Benjamín Tripier. “Lo que produce la Argentina es muy necesario en Venezuela, y tiene buena imagen”
El presidente de la Cámara de Comercio Argentino-Venezolana cuenta las nuevas formas de hacer negocios en ese país, aun con restricciones
Hay muchísimas oportunidades; por primera vez en mucho tiempo los anaqueles de los supermercados están llenos, con poca producción nacional, mucho importado". Contra lo que podría esperarse, considerando la situación de su país, el presidente de la Cámara de Comercio Argentino-Venezolana, Benjamín Tripier, es optimista sobre el flujo bilateral de negocios. Complementariedad, afinidad cultural y una economía privada que renace ante el repliegue del Estado, son las claves de esta nueva etapa de lo que caracteriza como "un comercio sano, legítimo y en crecimiento orgánico".
En Caracas, donde reside, Tripier, ex partner de Ernst & Young y senior manager de Price Waterhouse, hoy es presidente de la consultora Nueva Tecnología de Negocios NTN.
El consultor conversó con LA NACIÓN durante una visita a Buenos Aires que hizo para entrevistarse con exportadores que están redescubriendo el mercado venezolano, esta vez sin participación estatal, y con las particularidades que impone un escenario económico y regulatorio que en algunos aspectos resulta insólito, incluso para los ojos de un empresario argentino.
"No hay bloqueo, hay muchos mitos sobre esto, pero lo que sí hay son muchas restricciones", explica Tripier.
"El principal obstáculo hoy son las sanciones impuestas por Estados Unidos a toda la estructura del gobierno venezolano, a su operatividad, a los funcionarios venezolanos y sus familiares, pero las empresas privadas no están sancionadas. Una empresa podría ser sancionada si utiliza fondos provenientes del Estado, sea nacional o local. La mera tentativa de evitar las sanciones es pasible de sanción. Si las divisas generadas por una empresa privada terminaran en manos del Estado, también puede haber sanciones, pero si opera en bolívares, pasa desapercibido; eso ha ido reformateando toda la economía", añade.
"El banco que hace de intermediario quiere evitar ser sancionado; los departamentos de compliance, ante la duda, no van a correr riesgos para operar en un mercado tan chico como el venezolano".
Paradoja número uno: la imposibilidad de utilizar los canales habituales termina favoreciendo al proveedor extranjero. "Como no puede haber carta de crédito y hay mucha desconfianza, toda exportación que se hace a Venezuela es con pago anticipado: cero riesgo para el exportador".
Paradoja número dos: debido a la debacle de la política económica, el Estado se está replegando y el mercado recupera terreno, ocupando los espacios vacíos, con la tolerancia de facto de las autoridades.
"El Estado llegó a hacer el 95% de las importaciones de Venezuela. Con las sanciones se produce un repliegue del Estado en el comercio internacional y en el local. Ya no hay entes de control fiscalizando precios máximos y por omisión se permitió que el mercado opere. Han ido apareciendo todos los productos de los que había desabastecimiento", señala.
"La economía venezolana nunca dejó de ser capitalista", dice Tripier, "lo que ocurre es que al atacar el gobierno al capitalismo, la economía naturalmente entró en recesión. Los registros sanitarios antes eran una barrera; ahora los registros argentinos en general son aceptados; en parte porque no tienen insumos para ensayos en los laboratorios; ciertos permisos y aranceles ya no son exigidos, no porque haya cambiado la norma, sino porque en la práctica no se aplica".
P–¿Cómo pagan las importaciones si no se puede pasar por el Banco Central? ¿Se consiguen dólares?
R–El Estado permitió que el dólar comience a circular y se puede comprar en el banco legalmente, con bolívares. Al principio el sector privado tuvo que utilizar los dólares de su bolsillo, los que tenía en el exterior, para empezar a traer mercadería gradualmente. Había mucha desconfianza y no se sabía si el Estado iba a interferir porque las leyes no cambiaron. Con los bolívares obtenidos de esa primera venta el sector volvió a comprar divisas, con las que pudo volver a importar, y de a poco va dándose un crecimiento orgánico, aunque no pueden haber cuentas en dólares.
Los dólares están en tu contabilidad y puedes dejarlos en el banco en custodia, como en cofre de seguridad, pero no pueden entrar en la contabilidad del banco ni pasar por el Banco Central porque esa transacción se haría inviable para los bancos corresponsales.
P–¿Pero hay poder adquisitivo?
R–Sí, porque siguen entrando divisas por la exportación de petróleo; algunas compañías rusas o turcas hacen de brokers del crudo venezolano y mandan aviones con euros en efectivo para pagarlo. Además, hay 5 o 6 millones de venezolanos afuera, que envían alrededor de US$200 por mes. En consecuencia, hay inflación en dólares, y se pagan precios altísimos.
P–¿Cuáles son las mejores oportunidades para el comercio bilateral?
R–Lo que produce Argentina es muy necesario: hay complementariedades, sobre todo en alimentos y medicina, y tienen buena imagen; hay competencia de Brasil, México y Turquía, pero el producto argentino tiene preferencia del consumidor; por otro lado, muchos desarrollos de software argentinos se están tercerizando en Venezuela. Una ventaja que tuvo la relación Chávez-Kirchner es que, por primera vez, el venezolano empezó a mirar al sur. Nos miramos, nos conocimos y nos gustamos; hoy el venezolano se siente cómodo con el argentino, los vinos ya son parte del paisaje, Mercado Libre es el principal portal de e-commerce, y todo lo argentino está asociado con la buena calidad.