El comercio exterior genera trabajo en todo el país
Todos tenemos una visión de cómo funciona el mundo, por supuesto siempre imperfecta. Los modelos económicos o políticos o sociales o virales - ahora que están de moda- estilizan o simplifican las relaciones entre variables para intentar identificar “qué pasa aquí cuando toco allí”. El Modelo de las Tres Brechas (3 Gap Theory) de Mundell – Fleming es una forma de representación de estados coyunturales de una economía. Es un simple y eficaz método para identificar qué valores pueden o deben cambiar para obtener el resultado deseado. También pudiera decirse que si nada cambia, podemos anticipar lo que habrá de ocurrir.
El modelo Mundell-Fleming muestra que una economía no puede simultáneamente mantener un tipo de cambio fijo, libre movimiento de capitales y una política monetaria autónoma. Este principio frecuentemente se llama “La trinidad imposible”, “La trinidad irreconciliable”, o el “triángulo de la imposibilidad”. Repito: se pueden tener sólo dos de las tres. El gobierno ha de definir cuales se consideran más deseables según las circunstancias y se sacrifica o pierde el tercer elemento.
En la Argentina nos salteamos ese capítulo del libro, y no tenemos ninguna de las tres. El tipo de cambio fijo que tenemos es sólo para que el BCRA compre, pero a ese precio casi no vende. Los movimientos de capital están muy restringidos, y aunque no lo estuvieran, nadie quiere entrar en un lugar del que después no podrá salir. La política monetaria redunda en endeudar al Banco Central pagando tasas de interés altas que prácticamente eliminan el crédito al sector privado. Como algún día habrá que pagar esas tasas, y eso conlleva emisión, entonces tendremos aún más inflación. O sea, recesión por falta de crédito, ausencia de inversión por falta de mercados de capitales e inflación por exceso de emisión. Pésima combinación y un círculo vicioso.
¿Cómo pudiéramos detener este círculo vicioso? Empezando por decidir cuales dos de los tres elementos del modelo M-F queremos tener. Hoy no tenemos definido ninguno de ellos. Una vez definido es probable nadie se sorprenda al ver que un buen instrumento para lograrlo es el aumento de las exportaciones.
Si aumentaran las exportaciones habría más ingreso de divisas, y aunque se mantuviera la infame obligación de entregarlas al BCRA, conllevaría una sana emisión de dinero. Es muy distinto emitir sin respaldo, que por comprar dólares. El activo y el pasivo del BCRA se mueven de la misma manera cuando hay compra de divisas, tema clave para evitar emisión espúrea.
Si aumentaran las exportaciones habría ingreso de divisas con lo cual se pueden pagar importaciones o deudas. Si, ya sé, algún día volveremos a poder ahorrar libremente en la moneda que se desee pero hasta tanto se recomponga la situación, sería muy tranquilizador saber que hay reservas para poder pagar importaciones y deudas. Si además más pronto que tarde se permite el libre acceso de privados estaríamos también solucionando los movimientos de capitales.
Faltaría entonces una política monetaria autónoma, muy deseable por cierto. Sin embargo, sería una situación muy diferente a la actual donde el BCRA financia el déficit fiscal. Reitero que una cosa es emitir por compra de divisas (hay un activo en dólares) y otra para financiar al Tesoro (que entrega un papelito que dice que no sabe si algún día pagará). De nuevo, el model M-F muestra que los tres objetivos no son posibles simultáneamente. Dejemos entonces ese objetivo para más adelante cuando Argentina logre un contundente crecimiento y pueda dejar flotar el tipo de cambio. Espero que mis nietos lo lleguen a ver.
Fomentar las exportaciones implica múltiples desafíos, que pueden servir de guía para gran parte de las políticas económicas y sociales de Argentina. Pensemos en más y mejores tratados internacionales. Por ejemplo, el Brexit nos dá ahora una oportunidad. Los tratados simplifican todos los procesos, homologan acuerdos sanitarios y de otro tipo, acuerdan etiquetados, normas medioambientales y laborales, etc. Es cierto que muchos de esos acuerdos serían un costo adicional, pero también menores tiempos y más mercados.
Orientar el país a las exportaciones define prioridades en la infraestructura apropiada, por ejemplo, con más escuelas y caminos rurales o más conectividad. Todo gobernador que decida hacer estadios de football en lugar de salitas de primeros auxilios en pequeñas poblaciones tendrá serios problemas para justificar su gasto. La educación pasa a tener un rol absolutamente prioritario. Se dirigirían recursos a lograr avances tecnológicos (desde mecánica en una cosechadora o biotecnología en semillas o una App novedosa o satélites especializados... ) en lugar de a mantener el statu quo en poblaciones vulnerables.
Por supuesto, las exportaciones tienen grandes ventajas sociales al dar trabajo en todo el país y no solamente en las oficinas burocráticas de los distintos gobiernos o generando cada vez mayores aglomeraciones urbanas.
Al exportar bienes y servicios también se importarán bienes de capital o insumos que no se justifique fabricar aquí por costos o patentes. También se podrían importan los servicios financieros con menor costo que los locales: con garantía de producción colocada en el exterior es mucho más barato obtener fondos que localmente, con una economía en recesión y con un gobierno que absorbe todos los fondos disponibles.
El sector externo debe crecer en Argentina, y mucho. Con una población no muy grande que está empobrecida, debemos trabajar para lograr un salto en la calidad de vida. Exportar es la única forma que “cierren” las cuentas. Es la mejor forma de tener un motor de crecimiento.
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