Dejar atrás el péndulo desalentador
A pesar de los vaivenes económicos y políticos de los últimos 50 años, la productividad argentina es alentadora; lo que falta
Si bien en los últimos cincuenta años la economía argentina ha oscilado pendularmente entre dos modelos de desarrollo prácticamente opuestos y cuyos resultados a nivel agregado han resultado poco alentadores, la configuración productiva ha ido presentando algunos rasgos novedosos que pueden contribuir -si se los aprovecha y estimula adecuadamente- a enfrentar los próximos 50 años en un escenario de menor volatilidad e incertidumbre relativa.
Algunos datos de la agroindustria:
- Mientras a mediados de los ?80 la producción de cereales y granos se ubicaba en torno de las 25 millones de toneladas, los últimos registros la acercan a los 100 millones
- La producción de lácteos, que oscilaba entre 4000 y 5000 millones de litros anuales, se duplicó para situarse actualmente entre los 10.000 y 11.000 millones de litros
- En carnes, la producción se ubica en torno de los 3 millones anuales. Carne de pollos, frutas, vinos y limones, son otras actividades que también exhiben modificaciones sustantivas en sus registros.
Una parte de tal dinamismo se asocia con la expansión de la frontera cultivable mientras que el grueso responde a mejoras tecnológicas y organizacionales (siembra directa, semillas transgénicas, descubrimiento del silo bolsa, trabajo en red).
El desarrollo de la actividad manufacturera, por su parte, ha ido evolucionando a lo largo de las últimas décadas -no sin oscilaciones ni contramarchas- hacia una estructura productiva caracterizada por una importante especialización en insumos básicos difundidos, de clase mundial.
En tal sentido, la producción argentina de acero, aluminio, productos químicos y petroquímicos, entre otros, ha ido reduciendo la brecha tecnológica y de calidad respecto de sus competidores internacionales.
Por otra parte, actividades tradicionales en el país como la automotriz, han ido adaptándose al escenario de creciente interdependencia a escala global, desverticalizando la producción, avanzando en series cortas, incorporando un mayor nivel de componentes importados, incrementando su especialización e inserción en el mercado regional, complementando su oferta doméstica con las filiales en Brasil.
En el caso de las autopartes, existen numerosos ejemplos de éxito de firmas que han crecido y se han internacionalizado, abasteciendo a terminales del exterior en productos tan amplios y complejos como cajas de cambio o válvulas para motores. La contracara de este proceso ha sido el creciente desequilibrio comercial en este segmento, consecuencia de la escasa integración local de la producción de las terminales y de la insuficiencia de oferta del tejido autopartista.
Más allá del complejo automotriz, los alimentos y los insumos básicos difundidos, segmentos del sector textil-indumentaria, de la marroquinería, de la maquinaria agrícola, de la farmacéutica, también han registrado mejoras sustantivas en estas décadas.
En el ámbito de los servicios, a lo largo de los últimos 20 años y con mayor énfasis luego de la salida de la convertibilidad, se registra un particular dinamismo de actividades tan disímiles como el turismo, los servicios empresariales (contabilidad, recursos humanos, jurídicos, etc.), informática y software , medicina, I+D, arquitectura, ingeniería y construcción, publicidad, etc.
Todas tienen en común el hecho de que su provisión se materializa a través del uso de TICs e involucra el empleo de recursos humanos de mediano/alto nivel de calificación.
Mirada de largo plazo
La exportación argentina de servicios ya ronda los 12.000 millones de dólares anuales. Si bien alrededor del 55%, responde a actividades más tradicionales del sector (como el turismo y el transporte), las ventas al mundo de nuevos servicios ya alcanzan al 45% del total.
En definitiva, una mirada de largo plazo de la economía argentina permite observar cambios sustantivos en el patrón de especialización e inserción internacional, generados aún en escenarios macro nacionales altamente volátiles y con modelos económicos muchas veces divergentes.
Esto significa que no existe rasgo genético en el empresario argentino ni en la sociedad en su conjunto que inhiba el proceso innovador y competitivo. Y que el desarrollo de los sectores agropecuario, industrial y de servicios, puede ser un proceso no dicotómico, sino simultáneo y retroalimentado.
Y que con políticas macrosustentables y con políticas micro adecuadas, orientadas a favorecer el ensanchamiento y alargamiento de las cadenas de valor que aprovechen en mayor y mejor medida los insumos básicos industriales y las materias primas agrícolas de clase mundial que dispone nuestro país, así como los recursos humanos calificados, el desarrollo económico y social puede dejar de ser una utopía.
En efecto, el fortalecimiento productivo del país y el mayor y mejor uso de sus recursos y capacidades, significan mejores y más ajustados fundamentals macro, fenómeno que puede abrir la puerta a una economía con procesos cíclicos más tenues (más "normales"), y con menores impactos disruptivos.
Claro que en el ámbito del diseño y gestión de las políticas macro y sobre todo, de las políticas micro pro competitivas, los argentinos tenemos mucho para mejorar y aprender.
El autor es Investigador del Centro Ideas de la Universidad de San Martín
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