Cuáles son las proyecciones para 2022 en materia de comercio internacional
Las exportaciones argentinas siguen con buen pronóstico aunque con precios internacionales más bajos; los contenedores seguirán en falta hasta mediados del año que viene, por lo que se espera que haya que pagar más por los productos importados
- 8 minutos de lectura'
Las proyecciones de comercio internacional para el próximo año son positivas aunque los expertos siguen de cerca el escenario de incertidumbre por la pandemia y la irrupción de la cepa Ómicron, aunque los últimos datos apuntan a que es “manejable”. En el caso argentino las expectativas de los empresarios apuntan a repetir los números de este 2021, con un escenario base de unos U$S 75.000 millones de exportaciones y precios internacionales más bajos en la comparación interanual.
Más allá del coronavirus, en el escenario internacional hay dos factores que presionarían a los mercados emergentes como el argentino, por un lado la política monetaria estadounidense más estricta con el consecuente fortalecimiento del dólar y posible disminución de flujos comerciales y, por el otro, un crecimiento más lento de China.
El economista del Ieral Jorge Day señala que el año que viene el intercambio internacional seguiría creciendo pero a niveles más bajos, entre dos por ciento y tres por ciento en dólares. Advierte que un punto a seguir es qué pasará con la inflación y con las tasas de interés. También espera una caída de los precios de las comodities.
Este año, los precios internacionales récord implicarán que los ingresos fiscales por retenciones por parte de las principales cadenas granarias argentinas rondarán los US$ 8.610 millones, un incremento de 134% interanual de acuerdo a las proyecciones de la Bolsa de Comercio de Rosario. Con esa cifra, el aporte extra respecto al 2020 será de unos US$ 5.000 millones, explicado principalmente por precios.
Entre productos primarios y manufacturas de origen agropecuario suman el 70% de las exportaciones argentinas; la casi totalidad de esas cadenas son superavitarias. David Miazzo, economista de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (Fada), indica que en cuanto al volumen de producción la campaña de granos que está en marcha sería mejor -de no mediar contingencias climáticas que la compliquen- que la pasada. El trigo ya aportó unas tres millones de toneladas extras y soja y maíz sumarían otras 7 millones, con lo que en total son 10 millones de toneladas (7,7%) por encima de la 2020/21.
“El problema está por el lado de los precios -agrega-. Se espera alrededor de US$460 la tonelada de soja para mayo contra un promedio de US$ 537; el actual está 15% por debajo. El impacto del mix precios y volumen terminaría siendo negativo, salvo en el caso del trigo que tiene menor peso relativo”.
Miazzo insiste en que la comparación es contra un “año de récord histórico” como es el actual. Los números, de todos modos, son “muy buenos”. Respecto de las exportaciones de las economías regionales y de la carne, plantea que hay demanda y “buenos precios”.
Respecto de la carne, será clave qué decida el Gobierno sobre el cepo exportador. Este año, según un informe de la consultora AZ Group, los despachos caerán unas 100.000 toneladas, con lo que cerraría en 810.000 toneladas, 20% menos de lo que se esperaba a comienzos del 2020. La meta del sector era alcanzar el millón de toneladas.
Planteos para crecer
Fernando Landa, presidente de la Cámara de Comercio Exterior de la Argentina, se apega a un escenario 2022 “de base conservadora, tal vez algo por debajo de los US$75.000 millones”. Entiende que el campo “andará bien” y que la industria automotriz podría crecer 30% interanual. “Ese repunte prueba los efectos que tiene la eliminación de los derechos de exportación”, enfatiza.
La referencia es a la decisión del Gobierno de eliminar las retenciones a las exportaciones incrementales de autos y autopartes. El próximo año las empresas continuarán tributando con las alícuotas actuales hasta un monto equivalente a las exportaciones del 2020 (4,5% o 3%) y no pagarán por los envíos que superen esa base. Este mecanismo se instrumentó inicialmente en marzo pasado y en la nueva etapa incluye también a las autopartes.
Este año se exportarían unas 242.000 unidades y, en función de la extensión y ampliación de la medida, desde la Asociación de Fábricas de Automotores (Adefa) afirmaron que las terminales prevén un incremento “significativo” de los envíos en 2022, con “impacto positivo en términos ingresos de divisas y recaudación”.
“Hay que tomar nota de esto; entender que las retenciones son altamente negativas -ratifica Landa-. Por ejemplo, en el sector lácteo la carga sobre la lacto álbumina nos hacer perder contra Brasil. Hay que revisar el tema a la luz de lo que pasó con autos; entendemos que el equilibrio fiscal es importante, pero el ingreso de divisas es fundamental”.
Otros temas que preocupan a los empresarios y sobre los que esperan definiciones son la concesión de la hidrovía -principal canal por donde sale 70% de las exportaciones argentinas; las restricciones cuantitativas a los despachos de carne, el tipo de cambio, las tarifas energéticas, los precios de los combustibles y las limitaciones a las importaciones. La lista de incertidumbres es la misma que estuvo todo este año.
