La demanda de sustentabilidad en la producción dejó de ser un atributo diferenciador y se convirtió en la norma para acceder a los países de alto poder adquisitivo; el mundo árabe y China, bajo la lupa
No basta con las commodities. El objetivo de ser el supermercado del mundo requiere estar al tanto de las exigencias y los cambios del mercado global de alimentos. Hoy, gran parte de esos cambios se reflejan en la imperiosa demanda de sustentabilidad, en sus tres ejes: social, ambiental y económico.
La Argentina, con su gran riqueza natural y una industria alimentaria desarrollada, tiene el potencial de conquistar estas nuevas demandas si atiende el llamado a imprimir valor agregado en los alimentos que produce y los certifica de acuerdo con las normas internacionales de alimentos Codex Alimentarius –que acata como país miembro–, planteadas por la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
Sin embargo, más allá de cumplir con las normas de ese código alimentario, el país tiene la oportunidad de explorar nuevos mercados certificando sus alimentos en los países de alto poder adquisitivo, así como también en mercados que, por sus creencias religiosas, demandan otro tipo de certificación –como es el caso de los países árabes con su certificación Halal–, además de implementar nuevos procesos de producción bajo el concepto de bioeconomía, que supone una nueva transición tecnoproductiva que respete el medioambiente, que el país ya encara.
Durante la exposición B2B AlimentAR, estas nuevas modalidades del comercio internacional de alimentos fueron abordadas por expertos y autoridades del Gobierno que ya encaminan estos esfuerzos para introducir a la Argentina como un actor relevante en la producción global.
Bioeconomía e innovación productiva
El concepto de bioeconomía es hoy el eje sobre el cual se trabaja para garantizar no sólo el éxito de la inserción de alimentos en el exterior, sino también un objetivo más amplio e importante: la supervivencia de la humanidad.
Este concepto enfatiza el desarrollo de sistemas en los que la biomasa sea producida de forma sostenible para satisfacer la demanda de alimentos, energía, materias primas e insumos industriales.
“Mucha gente no lo sabe, pero la Argentina tiene más de 200 empresas relacionadas con el área de la biotecnología, que ya producen exportaciones cercanas al medio millón de dólares y realizaron ventas por un valor de US$ 2.136.405”, expresó el doctor Alejandro Mentaberry, bioquímico y coordinador ejecutivo del Gabinete Científico Tecnológico del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, quien explicó cómo el crecimiento demográfico, los recursos limitados y el cambio climático “generan una cantidad de demandas complejas” donde “el problema básico es incrementar la productividad: esto tiene que ver con los alimentos, pero también con materiales. En un ámbito restringido, desde el punto de vista físico y climático, la variable principal para solucionarlo es el conocimiento científico y tecnológico”.
“Algunas de las características distintivas de lo que llamamos bioeconomía –continuó– son el uso integral de la biomasa, un término genérico; la aplicación de procesos circulares, en cascada, reciclando materiales y con la creación de valor agregado a nivel local y regional; la diversificación y regionalización, y también la sustitución de los petroderivados”.
En el mundo, 52 países tienen programas de bioeconomía, pero sólo dos, Alemania y la Argentina, tienen consejos nacionales.
En el caso argentino participan seis ministerios: Producción, Industria, Tecnología, Ambiente, Trabajo e Interior.
“Es la primera vez que a nivel de las políticas del Estado empezamos a discutir el tránsito del sistema productivo”, destacó Mentaberry.
“La bioeconomía incrementa la competitividad de la agroindustria y otros sectores; fortalece la diversificación productiva y la creación de valor agregado a nivel regional y local, un punto importante para nosotros por las crisis regionales; genera empleos a nivel local, y facilita la reinserción de fuerza laboral que migra de la agricultura. También impulsa la ocupación y el ordenamiento territorial sobre la base de nuevos esquemas productivos, otro punto que nos concierne, ya que no tenemos esquemas de planificación inteligente del territorio”, agregó, a la vez que apuntó al mercado asiático como el objetivo argentino del futuro dada su rápida expansión demográfica: “Allí van a estar las capas medias y las franjas de edad que van a tener el poder adquisitivo para poder comprar lo que nosotros necesitamos vender”.
Con el foco en la innovación productiva, desde la Dirección Nacional de Desarrollo Tecnológico e Innovación de la Nación se busca potenciar ese concepto a través del desarrollo tecnológico de las empresas nacionales. Este año, se enfocó en cuatro sectores: harinas, carnes, acuicultura y el sector vitivinícola.
Nadia Zanardi, coordinadora de la Unidad de Desarrollo Territorial del área de Innovación Productiva, indicó que el objetivo es aumentar la competitividad y las exportaciones vinculando a las empresas y sus demandas tecnológicas con oferentes para que así puedan crecer.
“Una de las actividades que realizamos son las rondas de tecno-negocios, con las cuales focalizamos los pedidos de cada sector. Este año trabajamos con el sector carnes y se impulsaron cuatro proyectos, mientras que en el sector de harinas surgieron 24. Las demandas de innovación las trabajamos mediante la Plataforma de Demandas y Transferencia Tecnológica (PDTT)”, señaló Zanardi sobre el instrumento enfocado en actualizar los sectores productivos nacionales.
Hacia un mercado de alto poder adquisitivo
La sustentabilidad está en el centro de la escena. Cuando se pensaba que era una diferenciación para obtener más ganancias o entrar a un mercado de alto poder adquisitivo, hoy es casi una barrera. “Si el producto no es sustentable, no entra a un mercado de estas características”, sentenció Gabriel Berardinelli, director de la Organización Internacional Agropecuaria.
Desde hace años, la demanda de productos orgánicos es la constante en los países de alto poder adquisitivo.
