Decisiones contradictorias: bajarían los aranceles pero hay más prohibiciones para exportar
El acuerdo para reducir el Arancel Externo Común en el Mercosur tiene su contraparte en las limitaciones para exportar carne y en las múltiples medidas que reducen las ventas externas, entre ellas el maíz
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El Comercio Exterior es fuente de divisas y al mismo tiempo genera un ecosistema de innovación permanente a fin de ganar mercados con calidad y precio. No debe haber contradicciones entre los sectores público y privado, el primero generando condiciones apropiadas de largo plazo y el segundo dedicándose a producir.
Recientemente se lograron consensos en el Mercosur respecto al arancel externo común. Es un tema que, aunque aún está en la etapa de anuncios, permitiría mantener afinidad entre los distintos países integrantes. La Argentina mantendría la elevada protección de algunas industrias, como textil y calzado. Con el acuerdo se reducirían los costos de importación que en definitiva son un costo que paga la población en su conjunto. Cuando se avance en la “letra chica” del acuerdo esperemos que también se hayan eliminado otras restricciones logísticas y regulatorias adicionales que impone la Argentina, que en algunos casos son equivalentes a un arancel infinito o prohibición de importar.
Al mismo tiempo que el Mercosur intenta asimilar algunos de sus costos al de otros países reduciendo aranceles de importación, nos encontramos con la sorprendente contradicción de prohibir o dificultar las exportaciones. Hay limitaciones para la carne vacuna, maíz y otros productos, llegando en el caso del salmón al extremo de la prohibición de producción. Se alegan razones políticas, pero desde el punto de vista económico son decisiones catastróficas.
El argumento de que abastecer más el mercado interno reduce precios es erróneo, posiblemente el consumidor termine pagando más porque habrá menos oferta
La justificación de reducir el precio para el mercado local es completamente errónea y ya lo hemos experimentado. La actividad en su conjunto vale menos, el productor pierde gran parte de su inversión y no hay incentivos ni posibilidades de nuevas inversiones. Asimismo pierde rápidamente su capital de trabajo: si vende menos no puede reponer. Se afecta el sistema de producción porque en el siguiente año no se podrá producir de la misma manera, y habrá menos producto. Si son vacas viejas las que no pueden venderse, se venderán animales más jóvenes perdiendo terneros que nunca llegarán a nacer o kilos que nunca se engordarán. En el caso de maíz no se fertilizará o se utilizará menor paquete tecnológico. Así con cada producto y la lista no es breve.
Mercado interno
El argumento de que abastecer más el mercado interno reduce precios es erróneo, posiblemente el consumidor termine pagando más porque habrá menos oferta. Aunque así no fuera, hay otros productos sustitutos en carne a los cuales se apoyó y subsidió durante años y que verán también reducido su precio. Inundar el país de maíz no llevará a consumir mucho más como forraje y la reducción de precio que tendría como forraje es una transferencia entre privados, que no tiene porqué garantizar menor precio al consumidor. Es una espiral descendente que empobrece a todos.
Argüir que se exporta lo que “excede” del consumo interno es falaz. Siempre se puede consumir más o inclusive derrochar. Ya tenemos el ejemplo con la energía, que hemos vuelto a importar porque en lugar de exportarse se vende a precios muy módicos, lo que afecta el incentivo a producir al mismo tiempo que genera un consumo excesivo.
La sociedad debe intentar mejorar y aumentar los ingresos totales que reciben todos sus miembros. Un camino simple es empezar por generar incentivos y la posibilidad de producir más para poder pagar más por servicios y salarios, amén de mayores impuestos.
Prohibir exportaciones es una decisión que contradice el ímpetu de crecimiento que necesita el país.
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