Andrés Serbin: “Nos podemos beneficiar de las relaciones con todos”
El especialista en política internacional y consejero del CARI señala que no conviene privilegiar un vínculo comercial sobre otro
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CÓRDOBA.- Andrés Serbin, titular de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES), y consultor del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), tiene una profusa producción de material y análisis sobre América Latina y Eurasia, temática sobre la que en 2019 publicó el libro “Eurasia y América Latina en un mundo multipolar”. El año pasado fue el turno de “Guerra y transición global. ¿Cómo se gestó la guerra en Ucrania y cómo nos afecta?”, donde pone el foco en la reconfiguración del mapa del poder.
En diálogo con LA NACION advierte que la Argentina tiene un rol “secundario” en el debate a nivel mundial, un factor que muchas veces no es considerado por los protagonistas de la política local. Repasa que el país está interesado en sumarse a los BRICS (grupo integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), como también lo están otras naciones.
Precisamente, en la última reunión de ese grupo se planteó la necesidad de crear un espacio desdolarizado en Eurasia, para no estar atados a los mecanismos financieros originados en occidente. “No será un tema de resolución en el corto plazo”, señala.
Para el especialista todavía hay “desconocimiento” en Latinoamérica respecto de los mecanismos institucionales con los que se va organizando Eurasia y que, a su entender, apuntan a “transformar totalmente el sistema internacional”.
Por ejemplo, con la Unión Económica Euroasiática (UEE) -mercado común integrado por Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán y Kirguistán- hay países latinoamericanos que firmaron memorándums de cooperación pero “todavía falta para avanzar en el relacionamiento y llegar relaciones comerciales y de inversiones importantes”.
Serbin apunta que la guerra entre Rusia y Ucrania marca un “punto de inflexión” ya que emergieron actores que no están de acuerdo con el sistema liberal que se impulsó en Occidente después de la Guerra Fría y que lideró Estados Unidos. Esos actores empezaron a organizarse de tal manera que hay una “reconfiguración” de relaciones de poder.
“Hay una transición del sistema internacional donde el mundo ya no es como era antes, unipolar, con un actor hegemónico que lidera y ordena el sistema internacional en función de sus propios intereses pero también en un marco de estabilidad, sino se entró a una transición con nuevos actores, donde se reconfiguran las relaciones”, dice.
-¿Es la guerra entre Rusia y Ucrania un punto de inflexión para el mapa del poder mundial?
-Creo que sí. Es un punto de inflexión a pesar de que hay una serie de tendencias y desarrollos previos de los cuales esta guerra es una materialización. Esta guerra se puede dividir en tres niveles conflicto. El más obvio es la invasión de Rusia a Ucrania; el segundo fue el creciente enfrentamiento entre Rusia y occidente, básicamente con la Unión Europea y Estados Unidos y el tercero es que esa situación afectó al sistema internacional, derivando en una confrontación de concepciones diferentes, una unipolar versus una multipolar. Es que aunque para algunos pareciera que todo se sintetiza en la guerra entre Rusia y Ucrania, hay un trasfondo geopolítico que tiene que ver con una transición global previa a la guerra.
-¿Es ese último nivel de alineamientos lo que determina que sea un punto de quiebre?
-En esos alineamientos emergieron una serie de actores que no siempre están de acuerdo con la visión liberal impulsada por Occidente después de la Guerra Fría, la de un mundo unipolar liderado por Estados Unidos. Allí están Rusia y China, pero no están solos. También hay otros como India, Irán y Turquía. Para entender lo que está pasando y cómo se van dando las relaciones hay que mirar a Eurasia. Hay una transición del sistema internacional donde el mundo ya no es como era antes, unipolar, con un actor hegemónico que lidera y ordena el sistema internacional en función de sus propios intereses pero también en un marco de estabilidad, sino se entró a una transición con nuevos actores, donde se reconfiguran las relaciones.
