Diseñaron un material ultraliviano que distingue a sus anteojos y exportan a una decena de países
Una empresa familiar investigó e hizo ensayos durante cinco años hasta que registró el insumo que utiliza en las 600.000 gafas que produce al año
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CÓRDOBA.- Hace seis años los hermanos Esteban y Alejandro Cacciavillani crearon una fábrica de anteojos. Vienen de una familia de ópticos, pero empezaron a investigar y crearon una marca de anteojos ultra flexibles e irrompibles. Desde su taller en Lomas de Zamora, Usual se vende a todo el país y exportan a varios países; cuentan con certificación de la Unión Europea. La empresa emplea a personas con discapacidades, no genera desperdicios con el compuesto químico que usa y, además, colabora con diferentes fundaciones en el país
Con un esquema de tercerización, Usual produce unos 600.000 anteojos al año, de los que 80% comercializa en el mercado interno. La marca vio la luz en 2017, después de un proceso de investigación de cinco años. Registraron el material smartflex que lograron a partir de cambios en moléculas para que, más aireadas, pesen menos.
Uruguay fue el primer destino al que llegaron y en el que registraron el crecimiento más fuerte. Replicaron el concepto de la Argentina y tienen presencia en 170 de las 500 ópticas existentes. También están en Chile, Paraguay, Panamá, Costa Rica, Honduras, Brasil, Bolivia. Se preparan para desembarcar en Colombia.
La temporada de verano 2024/2025 es la segunda en la que también hicieron gafas de sol, ya que antes se concentraban solo en recetadas.
La familia Cacciavillani lleva varias décadas con ópticas de venta al público. En una visita a una feria del sector en Hong Kong, Esteban Cacciavillani detectó que los productos más masivos y económicos no tenían diferenciación por diseño y la calidad era baja. En ese momento pensó que existía una “oportunidad” en la fabricación. Durante dos años trabajaron en la matricería con la decisión de hacer un “anteojo con características únicas, adaptado a los latinos”.
En esa línea buscaron un plástico “diferente, liviano, flexible”. No tenían experiencia en la producción con plástico inyectado. Así nació, después de muchos ensayos, el material smartflex (liviano, ergonómico, con colores inalterables, ultra resistente, atóxico, hipoalergénico). La producción está tercerizada.
Empezaron con un solo modelo para probar cómo funcionaba el anteojo. La producción del plástico es costosa, pero como es liviano, se pudo abaratar con matricería múltiple. Se inyectan entre ocho y diez por minutos, cuando en el mundo es la mitad.
“Somos una marca social, no de moda -dice a LA NACION Jorge Farall, director de Imagen y Marketing-. Toda la tecnología que aplicamos es para que los lentes sean accesibles y asequibles”. Los marcos pesan entre nueve y 12 gramos.
Farrall precisa que el segmento en el que operan es el de gama B, el más dinámico en los sectores medios. “Competimos contra gafas de contrabando y las chinas, que son muy baratas -se sincera-. Tenemos costos altamente competitivos y muy buena calidad, por eso logramos evolucionar y ganar mercado”.
La Cámara Argentina de la Industria Óptica y Afines (CADIOA) estima que en los últimos años entraban a la Argentina unos 10 millones de anteojos de contrabando; la mayoría suelen provenir de Chile y de Paraguay. Hace unas semanas hubo un operativo que marcó un récord en Chile, ya que el Servicio Nacional de Aduanas incautó en el puerto de Iquique el mayor cargamento de lentes de sol falsificados de la historia, unos 84.000 pares de anteojos que imitaban diseños de reconocidas marcas internacionales como Oakley, Ray-Ban, Versace y Louis Vuitton, entre otras.
Farall apunta que por los vaivenes del tipo de cambio y la burocracia exportadora argentina atravesaron años muy complejos. “La situación está mejorando, incluso hay menos entrada ilegal de productos. La demora en los envíos hace, muchas veces, que los distribuidores repiensen un pedido por los tiempos de espera”, añade. Define el target como “moda consciente”.
Marca de triple impacto
Farrall precisa que la marca nació con un “fuerte compromiso social y una mirada responsable sobre el cuidado del medio ambiente”. Colabora con ONGs o fundaciones que ayudan con sus programas sin fines de lucro a personas que lo necesitan, mejorando su salud visual y su calidad de vida.
Por ejemplo, colaboran con el hospital Garraham (provee de armazones infantiles a pacientes sin recursos); con el Austral y la Fundación Nativa del Impenetrable chaqueño colabora con la atención de pueblos originarios, entregando sin cargo las monturas con la graduación recetada. Trabaja también con Muchos Milagritos hacen un Milagro de Córdoba y la ONG Cuerpo & Alma de Santiago del Estero y Chaco. Por año donan cerca de 5.000 anteojos con los cristales incluidos.
Desde su nacimiento la marca incorporó un taller protegido, en el que trabajan unas 40 personas con discapacidad que se encargan de ensamblar y hacer el control de calidad del producto. Hace poco sumaron un segundo, de Lomas de Zamora, donde tercerizan tareas.
Además, con el polvillo que desprende la fabricación a gran escala que realizan de los lentes de demostración que usan las ópticas producen ladrillos que son donados a entidades que los necesiten. Con esos mismos residuos en el 2023 realizaron suelas de zapatillas, armaron el calzado y lo donaron.
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