A escala internacional, Landa sostiene que la tarifa de los fletes es un problema crítico que a la Argentina, por su ubicación geográfica, la golpea doblemente. Los especialistas entienden que los costos logísticos internacionales no se estabilizarán hasta el primer semestre del 2022. A eso se le suma que continúa la escasez de contenedores.
Fernando Furci, gerente de Cámara Importadores de la República Argentina (CIRA) añade que, además, se sigue tributando sobre una base imponible de flete de US$15.000. “Si tomo tomo US$40.0000 pago sobre US$55.000, es un atropello a la competitividad”, grafica. La CIRA presentó hace más de un mes una propuesta al Ministerio de Desarrollo Productivo de poner un precio máximo para calcular los tributos aduaneros y la base imponible; esperan respuesta.
“Hay incertidumbre, no solo operativa, sino también económico financiera y eso no permite una proyección de costos razonables. Trasladamos a nuestros negocios parte de esa falta de información. En el medio está el ‘por las dudas’ y eso no se puede traspasar”.
Enumera que sin saber la disponibilidad de divisas en la Argentina y cómo quedará conformada en la operación cambiaria es “complejo operar con un mínimo de eficacia; se tarda mucho en sacar los pagos al exterior, el tiempo es dinero y hay que renegociar términos y condiciones con el operador”. Furci repasa que el 80% de lo que se importa en el país va a la industria por lo que las trabas actúan como una “erosión” a la competitividad.
Day plantea que, hasta inicios de este año, el dólar oficial no estaba bajo, por lo que las exportaciones repuntaron en un mundo que “no sólo compró más, sino que tenía mejores precios”. Con el paso de los meses el panorama se complicó y la incógnita de cara al 2022 es si el Gobierno seguirá usando el dólar oficial como ancla y cuánto afectará a los exportadores.
Adelanta que en los últimos meses hay una baja en las cantidades exportadas, pero admite que hay que esperar para ver si es “tendencia”. Ya el relevamiento del Banco Central (REM) sostiene que las exportaciones dejarían de crecer, el temor es que caigan.
“Las herramientas para corregir están -continúa Day-. El punto es si el Gobierno se anima a usarlas. La principal está vinculada al dólar; sincerar el mercado y que que haya uno solo, un dólar oficial más alto que el actual pero eso implicaría una retracción fuerte en el mercado interno que es el que prioriza el Gobierno”.
Servicios e inserción internacional
Las exportaciones de servicios son la otra gran apuesta exportadora de la Argentina, pero lucen complicadas. En el caso del turismo, está golpeado por el recorte de la conectividad y las cuentas bimonetarias anunciadas por el Gobierno no arrancan. La economía del conocimiento sufre una pérdida de talentos que opera por fuera del tipo de cambio oficial.
Sergio Candelo, presidente de la Cámara de la Industria del Software de Argentina (Cessi), detalla que este año las exportaciones caerán “pero no tanto” respecto a los US$2000 millones que ya habían alcanzado hace cuatro años. Lo “preocupante” es que entonces el sector llegaba a esa cifra con 100.000 empleos y “hoy no se alcanza con 120.000; hay algo que se está perdiendo”.
Asocia ese diagnóstico con el éxodo de trabajadores a empresas del exterior: “Se rompen los proyectos, faltan talentos para gestionar a todo el equipo. Si sólo el 10% de los seniors se va el país pierde $600 millones de recaudación entre todos los impuestos, pero además, termina informalizada una tarea que es formal y federal. Es complejo desde lo social”.
Cadelo ratifica que ese es el factor “más temible, porque puede destruir a la industria argentina; podemos terminar importando software para usarlo no sólo no aprovechando la posibilidad de crecer tanto como podría”.
Otro aspecto que abordaron los consultados es la inserción mundial de la Argentina. “Vivir de lo propio implica no aprovechar las ventajas de agro pampeano y del sector energético y producir donde no hay ventajas”, sintetiza Day.
Furci retoma que el comercio exterior es una “doble vía” y que sino hay fomento negociaciones internacionales, bloques regionales e impulso del Mercosur es “difícil internacionalizar; hay que comprarle al mundo y salir a vender, todo está atado”.
“Hay que facilitar y optimizar importaciones temporarias, simplificar la burocracia, abordar la cuestión impositiva que afecta de lleno; exportamos impuestos”, añade y apunta que los “grandes temas” de comercio internacional no se tratan “con la seriedad y profundidad con que se deberían”.
Otras noticias de Mercosur
Más leídas de Economía
“Dejen de saquear". Caputo celebró un indicador récord de octubre y le contestaron pidiendo que elimine un impuesto
Modo vs Mercado Pago. Se desata un nuevo conflicto por los pagos con códigos QR
Últimos registros. ¿A cuánto cotizan el euro oficial y el blue este sábado 2 de noviembre?
Inconsistencias y fondos en la mira. El Gobierno usó una dura auditoría para desactivar programas ligados al agro