Carlos Magariños: “El Mercosur debe preservar lo logrado para beneficio futuro”
El exembajador entiende que para la Argentina la baja de aranceles es más complicada que para el resto, pero insiste en que no es el único factor que hace a la competitividad
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El político y diplomático confía en que el Mercosur pueda superar los problemas que atraviesa y “preservar lo alcanzado, no por el pasado, sino por el futuro”. Fue director general de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, secretario de Industria en la Argentina, embajador en Brasil y pasó por varios cargos académicos en diferentes universidades argentinas y extranjeras. A su entender es importante tener voluntad de seguir negociando en conjunto; para la Argentina remarca la posibilidad que implica el mercado brasileño por su clase media.
Este año, Uruguay sacudió al bloque al comunicar que comenzará a negociar acuerdos comerciales con terceros países, algo que “respeta el ordenamiento jurídico vigente” y que “no significa vulnerar ni violentar la regla del consenso”, según dijo su presidente Luis Lacalle Pou. “El camino es cumplir con el tratado de Asunción, negociar juntos y respetar el consenso a la hora de la toma de decisión. Es importante honrar los tratados fundacionales. El consenso es el camino más racional para preservar nuestros intereses comunes”, fue la posición del argentino Alberto Fernández.
-¿A dónde está parado hoy el Mercosur?
-Hay que tener en claro el punto de partida; cuando se arrancó veníamos de cuatro o cinco años de relación bilateral con Raúl Alfonsín y José Sarney y se completaron con un muy buen proceso de integración al que se sumaron Uruguay y Paraguay y Bolivia y Chile como observadores. Fue una apuesta ambiciosa, acorde a aquellos tiempos; teníamos el ejemplo de la Unión Europea y se fijaron objetivos importantes que podrían sintetizarse en tres claves. Uno fue consolidar la zona de paz en el Atlántico Sur, donde Brasil y la Argentina venían de ser rivales geopolíticos históricos. Hace poco se cumplieron 30 años de la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares que funciona con resultados visibles; el otro fue consolidar los procesos políticos con los regresos a los sistemas democráticos y también se cumplió. El tercero es el de la integración económica.
-Ese es el más controvertido…
-No es un objetivo en sí mismo sino que está pensado para conseguir fines como son más empleo, más inversión y más producción. Es el resultado de lo que los países son capaces de articular en el plano comunitario y es importante que se permitan avanzar en la integración comercial. La Argentina y Brasil tuvieron programas económicos coordinados como el Austral y el Cruzado; el Real y la Convertibilidad entre 1985 y 1998, era una coordinación macro económica que buscaba reducir la inflación, limitar el gasto, aumentar las exportaciones. En el ’98 Brasil devalúa y la Argentina no y esa capacidad de coordinar se resiente. A partir de 2001, nosotros empezamos a marchar con un esquema distinto, uno de emergencia. Entre 2003 y 2007 por factores externos globales como fue la suba de las commodities hubo un incremento del comercio entre los socios. Se explicó más por lo internacional que por los propios méritos de los países integrantes de la alianza; se llegó a un intercambio muy importante que también coincidió con el primer gobierno de Lula en el que Brasil fue exitoso en incorporar más personas a la clase media que demandan más proteínas.
-¿Entonces, fracasó o quedó a mitad la integración económica?
-No podría decir que fracasó solo porque no fue capaz de generar las condiciones de coordinación macro. Es cierto que, cuando de interrumpe, la Argentina empieza una etapa de crecimiento volátil en la que también se hace difícil coordinar porque recurre a una serie de instrumentos que complejizan las importaciones y el acceso al dólar. Tampoco en estos años se genera un crecimiento fuerte en el mercado interno, claro que aumentó respecto al 2002 pero nos movemos en lo que técnicamente se define como ‘stop and go’ (parar y seguir). El gran desafío es preservar lo logrado; hoy se llegó a donde planearon los fundadores. Es fácil verlo porque Brasil aumentó sus importaciones muy fuerte. Entre el ’98 y el 2017 pasó de unos US$57.000 millones a US$170.000 millones con una baja en el medio, hasta US$140.000 millones; en ese proceso, la Argentina en vez de mantener su participación la reduce a la mitad, al 6%. Es raro que pase porque se supone que en nuestro país las compras no tienen aranceles; la cuenta pendiente se explica por el estrés de la economía argentina un tema que no terminamos de resolver.
-¿Qué implica “preservar” lo logrado?
-Es profundizar la integración, no perder lo alcanzado en 30 años de negociaciones, el haber logrado muchos acuerdos. Hay que preservarlo por el futuro, no por el pasado. De acá al 2030 el mercado de destino de nuestras exportaciones está atado al crecimiento de la clase media global que si bien tendrá epicentro en Asia, incluirá a Brasil. Las proyecciones internacionales apuntan que los de China e India serán los más grandes del mundo, cada uno será el doble del de Estados Unidos, que será el tercero y Brasil estará en noveno lugar. Además, se estima que el crecimiento será especialmente urbano y Brasil tiene una conformación urbana interesante, con muchas ciudades medianas y grandes.
-¿Qué posibilidades hay de salir del nudo del debate sobre los aranceles?
-Hay que tratar de encontrar puntos de acuerdo lo que se dificulta porque las economías funcionan en un ciclo diferente. Para la Argentina es más serio bajar aranceles que para otras, eso es cierto. Hay que negociar, estar dispuesto a negociar. Hay que tener presente que sólo el nivel de aranceles no resuelve el problema competitivo; los requerimientos del comercio internacional se vienen incrementando con reglamentos sanitarios y técnicos. Por ejemplo, Europa estudia un impuesto al carbono que busca equiparar las exigencias que tienen las empresas de la zona con el resto. En la negociación hay que evitar los puntos muertos, buscar un horizonte claro y trabajar en procesos de coordinación.
-Los empresarios reclaman que la economía argentina es muy cerrada…
-Es cierto, pero eso vale también para Brasil y para todos los países del Mercosur. Es la región con menos acuerdos internacionales, eso es verdad y hay que cambiarlo. Desde el inicio de la pandemia los procesos de regionalización continuaron; pese a los problemas, no se frenaron y van a seguir después.
-Chile es la contracara en la región.
-Chile es el ejemplo porque empezó más temprano, pero también México y Perú avanzaron mucho. Esa apertura de Chile tiene que ver con su estructura productiva; cuando era observador del Mercosur tenía dudas sobre que la Argentina y Brasil pudieran superar las dificultades de integración.
-Hay expertos que entienden que cada país debería tener la libertad de negociar sus acuerdos. ¿Qué le parece esa opción?
-Tengo la idea de que podemos trabajar en conjunto, avanzar individualmente sería una opción en ausencia de la posibilidad de coordinación económica. Es crucial definir si existe voluntad en el mediano y largo plazo de trabajar juntos. No hacerlo implica un punto de quiebre. Con acuerdos que beneficie a uno solo hay que determinar no sólo que tan atractivo sería ese mercado individual en vez del regional y, además, es un desafío cómo controlar para que esos acuerdos no afecten a los terceros países ya que podría afectar las posibilidad del conjunto.
-¿De qué hablamos cuando menciona “mediano plazo”?
-Cinco años, no mucho más que eso. Es cierto que en la Argentina pareciera muy largo plazo, pero a nivel internacional es un lapso razonable.
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