Daniel Funes de Rioja. “El Mercosur debe ser fuerte para poder discutir la implementación del acuerdo con la UE”
El titular de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal) habla sobre la actualidad del sector en la Argentina y en la región
Tras la caída del Muro de Berlín, y en el marco de la globalización, se pueden diferenciar ciclos económicos. "En la primer década de este siglo, la economía de la región creció a la luz de los precios de las commodities y la apertura de nuevos mercados internacionales. Este reverdecer de las democracias trajo crecimiento. No sólo es testigo Brasil, sino también Chile o Bolivia, de cómo se incorporan a la clase media sectores más rezagados", describe Daniel Funes de Rioja, presidente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal) y distingue a la Argentina, "donde tradicionalmente la clase media fue más amplia y fuerte que en el resto de los países de la región".
La etapa siguiente enfrenta tensiones en un clima más hostil. "No estamos con las mismas tasas de crecimiento ni vamos a estarlo. La apertura de nuevos mercados es más difícil y, particularmente, cuando se trata de agregar valor. La clase media emergente no quiere caer, entonces, se dan una conjunción de expectativas, aspiraciones y realidades económicas que hay que conjugar", declara.
En el ámbito regional, asegura que el Mercosur es "una red impresionantemente importante, mucho más que las diferencias políticas", por eso recomienda fortalecer el bloque económico, para lograr que el acuerdo con la Unión Europea "sea un camino de doble vía".
A nivel local, el dirigente industrial -que ya trabaja con asesores del presidente electo, Alberto Fernández-, aspira a que se pueda "fusionar rápidamente un paquete de medidas que impliquen ese salto que la industria de alimentos puede ayudar a dar, que sería sumamente útil para generar dólares, aliviar la economía y la ansiedad colectiva".
P–¿Cómo impacta la recesión económica en el comercio internacional?
R–Las dificultades se presentan, fundamentalmente, cuando uno quiere exportar valor. Nadie duda que la Argentina tiene una gran capacidad de producción primaria, y en eso hemos generado una competencia y competitividad muy marcada, pero cuándo se trata de agregar valor hay factores que la distorsionan, por la elevadísima presión fiscal, que lleva a niveles asfixiantes -40% sobre alimentos y 50% en bebidas-, por el combo de tributos nacionales, provinciales y tasas locales. Terminamos exportando impuestos.
P–¿En que contribuyó la reforma fiscal de 2017?
R–No se llevó a la práctica con la profundidad necesaria; para colmo, entre las medidas de emergencia que se tomaron se bajaron los reintegros a las exportaciones, que en realidad son una devolución de impuestos, y crearon retenciones.
P–¿Qué otros aspectos se deben mejorar para crecer?
R–Los costos logísticos en la Argentina llegan a triplicar los internacionales y obviamente hay que actuar sobre las causas. El 95% de las operaciones se realiza por tierra; existen "aduanas secas" entre provincias e incluso en municipios, que generan trámites que constituyen verdaderos derechos de tránsito y que son totalmente injustificados. Hay que revisar la matriz de transporte, buscar mecanismos que agilicen los tiempos de traslados de la mercadería y generar modelos desde el punto de vista laboral que permitan adecuarse a los nuevos modos de transporte.
P–Productividad fue uno de los ejes de campaña del Gobierno, ¿intentarán poner el tema en agenda durante la próxima gestión?
R–Es lo que esperamos. Vivir en procesos inflacionarios tan profundos termina generando que la única discusión sea cómo correrle a la inflación, y no cómo ser competitivo y productivo. Hoy, por ejemplo, los impuestos al trabajo son sumamente distorsivos, sobre todo en las economías regionales. Cuando uno tiene alta tecnología y por ende recursos humanos capacitados y poco intensivos en mano de obra, esta distorsión es menor, pero cuando uno ve el país real y la industria de alimentos y bebidas arraigada en todas las regiones del país, estar en la periferia de los grandes centros productivos constituye aún una cuestión mucho más gravosa.
P–¿Qué análisis hace de la política de comercio exterior?
R–Se han abierto nuevos mercados, pero para que se sostengan hay que generar políticas claras y continuidad. En pesca y diversos tipos de carne se han consolidado mercados, pero también hemos perdido en otros sectores, sobre todo por la falta de acceso al crédito que hace imposible agregar valor a la producción. La industria de alimentos y bebidas llegó a exportar US$30 mil millones de productos industrializados en 2011, hoy bajamos a US$25mil millones -con aceites incluidos- pero tenemos potencial para crecer y alimentar a 450 millones de personas en el mundo.
P–¿Qué rol debe jugar el Mercosur?
R–Si la trabajamos bien, es una red impresionantemente importante, mucho más que las diferencias políticas; necesitamos un Mercosur fuerte que se pueda sentar a discutir la implementación del acuerdo con la Unión Europea, de modo tal que sea un camino de doble vía. El comercio intra-Mercosur tiene que ser incrementado y, de ahí, al mundo. En la Argentina confluyen multinacionales y multilatinas; tenemos un nivel de desarrollo que nos puede permitir ser más que el supermercado del mundo, la góndola. Se necesita un Estado muy eficaz que acompañe en una integración inteligente que supere, en el marco de la OMC, las barreras no arancelarias.•
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