Desafíos y oportunidades de un debate que lleva más de 20 años
El acuerdo entre ambos bloques se alcanzó en 2019 pero nunca se ratificó; el principal obstáculo hoy pasa por los planteos medioambientales europeos que traban su puesta en marcha
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CÓRDOBA.- Con el inicio del gobierno de Javier Milei, la Argentina ratificó la voluntad de que se avance en un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) pero la situación se fue complejizando. Una de las primeras actividades de la canciller Diana Mondino fue reunirse con una delegación del Parlamento Europeo para las Relaciones con el Mercosur. En ese contexto, resaltó que este tipo de consensos “ayuda a la consolidación” del propio Mercosur como bloque. Las negociaciones llevan más de dos décadas; el objetivo es un tratado que reduzca las barreras comerciales, integre cadenas de valor y promueva inversiones. Además, se abordan estándares para el desarrollo sostenible, el medio ambiente y las condiciones laborales justas.
Las condiciones para que se finalice el acuerdo aún “no están reunidas” pero las negociaciones continúan, dijo hace un mes Eric Mamer, el portavoz de la Comisión Europea.
En 2019, la UE y el Mercosur llegaron a un acuerdo político pero el documento nunca fue ratificado porque siguen las trabas, en su mayoría del lado europeo. Varios de los 27 miembros de la Unión plantean que el tratado representa una “amenaza” para el medioambiente. El opositor más fuerte es el presidente francés Emmanuel Macron; en la Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en Dubai, reiteró que no firmará porque su contenido no responde a las necesidades ambientales actuales. Después de eso, se abrió la posibilidad de un reacercamiento entre las partes para un diálogo sobre sustentabilidad, respaldado por foros interregionales.
Un trabajo del prestigioso Instituto Elcano realizado por los investigadores Antoni Estevadeordal, Ernesto Talvi y Alejandro Werner plantea la importancia de que el acuerdo se cierre ya que le permitiría a la UE contar con un tratado que abarcaría al 94% del PIB de América Latina, comparado con un 44% de EEUU y 14% de China; además, sería el “trampolín” para una integración “más ambiciosa y profunda” y la “vía para impulsar una integración intrarregional en América Latina, un objetivo que ha sido esquivo desde hace décadas”.
El reporte repasa que el acuerdo es “mixto”, incluye un componente comercial y otros dos de diálogo político y cooperación. Por lo tanto, abarca competencias exclusivas de la UE y algunas compartidas entre la Comisión y los Estados miembro que requieren de la ratificación del Parlamento Europeo. En cambio, el comercio es competencia exclusiva de la UE y, en principio, el acuerdo comercial podría entrar en fase de aplicación provisional una vez aprobado por los parlamentarios.
El pilar comercial del tratado prevé la posibilidad de una aplicación bilateral, por lo que podría entrar en vigor en cuanto lo aprueben el Parlamento Europeo y el Congreso de al menos uno de los países del Mercosur. Los investigadores de Elcano entienden que la presidencia española del Consejo de la UE y los gobiernos de Lula en Brasil (que preside el Mercosur) y de Milei en la Argentina abrieron una “ventana de oportunidad” para avanzar.
La presidencia del Mercosur en el primer semestre de este año es de Paraguay y en la UE, Bélgica. Hay que tener presente que la región belga de Valonia rechaza el acuerdo por cuestiones ambientales. Por su lado, el presidente paraguayo Santiago Peña, planteó los tratados prioritarios son con Singapur (cerrado en diciembre) y con Emiratos Árabes Unidos.
El exembajador argentino en la UE Diego Guelar reseña que hay “distintos niveles” de oposición al tratado aunque la más importante tiene como argumento la cuestión medioambiental y a Brasil como eje por el cuidado de la Amazonia. Advierte que es un punto “sustancial” porque lo demanda la población europea: “Tiene entidad interna y, por lo tanto, externa”.
El experto Marcelo Elizondo las exigencias sanitarias y ambientales están “sobreactuadas” por la UE a punto tal que entiende que los “temores” del sector de los agronegocios del Mercosur respecto de que se pueden convertir en barreras para arancelarias, son fundados. “Es un mercado muy importante, de alrededor de US$10.000 millones, pero el bloque está queriendo imponer sus estándares al mundo y, en este punto, también juegan las políticas proteccionistas de Francia”, agrega.
Coincide con esa lectura Esteban Actis, doctor en Relaciones Internacionales y docente e investigador de la Facultad de Ciencias Políticas de Rosario. Complicaron las negociaciones la propuesta de un Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono, presentada en julio de 2021 por la UE y que tiene por objeto igualar el precio del carbono entre los productos del bloque y los importados, y la medición de la deforestación.
