, un club mayormente de países ricos. En el pasado Brasil ha trabado la creación de un mercado de carbono global insistiendo en que los créditos que vende a otros países también debieran contarse como parte de su propia reducción de emisiones. Tal contabilidad doble resultaría en una reducción general más pequeña. Un rechazo de esta doble contabilidad por la administración Biden, si tuviera éxito, podría fortalecer la conservación del Amazonas.
Pero off the record muchos Ceo admiten estar más ansiosos de lo que dejan ver. Un acuerdo con la administración Biden “es nuestra única esperanza” de evitar barreras comerciales y otros daños a nuestra reputación, dice uno de ellos. Tanto la UE como Gran Bretaña están estudiando leyes para castigar a compañías que importan productos ligados a la deforestación y a los bancos que las financian. El Congreso de Estados Unidos, controlado por los demócratas, podría seguir su ejemplo si fracasa la diplomacia, lo que podría provocar a Bolsonaro para que se vuelva aún más recalcitrante. Un acuerdo solo funcionará si puede decir que es una victoria.
La producción agropecuaria genera un quinto del PBI de Brasil y aproximadamente la mitad de sus exportaciones. Pero mientras que multinacionales tales como JBS, el mayor productor de carne del mundo, y Cargill, un comercializador de alimentos, se han sumado a la Concertação, los productores agropecuarios del Amazonas están notoriamente ausentes. Consideran que la demanda de los ambientalistas de “cero deforestación” no es razonable. (El código de bosques de Brasil permite a los productores agropecuarios en el Amazonas eliminar los árboles del 20% de sus tierras.) “Quien quiera ayudar a Brasil debiera empezar por respetar la ley, incluyendo el derecho a la deforestación”, dice Caio Penido, un lobista del sector de la carne.
El mayor desafío para un acuerdo por el Amazonas promovido por Estados Unidos sería conseguir su aplicación. Noruega y Alemania congelaron sus donaciones al fondo del Amazonas en 2019 luego de perder la fe en Bolsonaro. Es probable que él y Biden estén en desacuerdo respecto de como debe gastarse un nuevo fondo. La administración Biden esperará avances en la reducción de la deforestación. Pero Bolsonaro es renuente a reprimir la tala, la minería y la cría de ganado ilegales; la gente que hace esas cosas a menudo son sus partidarios.
Biden parece más preocupado por el cambio climático que sus predecesores. Kerry es el primer zar del clima que se incorpora al Consejo de Seguridad nacional. Aún así, si Brasil no cumple con sus metas, Biden tiene pocos garrotes diplomáticos con los cuales golpear a Bolsonaro. No querrá aislar un aliado tan grande como Brasil. El comercio bilateral es de US$100.000 millones al año y la cooperación militar está creciendo. Si se impusieran sanciones podría no funcionar. El mayor comprador de carne y porotos de soja brasileños, dos cosas que en algunos casos se producen en tierras deforestadas, no es Estados Unidos, sino China.
Si Bolsonaro se demuestra intransigente, la administración Biden podría trabajar en cambio con estados del Amazonas. El gobierno de Mato Grosso ha tratado de reducir la pérdida de árboles alentando a los productores agropecuarios a anotarse en un registro ambiental. Crear una economía sustentable para el Amazonas exigirá algo más que pagarle a los productores para que no destruyan el bosque, dice Denis Minev de Bernol, la mayor cadena de tiendas de departamentos de la región. En abril Biden será anfitrión de la cumbre del Día de la Tierra buscando persuadir a los líderes mundiales de que fortalezcan sus compromisos verdes en el camino a la cumbre de la ONU en noviembre. Bolsonaro dice que participará. The Wilson Centre, un centro de estudios estadounidense con vínculos con Brasil, ha estado reuniendo a expertos de cada uno de los países. Kerry conoce sus propuestas, dice un diplomático. La verdadera prueba vendrá cuando le lleguen a Bolsonaro.•
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