Corea del Norte: se profundizan las políticas antimercado
Kim Jong redescubre su amor por el control estatal y limita la libertad de las empresas; se multiplican las condenas antisocialistas
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Es bien conocido el amor del dictador norcoreano por productos de alta gama de los malévolos países capitalistas. La importación de productos de lujo a Corea del Norte ha estado prohibida por sanciones de la ONU desde 2006 y sin embargo King Jong Un se pasea por Pyongyang en un auto Maybach de un millón de dólares, bebe whiskies poco conocidos y tiene un yate magnífico amarrado frente a Wonsan, un balneario cuyas playas Donald Trump correctamente identificó como propiedad de primera cuando los dos hombres se encontraron en una cumbre en Singapur hace tres años.
Por un tiempo Kim parecía inclinarse por permitir a sus súbditos probar también la buena vida. En 2013 dijo que la prosperidad económica era tan importante como el poderío militar. Toleraba mercados grises y expandió las libertades de productores agropecuarios y administradores de empresas públicas. El resultado fue una modesta mejora económica, tanto para los privilegiados como para la gente común. Ese experimento parece haber tenido corta vida. Se están limitando las libertades empresarias. Los medios estatales y los economistas del partido han vuelto a la familiar retórica vieja de la autarquía y el control central. Combinado con el aislamiento inducido por la pandemia, es probable que los efectos económicos de la recentralización sean desastrosos.
Los norcoreanos comenzaron a crear mercados grises para evitar morirse de hambre cuando el sistema de distribución pública colapsó en la década de 1990. El padre de Kim, Kim Jong Il, trató de desmantelar el naciente mercado. Kim mayormente los dejo estar.
Reformas implementadas por Kim en 2014 dieron a algunos productores agropecuarios y empresas públicas algunas libertades. Mientras pagaran impuestos se le permitía decidir qué producir, fijar sus propios precios, comerciar con el mundo exterior y contratar su propio personal y proveedores. Las reformas legitimaron las actividades de una clase nueva de donju u “hombres del dinero”, que nominalmente trabajan para el Estado pero funcionan como empresarios. Algunos gastaban su dinero en nuevos cafés, bares de bebidas y restoranes extranjeros en Pyongyang, la capital.
Nada de esto llevó a que se redujera el control gubernamental en otras áreas. En el mismo momento que se aceptó que se ganara dinero, se reforzaron los controles fronterizos, se expandieron los campos de detención y se castigó más duramente los crímenes políticos. Ésa línea dura continúa. En los últimos meses Kim renovó su interés por la vida privada de la gente, condenando tendencias “anti socialistas” en áreas tales como la música y la moda (que él considera demasiado influidas por el vecino sureño decadente) y dando lecciones a las mujeres respecto de cómo deben cuidar de sus maridos e hijos apropiadamente.
Aparentemente los hombres del dinero también han comenzado a preocupar a Kim. En 2018, en el punto más alto de la detente del régimen con Estados Unidos, revocó los derechos de los gerentes de empresa de operar comercialmente con el extranjero y restableció el control sobre los precios de exportación. Desde entonces los medios estatales han reclamado más control central sobre la inversión y el empleo en nombre de la lucha contra la corrupción. También argumentan en favor de la restauración del control estatal sobre la provisión de alimentos y que se reviva el sistema público de distribución.
Periódicos económicos con vínculos con el partido gobernante han publicado guías que reinterpretan las reformas de 2014 eliminando todos los elementos pro mercado. “Supuestamente los gerentes siguen a cargo de diseñar los productos, firmar los contratos con los proveedores y establecer los precios, pero tienen que hacerlo todo bajo la tutela del Estado”, dice Peter Ward de la Universidad de Viena.
Los órganos de propaganda sostienen que los cambios supuestamente deben priorizar los intereses de las masas por sobre los de los comerciantes ávidos de dinero. Pero hay otras explicaciones. Una es que controlar empresas públicas y cantidades sustanciales de divisas extranjeras da poder a la gente. Kim puede estar preocupado de que los donju se estén volviendo demasiado poderosos. Otra posibilidad es que las reformas no han mejorado la economía tanto como se esperaba, quizás porque nunca se produjo la reducción de las sanciones que se esperaba que produjeran. El Estado puede estar tratando de quedarse con una porción más grande de una torta que se achica.
Los pequeños comerciantes y los donju probablemente resisten los intentos de quitarles sus poderes. Ward cree que el desarrollo del mercado ha llegado demasiado lejos en la mayoría de las áreas como para que se elimine por completo. Pero incluso el intento de hacerlo podría causar daño. Esperar que las empresas produzcan de acuerdo a la planificación estatal en vez de la demanda del mercado significa que es más probable que haya una mala asignación de recursos. También se reducirán las oportunidades para innovar.
La pandemia de covid-19 no ha ayudado. Salvo por dos breves recuperaciones del comercio en el verano boreal pasado y en fecha más temprana de este año, la frontera ha estado cerrada desde enero de 2020 los comerciantes que han intentado importar o exportar productos de todos modos han sido castigado como “contrabandistas”, según informes del Daily NK, un servicio noticioso especializado de Seúl con fuentes en el norte.
La situación económica continúa deteriorándose. Los precios de los alimentos fluctúan de manera alocada y cantidades crecientes de personas pasan hambre. En junio Kim, que ha mostrado inusual contrición por el sufrimiento de su pueblo desde que comenzó la pandemia, admitió que la situación alimentaria es “tensa”, pero dijo que la frontera se mantendrá cerrada para evitar el ingreso del virus. Esta semana convocó una reunión del politburó para castigar y despedir altos funcionarios que no cumplieron con sus deberes en el combate contra la pandemia. Todo esto parece estar desgastando al líder. Observadores han señalado que el déspota habitualmente bien alimentado se veía más delgado en sus apariciones públicas más recientes. Medios estatales norcoreanos difundieron expresiones de gente local diciendo que se sentían “tristes” por el Estado “demacrado” de Kim.
En teoría la mala situación debiera ofrecer una oportunidad para restablecer contacto con el mundo exterior. Corea del Sur repetidamente ha ofrecido enviar ayuda alimentaria y, más recientemente, vacunas. Sung Kim, enviado especial de Estados Unidos para Norcorea, dijo durante una visita a Seúl en junio que está dispuesto a reunirse con su contraparte “en cualquier lugar, en cualquier momento, sin precondiciones”. Corea del Norte públicamente ha rechazado todos los gestos de apertura. El aspecto ligeramente menos corpulento de Kim sugiere no tanto una crisis sino que, como siempre, está cuidando de sí mismo.
Traducción de Gabriel Zadunaisky
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