Después de las elecciones, Europa se prepara para Donald Trump
El inicio de una posible guerra arancelaria por parte de EE. UU., el mayor socio comercial del viejo continente, golpearía a industrias importantes.
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Las perspectivas de la economía europea han sido decepcionantes. Tras la elección presidencial de Donald Trump, empeoraron. Se espera que la profunda incertidumbre sobre las políticas del gobierno de Trump en materia de comercio, tecnología, Ucrania, cambio climático y otros asuntos enfríe la inversión y frene el crecimiento. El inicio de una posible guerra arancelaria por parte de Estados Unidos, el mayor socio comercial y aliado más cercano de la Unión Europea y el Reino Unido, golpearía a industrias importantes como la automovilística, la farmacéutica y la de maquinaria.
Y la necesidad de aumentar el gasto militar debido a las dudas sobre las garantías de Estados Unidos en Europa tensaría aún más los presupuestos nacionales y aumentaría los déficits. Además, la actitud más contenciosa del presidente electo hacia China podría presionar a Europa para que tome partido o se enfrente a represalias.
“La peor pesadilla económica de Europa se ha hecho realidad”, dijo Carsten Brzeski, economista jefe del banco neerlandés ING. Los acontecimientos, advirtió, podrían empujar a la eurozona a “una recesión en toda regla” el año que viene. Con la agitación política en Alemania y Francia, las dos mayores economías de Europa, este último golpe difícilmente podría llegar en peor momento.
El mismo día que se anunció la victoria de Trump, el canciller alemán, Olaf Scholz, disolvió su gobierno de coalición por profundas diferencias sobre las prioridades de gasto y el déficit. Para Alemania, que ya está sufriendo un segundo año de recesión, los retos económicos que plantea otro gobierno de Trump son especialmente graves. Su economía se tambaleó después de que Rusia invadiera Ucrania y terminara el flujo de gas ruso barato, ingrediente clave del éxito industrial del país.
Alemania tiene problemas en dos frentes. Volkswagen, el mayor fabricante de automóviles del continente y el mayor empleador de Alemania, anunció recientemente que probablemente cerraría plantas y despediría trabajadores. La competencia de los coches eléctricos chinos ya ha hecho mella en las ventas del sector en el extranjero y en Europa.
Los dirigentes se debaten entre aplacar a China o enfrentarse a ella. El mes pasado, el gobierno alemán votó en contra del plan de la Unión Europea de imponer aranceles de hasta el 45 por ciento a los vehículos eléctricos fabricados en China. Otros países, como España, se abstuvieron. La mayoría lo aprobó y, en respuesta, China impuso nuevos aranceles al brandy europeo, la mayor parte del cual procede de Francia.
Los aranceles como represalia entre Estados Unidos y la Unión Europea ensombrecerían aún más las perspectivas de la industria automovilística. Estados Unidos es el mayor mercado para los automóviles exportados desde Alemania, con casi el 13 por ciento de los 3,1 millones de automóviles que vendió en el extranjero en 2023.
El discurso de Trump durante la campaña de hacer que la Unión Europea “pague un alto precio” por no comprar suficientes importaciones estadounidenses e imponer aranceles generales del 10% o el 20% puede ser un punto de partida para las negociaciones. Sin embargo, incluso los analistas que esperan que tome medidas más modestas sostienen que es probable que imponga aranceles específicos a la industria automovilística.
“Muchos en Europa aún no han comprendido del todo lo que significa pensar conjuntamente en geopolítica y política económica”, dijo Hildegard Müller, presidenta de la Asociación Alemana de la Industria del Automóvil.
El aumento de los aranceles estadounidenses, por supuesto, va mucho más allá de Alemania y de la industria automovilística e incluye a Novo Nordisk, la empresa farmacéutica que está detrás de Ozempic, así como a sectores como la alimentación, el vino, el queso, las perlas, los productos químicos, los reactores nucleares, la cristalería, el calzado y otros más en más de dos decenas de países.
