Crisis alimentaria global: por qué la Argentina es parte del problema y no de la solución
Diversos organismos internacionales destacan que las restricciones a las exportaciones en países productores de comida aumentan la grave escalada inflacionaria que genera la invasión rusa a Ucrania
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Desde el comienzo de la invasión rusa a Ucrania crece la preocupación por los precios de las commodities, en particular de los alimentos, y ello ha encendido las alarmas por la inseguridad alimentaria global y así ha sido reflejado por distintos organismos internacionales abocados a la materia.
La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha publicado recientemente el índice de precios de los alimentos que elabora ese organismo destacando que se alcanzó un nuevo máximo histórico en febrero: un 21% más que un año antes y un 2,2 % más que el máximo anterior, que fue alcanzado en febrero de 2011.
Esta situación se da a partir de que Rusia y Ucrania son actores muy relevantes en el comercio internacional de alimentos y su cadena de suministros. Ambos países son exportadores significativos de trigo, maíz y aceite de girasol y a eso debemos sumar el rol de Rusia como productor y exportador de fertilizantes. Rusia es uno de los principales proveedores mundiales de fertilizantes nitrogenados, de potasio y de fertilizantes fosfatados.
Como destaca la FAO en sus últimas publicaciones, esta guerra ha sacudido los mercados mundiales en un momento en que los mercados de alimentos ya estaban sufriendo un aumento de precios y los desafíos a los que el mundo debió enfrentarse como consecuencia de la pandemia por coronavirus (COVID-19), por lo que constituye un problema de seguridad alimentaria para muchos países y, en especial, para los países de bajos ingresos de África que dependen de la importación de alimentos.
Por su parte, la Organización Mundial del Comercio (OMC) publicó el 11 de abril pasado una nota titulada “La crisis en Ucrania, implicancias de la guerra para el comercio internacional y el desarrollo”, donde destaca que, si bien el mayor sufrimiento y destrucción lo está sufriendo la población de Ucrania, los costos generados por la reducción del comercio y la producción se sentirían en todo el mundo por el aumento de los precios de los alimentos y la energía y una menor disponibilidad de los bienes exportados por Rusia y Ucrania.
Crisis en países vulnerables
“Los países más pobres están en peligro como consecuencia de la guerra, ya que suelen gastar una proporción mayor de sus ingresos en alimentos en comparación con los países más ricos”, afirma la nota de OMC.
En este contexto ambos organismos han realizado un llamado para mantener abiertos los mercados de alimentos y fertilizantes y han destacado el riesgo que conlleva la adopción de medidas unilaterales, entre las que puntualiza -a las ya conocidas por nosotros- restricciones a las exportaciones. Este tipo de restricciones inevitablemente aumenta la presión al alza de los precios en los mercados internacionales y agrava la situación de inseguridad alimentaria en el mundo.
Puntualmente se señala a las limitaciones aplicadas por Argentina al trigo y maíz, haciendo referencia a la Resolución publicada en diciembre del año pasado por la cual se determinó que las declaraciones juradas de ventas al exterior de esos productos no podrán exceder los volúmenes de equilibrio que se definan periódicamente. Esas limitaciones deben sumarse a las restricciones ya impuestas previamente por el Gobierno sobre las exportaciones de carne bovina.
Cuestionamientos
Así como lo hacen la FAO y la OMC, son cada vez más los organismos internacionales que se encuentran siguiendo de cerca y cuestionando las medidas aplicadas por la Argentina, como las limitaciones a las exportaciones, y lo seguirán haciendo, especialmente mientras perdure el contexto crítico en materia alimentaria que nos toca vivir por estos días.
Hemos escuchado en reiteradas oportunidades a distintos funcionarios en diversos foros internacionales resaltar el rol de la Argentina como productor de alimentos frente al mundo, destacando la capacidad de este país para producir alimentos para más de 400 millones de personas.
Esta vez el mundo necesita aportes concretos, necesita nuestros productos. Pero, paradójicamente, en vez de convertirnos en una fuente de recursos confiable, ofreciendo nuestra producción al mundo, somos parte de un problema a sortear.
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