Ahonda respecto de que el Pacto Verde europeo tiene “muchas exigencias” y posibilidad de sanciones sobre esos puntos, lo que genera “mucho ruido” porque puede ser un proteccionismo encubierto que tiene como objetivo “hacer más costosa y dificultosa” el ingreso de la producción del Mercosur.
Otros puntos conflictivos
Aunque lo medioambiental tiene un rol protagónico, hay otros ejes en discusión. Guelar sostiene que hay que reconocer que no se trata de un tratado “entre iguales” porque la UE no se considera un par del Mercosur. Plantea que hay asimetrías económicas, financieras y organizativas. “Es un dato de la realidad que hay que tener en cuenta cuando se quiere negociar -añade-. Si se exige la igualdad es una forma de bloquear el acuerdo”.
“El panorama en 2024 no parece muy alentador para la ratificación del acuerdo -comentan desde Elcano-. La atención europea en procesos internos, la pérdida de esperanza en la región latinoamericana y el cambio de presidencias rotatorias ponen al tratado en una posición vulnerable. No obstante, la ratificación sigue siendo un tema preferencial para Alemania y Brasil, quienes continúan impulsando los diálogos para su finalización. A ello, se suma el apoyo de la Argentina”.
Actis ratifica que hay una oposición estructural que existe desde que se comenzó a negociar y que tiene que ver con los intereses defensivos que aparecen en cada una de las mesas negociadoras: las regulaciones propias de economías cerradas como son la Argentina y Brasil y el bloqueo permanente del sector agrícola europeo.
El especialista grafica con que es hay una “oposición” entre la PAC (Plan Anual de Contrataciones) brasilero de las compras públicas y la PAC (Política Agrícola Común) de la UE de subvenciones a ese sector. Además, hay “bloqueos circunstanciales” que se vinculan con las rotaciones de las presidencias o aspectos puntuales en discusión.
En lo que hace a compras públicas, el acuerdo contempla el trato nacional para las empresas de las dos regiones. El planteo brasileño es que las grandes constructoras y energéticas europeas pueden dejar fuera de carrera a las locales en una licitación. “Es una aspiración europea la de participar en las compras estatales en igualdad de condiciones que las empresas nacionales -especifica Guelar-. En este punto el gran interlocutor es Brasil; la Argentina fue desplazada”.
Elizondo sostiene que, durante la gestión de Alberto Fernández, hubo una “restricción ideológica” a la discusión del tratado con funcionarios “más proteccionistas, más partidarios del sobrecontrol”. A su entender, los sectores industriales menos competitivos creen que no pueden competir con sus pares europeos pero “eso es en una economía disfuncional como la actual, cuando se estabilice y se ordene, podrán hacerlo”.
El lobby agrícola europeo, afirma Guelar, tiene más “historia estructural que peso económico”. Describe que se vincula con la política agrícola común de los ‘70, cuando el eje era la “necesidad de la autosuficiencia alimenticia” y por eso se establecieron los subsidios, pero además apunta a que no haya emigración de la población de la zona rural.
“Para la UE es un factor de cohesión, liderado por Francia y Holanda; en términos de recursos los subsidios representan 1% del PBI y si bien generan distorsiones no son tan costosos para el bloque”, resume.
Clave para el Mercosur
“Todo acuerdo comercial impacta en la puja distributiva; siempre hay ganadores y perdedores, no son neutros”, subraya Actis, quien remarca que la ratificación del tratado sería “importante y beneficioso” para el Mercosur. Interpreta que sería un “espaldarazo muy fuerte” para una organización que “necesita dar señales de que está viva”.
Si bien el anuncio del acuerdo con Singapur fue importante, uno con la UE “sería clave” para el proceso de integración. Añade que los tiempos diseñados para la desregulación arancelaria para los sectores más sensibles permite una “reconversión y adaptación; da la posibilidad de volverse más eficientes”. Menciona que esa situación se registró también en Chile, en Perú, en Colombia y México. “Es importante a la hora de los estándares que se ven obligados a cumplir porque son elevados; hacen una armonización normativa y elevan la vara”, sintetiza.
Elizondo hace una interpretación parecida; sostiene que para el Mercosur el acuerdo sería crucial. “Es un bloque que funciona muy mal hacia adentro; con obstrucciones permanentes pese a las prohibiciones establecidas en el Tratado de Asunción -continúa-. Es un bloque cerrado al mundo, con el menor ratio entre exportaciones y PBI entre 20 bloques en el mundo; esa relación es del 15% frente a un promedio del 33%; tiene poco acceso a terceros mercados. Sin el tratado es posible que termine feneciendo en los hechos, languideciendo por su inoperancia. Es un bloque viejo, solo arancelario, cuando hoy la integración es institucional y regulativa”.
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