-¿Vincula esa atención que aconseja poner en Eurasia con las potenciales inversiones de esa región en Latinoamérica?
-Desde hace un tiempo hay más interés en América Latina de esos países y no solo se limita a lo económico, también se le da prioridad en las áreas diplomáticas y geoestratégicas. Puede haber, incluso, una combinación. Entonces, eso recorta la tradicional influencia estadounidense o europea. En esa reconfiguración hay incertidumbre y tensiones. Hace dos décadas que Eurasia cuenta con mecanismos institucionales que favorecen un espacio separado, aireado, respecto de Occidente. En esa línea están la Unión Económica Euroasiática y la Organización de Cooperación de Shanghái…es un bloque que crecientemente desafía a Occidente en diferentes ámbitos.
-¿Las sanciones contra Rusia de la Unión Europea y de Estados Unidos la empujaron a cohesionarse con ese bloque?
-A raíz de esas sanciones, avanzó en el intercambio pero ya se anticipaba antes de la guerra de Afganistán que los rusos irían en esa dirección, que estaban interesados en desarrollar esa dinámica. (Vladimir) Putin ya tenía el denominado “gran proyecto de Eurasia” que busca la confluencia de todos los actores euroasiáticos como contrapeso al sistema occidental; las sanciones lo volcaron más hacia ese sector, tiene que direccionar buena parte de su comercio a esos mercados.
-Con todo Occidente esperaba un efecto mayor de las sanciones económicas, ¿por qué cree que no se dio?
-No solo creían que el impacto sería mayor sino que no esperaban el boomerang tan fuerte sobre las economías europeas. El año pasado Rusia terminó con un crecimiento de alrededor del tres por ciento, Alemania con 0,1% y Gran Bretaña directamente en recesión. La suba de los precios de la energía en el mercado europeo fue clave; debieron comprarle gas licuado a Estados Unidos más caro y eso afectó fuerte, además de lo vinculado a los cereales y a los fertilizantes.
-En la última reunión de los BRICS volvieron a insistir con la desdolarización, ¿por qué?
-Porque consideran que el dólar es una moneda sin respaldo en oro. Ese camino podría pasar por Arabia Saudita, por lo petrodólares. El ministro de Brasil, Fernando Haddad, planteó la creación de una moneda digital sudamericana, la Sur, pensando en el comercio interregional. Es de lo que se ha hablado en las últimas semanas y en la reunión de la CELAC en la Argentina. Pero no es nada que pueda resolverse a corto plazo. El objetivo de los BRICS es tratar de avanzar con la incorporación de mecanismos financieros distintos a los de Breton Woods y ahí se plantean dos líneas, los que buscan reorganizar de manera autónoma y aquellos que quieren el sistema nuevo pero, a la vez, no dejar de jugar en el campo occidental. Son visiones contrapuestas; Rusia tiene una visión más radical y China una más sutil. Es un país que juega con las reglas internacionales y también les da la espalda.
-¿Cree que Eurasia puede terminar en un espacio efectivamente desdolarizado?
-Todavía todo es prematuro; se van generando planteamientos pero no hay nada concreto. Está el planteo de los BRICS de que no quieren estar dependiendo de los mecanismos financieros occidentales. Hay que ver cómo sigue el proceso. No se trata de que vaya a desaparecer la interdependencia que existe entre países, pero hay una reconfiguración, un proceso de desglobalización.
-¿Qué papel tienen Latinoamérica y la Argentina en esta reconfiguración?
-No tiene por qué haber un alineamiento con uno u otro sector, nos podemos beneficiar de las relaciones con todos. La Argentina tiene interés en sumarse a los BRICS, igual que otra larga lista de países. Los desafíos políticos y geopolíticos dentro del grupo abarcan las diferencias en la forma en que sus miembros se relacionan con el orden liberal internacional; hay diferentes formas de sus integrantes de relacionarse con otros países, hay divergencias en sus políticas exteriores que los posibles nuevos miembros podrían agravar.
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