Cepo al maíz: un verdadero tiro en el pie
Salvo que sea por una cuestión de salud o seguridad, prohibir la exportación de un producto, por más temporal que sea, es una pésima decisión. Se quiebra la confianza con los mercados y se envía una señal de desincentivo a quienes invierten y trabajan para crear riqueza en el país.
El complejo maicero fue el tercero en importancia en el comercio exterior argentino, detrás de los complejos soja y automotriz, según datos del Indec de 2019. Con ventas por poco más de 6000 millones de dólares, que representaron el 9% de toda la canasta exportadora de bienes, tuvo un incremento del 40% en ese año respecto de 2018.
La confianza entre compradores y vendedores respecto de que la provisión de un embarque no será alterada es una moneda valiosa a la hora de pactar los negocios.
Pero si se considera que el maíz no solo es grano sino que también se utiliza para la producción en carnes, alimentos, energía y fibra, las exportaciones superaron los US$10.600 millones y representaron el 16% de las ventas totales, según una estimación de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
Este freno temporal, que el Gobierno aplica con el argumento de la suba del precio internacional del grano, es una señal favorable a los competidores de la Argentina en el mercado internacional del cereal. En Estados Unidos, Brasil y Ucrania, otros grandes productores maiceros, recibieron la noticia con interés. Ya pueden comenzar a golpear las puertas de los mercados del sudeste asiático o del Magreb.. Esos países importadores netos de alimentos no van a quedarse sin granos porque el gobierno de ese lejano país de Sudamérica haya decidido pegarse un tiro en el pie.
Aunque se trate de commodities agrícolas, la confianza entre compradores y vendedores respecto de que la provisión de un embarque no será alterada es una moneda valiosa a la hora de pactar los negocios. Un cepo exportador equivale a una devaluación.
La Argentina ya le envió la señal al mundo de que está dispuesta a volver a los tiempos de los primeros gobiernos kirchneristas, cuando prohibió las exportaciones de carne, fijó topes para las ventas externas de lácteos y puso cupos para el comercio exterior de maíz y trigo.
Ninguna de esas medidas y otras que se tomaron sirvieron para que el consumidor argentino tuviera precios más bajos de los alimentos. En cambio, obraron como desincentivo para la producción agropecuaria. En trigo se llegaron a producir ocho millones de toneladas, menos de la mitad que la actual campaña, y en ganadería hubo una masiva liquidación de vientres.
No hay evidencias de la eficiencia de ese tipo de medidas, adoptadas con la supuesta buena intención de cuidar la "mesa de los argentinos". Por el contrario, los datos indican que cuando se remueven las barreras a la exportación y se reduce la presión impositiva, la producción de granos y carnes aumenta y no falta mercadería para el consumo interno. Entre 2015 y 2019, el área sembrada con trigo y maíz se incrementó en más de 60 por ciento. En carnes, además, la Argentina pasó de ocupar el 11vo. lugar en el ránking de los mayores exportadores a volver a ubicarse entre los cinco primeros de esa lista selecta.
El cepo al maíz es una curiosa medida en un país necesitado de dólares.•