Luisa Santos, subdirectora de BusinessEurope, grupo que representa a miles de empresas, advirtió de que los aranceles elevarían los costos y obstaculizarían la inversión. “Seguimos esperando que, debido a la importancia de la relación económica, se reconsideren y no los tengamos”, dijo sobre los aranceles. La inversión directa de la Unión Europea en Estados Unidos ascendió a 2,4 billones de dólares en 2022, lo que a su vez creó más de 3,4 millones de puestos de trabajo estadounidenses, según la Unión Europea.
En la actualidad, el arancel medio de Estados Unidos para las importaciones europeas ronda entre el 3 y el 4%.
Mientras tanto, el aumento de los aranceles estadounidenses sobre China, otra de las promesas comerciales de Trump, probablemente animaría a los fabricantes chinos a ampliar sus ventas fuera de Estados Unidos, aumentando la competencia con los productores europeos rivales.
Las empresas europeas podrían tratar de establecer o ampliar su producción en Estados Unidos. Sin embargo, cualquier fabricante que utilice materiales importados de China vería aumentar sus costos independientemente de dónde estuvieran sus instalaciones.
Vestas, empresa danesa y primer fabricante mundial de aerogeneradores, dijo que ya estaba aumentando la producción en sus dos plantas estadounidenses de Colorado. Más del 40% de sus pedidos se originaron en América en los tres meses que terminaron en septiembre.
“El mundo se ha vuelto diferente en lo que respecta a los aranceles”, dijo Henrik Andersen, director ejecutivo de la empresa, en una llamada con analistas del sector la semana pasada. Vestas ya ha tenido que sortear los aranceles que se impusieron durante el primer gobierno de Trump y el gobierno de Biden, dijo: “Por eso intentas excluir cada vez más volúmenes y cada vez más componentes de origen chino cuando se trata de Estados Unidos”.
Los aranceles no son el único problema para la industria eólica. Durante la campaña, Trump prometió acabar con los proyectos eólicos marinos el “Día 1″. La empresa danesa Orsted, uno de los mayores promotores de energía eólica marina del mundo, está construyendo Revolution Wind, un gran proyecto frente a Nueva Inglaterra, y trabaja en otro, Sunrise Wind, para Nueva York.
Mads Nipper, director ejecutivo de Orsted, dijo la semana pasada que esperaba que prevaleciera la necesidad de grandes volúmenes de electricidad limpia para alimentar los centros de datos y la inteligencia artificial. “Se trata de una industria que se está construyendo desde cero y que cuenta con el firme apoyo de los estados del noreste, donde las alternativas de suministro de energía, y especialmente de energía limpia, son difíciles”, dijo.
Trump también ha dicho que quiere detener algunos de los proyectos de energía limpia que se han beneficiado del multimillonario paquete de política industrial aprobado por el Congreso en 2022. La necesidad de una respuesta coordinada de la UE dominó la cumbre de la semana pasada en Budapest.
“La sensación de urgencia es mayor que hace una semana”, dijo Mario Draghi, ex primer ministro italiano, quien completó recientemente un informe sobre la competitividad europea. Draghi pidió aumentar la inversión pública anual en US$900.000 millones para que Europa pueda invertir su estancada economía y competir mejor con Estados Unidos y China. Lo más importante ahora, dijo, es redoblar los esfuerzos para vincular las economías del bloque con un mercado único de capitales y mediante la emisión de deuda común, propuestas que han generado polémica.
“No preguntes qué puede hacer Estados Unidos por ti, pregunta qué debe hacer Europa por sí misma”, dijo en la reunión Giorgia Meloni, primera ministra de Italia. “Europa debe encontrar un equilibrio. Sabemos lo que tenemos que hacer”. Al final de la reunión, los líderes adoptaron una declaración en la que prometían aumentar la competitividad de Europa.
Pero si la Unión Europea puede convertir esos sentimientos en realidad sigue siendo una pregunta sin respuesta, dada la creciente fragmentación política dentro de Europa y el ascenso de los partidos de derecha, escépticos ante la idea de dar más poder a Bruselas.