Como Dinamarca: las definiciones del académico que les hablará a empresarios locales
El académico de la Universidad de Oxford sostuvo que el capitalismo no necesita ese conducta, que hace que a las sociedades no les vaya bien
La incertidumbre radical y la ansiedad, los elementos que definen al presente global. La destrucción del lazo comunitario dentro de las sociedades, el factor que impide enfrentar o resolver problemas. La creciente desigualdad, el telón de fondo que aqueja a los países en desarrollo. El individualismo extremo, la exacerbación del éxito y el odio entre grupos, los elementos que debilitan las instituciones democráticas y descarrilan al capitalismo. La recuperación de un "nosotros", la condición indispensable para pensar el desarrollo.
La mirada de sir Paul Collier, profesor de Economía y Políticas Públicas en la Escuela Blavatnik de Gobierno de la Universidad de Oxford, combina el análisis de la coyuntura con las proyecciones de largo plazo.
En diálogo con LA NACION, el catedrático británico, exdirector del grupo de investigación sobre desarrollo en el Banco Mundial (cargo que ocupó entre 1998 y2003), examinó las consecuencias negativas de la pandemia de Covid-19, describió las respuestas y políticas adoptadas por los diferentes países y planteó que la fragilidad social representa un riesgo para la democracia, en tanto que habilita el crecimiento de liderazgos autoritarios. "Debería ser más fácil construir ese "nosotros comunitario" en las sociedades. No es sorprendente que las más exitosas en ese sentido sean los que mejor funcionan", describió Collier, quien participará del 56° Coloquio de IDEA, que tendrá lugar este año de forma virtual entre el 14 y el 16 de este mes.
Según el académico de 71 años, la pandemia de Covid-19 y su impacto en la economía global se enmarca en el contexto de "incertidumbre radical" que caracteriza al siglo 21. "En el año 2008 vivimos la crisis financiera y ahora el coronavirus. Dos veces en 12 años tuvimos eventos globales muy serios, donde las sociedades debieron enfrentar cuestiones desconocidas que nadie esperaba que ocurrieran. Todos nos preguntamos qué hacer, y la respuesta honesta es que no sabemos", dijo.
Ese escenario de constante incertidumbre fue una de las causas de las vulnerabilidades que mostró la humanidad ante la crisis derivada de la pandemia. "Durante 40 años, el capitalismo avanzó en apostar a maximizar eficiencias en un sistema conocido. Eso también quisieron hacer los gobiernos. Eso hizo a las sociedades muy precarias mientras tuvieron que enfrentar algo desconocido para ese sistema", consideró Collier.
En cuanto a las consecuencias de la pandemia, calificó de equivocado plantear una dicotomía o disyuntiva entre la economía y la salud, al explicar que los países que mejor respuesta sanitaria desplegaron fueron también las que mejores resultados obtuvieron en cuanto al número de muertes y al impacto económico. Su ejemplo paradigmático fue Dinamarca. "Dinamarca planteó que no necesariamente hay un trade off. Tener un propósito común en la sociedad es lo que permitió salvar ambas instancias [la sanitaria y la económica]. Es distinto lo que ocurrió en el Reino Unido o lo que vemos si cruzamos el Atlántico", analizó.
El factor que distingue a países como Dinamarca, dice Collier, es el lazo comunitario y la mutualidad entre los ciudadanos. "Es el aspecto clave para lidiar con el coronavirus. Cuando el virus llegó al país, lo que se planteó fue un propósito común, porque de lo contrario no solo tendrían una crisis económica, sino también muchas muertes. Cuidarse es cuidarse uno mismo y tratar de no darle la enfermedad a otros. Es tener un comportamiento sensato y ser considerado con el otro, especialmente con los más grandes. Y eso funciona dentro de una comunidad", plantea el analista de Oxford, en referencia a hábitos que se construyen a lo largo de los años.
La contracara, planteó, es lo que se vio en Estados Unidos. "La respuesta de la sociedad fue salir a las tiendas de armas. No pensar en cuidar al vecino, sino en dispararle. La gestión ante la pandemia de Covid-19 y las respuestas generadas son un gran ejemplo", afirmó.
Los factores que Collier asocia con esta erosión del tejido social en algunos países tienen que ver con la evolución del capitalismo en las últimas décadas, los factores culturales asociados a este proceso y el surgimiento de nuevos modelos de liderazgo que exacerbaron el "individualismo extremo".
"Lo que construimos en los últimos 40 años es un desastre. Es una tragedia el crecimiento del individualismo. El capitalismo no necesita ser así. Es muy antinatural impulsar eso como un hábito. Las personas no están diseñadas ni evolucionaron para ser así", critica el coautor junto a John Kay del libro La codicia está muerta: la política después del individualismo, publicado este año.
Para Collier, el capitalismo como sistema social y económico "descarriló" en la década del '80 y eso derivó en una fractura social dentro de los países. "Algunas premisas sociales se perdieron con ciertas ideas que consagraron al individualismo, que implicó no pensar en las obligaciones de uno con los otros. Las obligaciones pasaron a ser con uno mismo, donde cada uno es responsable de sus propios objetivos. Y eso hasta psicológicamente está muy equivocado. No funcionó para las personas ni para las sociedades, porque no logró objetivos y se construyeron identidades polarizadas y opuestas. Se perdió el gran ?nosotros' y quedaron un montón de identidades locales o tribales. Eso se ve mucho en América Latina, una sociedad en la cual hay poca mutualidad y muy poca sensación de propuestas e ideas compartidas entre ciudadanos", plantea el analista.
El "descarrilamiento" del capitalismo se vincula, según el economista, con valores individuales que destruyeron lazos sociales. "Los más exitosos fueron los más tentados con ese individualismo. Por supuesto, piensan que lo son porque trabajaron duro y son maravillosos, y los que no lo lograron son vagos o estúpidos y merecen su destino. No queda nada ahí de la identidad compartida. Se asume que el exitoso no tiene que ocuparse de los otros en la sociedad. Se pierde esa obligación como ciudadano. Los exitosos resultan los menos generosos y reclaman que son moralmente superiores", analizó Collier, sobre un fenómeno que, según su perspectiva, caracterizó la evolución de las sociedades británica y estadounidense.
El riesgo de este devenir, asociado a la incertidumbre y las crisis, plantea el autor, es un debilitamiento de la representación y las instituciones democráticas que abra paso a gobiernos autoritarios. "Esto puede recordarnos la vital importancia que tiene unirnos con propósitos compartidos, que no es algo muy difícil de construir si la base es protegernos ante adversidades como esta pandemia. Pero también puede avanzar en otros sentidos, y que las personas pasen a culparse unas a otras y que se genere una sociedad cada vez más fragmentada. Ahí se abren paso gobiernos dictatoriales o populistas. Pero si todo lo que necesitáramos para crecer fueran dictadores o populistas, África sería rica hace décadas. Y hoy hay un riesgo", advirtió Collier.
En ese contexto, su planteo pasa por instar a los líderes a recomponer ese "sentido de nosotros común", con lazos comunitarios y de identidad al interior de cada sociedad. Eso, sostiene el académico, fue el elemento clave que caracterizó a la "era dorada" desde la posguerra hasta 1975: "La democracia funciona con partidos compitiendo, pero con desafíos comunes. Ese valor estuvo presente entre 1945 y 1975, cuando las condiciones de vida mejoraron y era algo que dábamos por sentado. Hoy tenemos que volver a construirlo. Las sociedades tienen que salvarse a sí mismas y para eso faltan narrativas de sueños y propósitos comunes para el futuro. Y quienes pueden encabezar eso son los líderes".
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