Esta demanda, junto a la de productos diferenciados (artesanales o de calidad premium) y sustentables no es más una diferenciación, sino la norma, acompañada también por la certificación de buenas prácticas de manufactura, la que el país se comprometió a cumplir desde 1996.
Sin embargo, según Berardinelli, hoy menos del 50% de las industrias alimentarias del país la cumplen. “Sumado a esto, hoy los mercados también están pidiendo el análisis del punto crítico de control, que es la certificación de verificación de calidad en los puntos críticos del sistema de producción. Esto, por ejemplo, lo exige Estados Unidos para el ingreso de alimentos”, añadió.
Estos mercados, como el europeo –que protege fuertemente a su industria agrícola–, también han comenzado a exigir protocolos de bienestar animal y son muy exigentes con los productos gourmet, así como con los productos infantiles.
Por eso, es necesario conocer las diferentes certificaciones para ingresar a un mercado determinado, que se pueden consultar en la página web de la Cámara Argentina de Certificadoras (Cacer) www.cacer.org.ar.
Alimentos Argentinos
El sello Alimentos Argentinos es una marca de calidad que maneja la Subsecretaría de Alimentos y Bebidas, dependiente del Ministerio de Agroindustria, que distingue los alimentos que se elaboran cumpliendo protocolos específicos.
El cumplimiento de esos protocolos es auditado por agencias independientes que controlan las buenas prácticas en la producción, embalaje, packaging y el traslado de los productos.
La iniciativa busca promover y resguardar “la autenticidad y originalidad de los alimentos argentinos”, indican desde el ministerio, además de respaldar y otorgar “un distintivo especial a los alimentos nacionales que presenten atributos de valor característicos y constantes” para brindarle al consumidor una garantía de calidad.
En la página web www.alimentosargentinos.gob.ar se encuentran los protocolos oficializados para 40 alimentos, que van desde el aceite de girasol, el agua mineral y las frutas y los vegetales hasta el jamón crudo, los vinos y el mate.
La certificación halal, una oportunidad para la Argentina
En constante crecimiento, el mundo musulmán, con un estimado de 1600 millones de personas, es cada vez más atractivo dentro del mercado global de alimentos.
Para entender en qué consiste esta certificación, Melody Amal Khalil Kabalan, de Halal Catering Argentina (un organismo certificador), disertó en la serie de foros temáticos que tuvieron lugar en la exposición B2B AlimentAR.
“El halal es «lo permitido» para los musulmanes. Halal puede ser la comida, la vestimenta, los servicios de turismo, los negocios y las finanzas, así como las legislaciones. El Sagrado Corán es el libro en el que los musulmanes nos regimos para nuestros actos de vida y allí se encuentra el halal, lo que podemos consumir o no. La sharia islámica es la ley islámica, que está basada en los preceptos religiosos que nos van a permitir saber qué productos se consideran halal o no, en contraposición al haram, el pecado, lo ilícito, lo que no se puede consumir”, expresó Khalil Kabalan.
Además, se refirió al mundo árabe como “el conjunto de países que hablan el idioma árabe”, pero señaló que eso no significa que allí todos sean musulmanes o necesariamente esté el mercado halal a los que se pueden insertar los productos argentinos.
“La población islámica mayoritariamente se encuentra en otras partes del mundo más que en el mundo árabe, por lo que en países donde haya una población considerable habrá una demanda y una oportunidad para insertar esos productos”, añadió.
La Argentina hace parte de los cinco países que domina el mercado halal, que gasta US$ 1,24 billones anuales en alimentos y bebidas
La función del organismo certificador Halal Catering Argentina abarca toda la industria de la alimentación, “teniendo como objetivo el rito halal durante todas sus etapas, tanto productivas y logísticas como de control de calidad de la materia prima que se obtiene de la naturaleza y hasta el producto terminado que llega a manos del consumidor. Cuando hablamos de esta certificación nos referimos a todo lo que tiene que ver con supervisión halal: faena, supervisión de planta, desarrollo de manuales de procedimiento y protocolo y asesoramiento”, continuó.
Son permitidas las carnes rojas (ganado bovino, caprino, ovino), las carnes blancas (aves y pescados), productos cárnicos procesados de origen halal, bebidas que no contengan alcohol, lácteos de origen bovino, caprino u ovino según los estándares, aceites y grasas de origen vegetal y de origen animal halal, vinagres de manzana, saborizantes y gelatinas de origen vegetal y las futas y las verduras, aceptadas todas en su totalidad.
Los productos halal no deben estar en contacto en ningún momento de la cadena de producción con sustancias haram.
Dentro de los productos no permitidos están los saborizantes de animales, el cerdo o el jabalí y los animales que se alimentan de carroña, entre otros.
En octubre, la certificadora mundial de alimentos halal IHAF reconoció la autoridad del Organismo Argentino de Acreditación (OAA) para acreditar a las empresas que certifican la calidad de los alimentos bajo las normas de los países de los Emiratos Árabes.
La directora de Alimentos y Bebidas de la Argentina, Mercedes Nimo, destacó que esta situación “le abre al país la posibilidad de que más empresas puedan exportar a esos países”, mientras que el coordinador del Plan de Calidad Argentina de la Secretaría de Transformación, Mariano Pérez, aseguró que la acreditación que da la OAA permite a las empresas certificar también con otros organismos internacionales.
Después de Brasil y la India, la Argentina es el tercer exportador mundial de alimentos halal, y junto a Rusia y Francia hace parte del selecto grupo de cinco países que dominan ese mercado, que gasta 1,24 billones de dólares en alimentos y bebidas por año.
En tanto, los principales países compradores de alimentos y bebidas con este tipo de certificación son Arabia Saudita, Malasia, Emiratos Árabes, Indonesia y Egipto.
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