Clínicas y hospitales: un sistema que respondió como nunca, pero sigue con los problemas de siempre
La pandemia generó costos que no estaban previstos, obligó a reorganizar la infraestructura y aumentó los riesgos de déficits futuros; todo en medio de una crisis sectorial que venía de arrastre
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Si hay un sector que estuvo en el centro de la tormenta desde que irrumpió la pandemia de coronavirus, es el de la salud, que vio afectado no solo todo su funcionamiento, sino que además sufrió un impacto sin precedentes en su estructura de costos: debió aumentar el número de camas generales y críticas, separar las guardias y los pisos de internación, aprovisionarse en tiempo récord de un mayor número de respiradores y hacer frente a un incremento exorbitante, tanto en cantidades como en precios, de insumos y medicamentos.
Al empezar la pandemia, en marzo de 2020, todas las instituciones de salud se alistaron para recibir pacientes Covid y eso implicó modificaciones estructurales en los edificios, incluyendo separación de las guardias y de los pisos de internación. Esto implicaba dotaciones distintas para no trasladar el virus de una población con coronavirus a personas con otra patología.
Así, las camas generales se incrementaron en un 30% y las camas de unidades críticas, un 28%. Antes de la pandemia había en el país, tanto en el sistema público como en el privado, 8500 camas críticas, una cifra que en pocos meses llegó a 12.500, según datos de la Unión Argentina de la Salud (UAS), que representa el 70% del sistema de salud en el país. Cada una de estas camas tiene un costo de entre US$5000 y US$7000, a lo que en la mayoría de los casos hubo que sumar un respirador, que cuesta US$20.000.
Hugo Magonza, director general de Cemic, presidente de la Asociación Civil de Actividades Médicas Integradas (Acami) y miembro de la comisión directiva de la UAS, explicó que en medio de todo esto se suscitó un problema de mercado. “Porque en el momento en que se necesitó equipar camas, todo el mundo estaba demandando lo mismo. De hecho, mucho llegó a Latinoamérica unos meses después que a Europa”, comentó.
También sucedió lo mismo con los reactivos para el test por PCR. Para tener una idea: en marzo de 2020 se hacían 100 de estas pruebas por mes, mientras que ya a mediados de año se empezaron a realizar 700 por día. Antes de la irrupción del covid había en el país 25 equipos para hacer este test, mientras que en la actualidad se cuenta con el doble de esa cifra. Se trata de aparatos entregados en comodato por un determinado proveedor, con quien se firma el compromiso de comprarle a un precio acordado los insumos necesarios para hacer funcionar el equipamiento.
No fueron los anteriores los únicos ítems en los que impactó el coronavirus y en los que hizo que su provisión se incrementara. Según indicó Ricardo Lilloy, presidente de la Cámara de Entidades de Medicina Privada de la República Argentina (Cempra) y miembro de la UAS, los barbijos y delantales para el personal de salud aumentaron 200% en su valor y también en su uso. “Esto triplicó su impacto en la estructura de costos”, señaló el directivo.
Antes del covid, los equipos de protección de personal en clínicas, hospitales y sanatorios se usaban solo con los pacientes que tenían una enfermedad contagiosa, pero al empezar la pandemia se le empezó a proveer a todo el mundo, porque había pacientes que podían ser asintomáticos y estar cursando la enfermedad.
Por otra parte, los protocolos que se activaron para que la gente no se acumulara en las salas de espera implicaron que los turnos se espaciaran, con lo que el profesional tuvo en el mismo tiempo de trabajo que antes un 50% de atención (para aplicar los protocolos de distanciamiento, desinfección de la sala, cambios de equipos). “Por eso hay por parte de los profesionales un aumento de los aranceles que se les paga por cada atención, lo que también es consecuencia del efecto Covid”, afirmó Lilloy.
Un párrafo aparte merece lo ocurrido con los medicamentos en general, pero particularmente con los relacionados con el covid, porque hay una serie de ellos que son utilizados en las internaciones críticas (básicamente las que necesitan asistencia respiratoria mecánica), que tuvieron un pico de demanda muy alta. “Son los miorrelajantes, los sedantes, analgésicos y anticoagulantes, que tuvieron un aumento de precios altamente distorsivos que no responden a los costos de fabricación, sino a un tema de oferta y demanda”, enfatizó Lilloy.
¿Por qué? Porque muchos establecimientos demandaron simultáneamente esos medicamentos en todo el mundo. Así fue como en la Argentina productos que no son sustituibles tuvieron incrementos que van desde 350% a 1350% en un año y tres meses. “A esto se suma que también el oxígeno se encareció mucho, en el orden de 200%, y eso no se le puede atribuir al dólar, porque la materia prima es el aire. Acá no solo se incrementó el precio sino también la cantidad utilizada. Un reaprovisionamiento que se hacía cada seis días pasó a hacerse cada dos días. La suma del aumento del valor más el del consumo se tradujo en un incremento del costo de este ítem de 800%”, precisaron en la UAS.
Los especialistas consultados dijeron que hay, además, muchos costos ocultos, como por ejemplo el originado por el hecho de que 5% de la dotación de personal se tuvo que quedar en su casa, porque si bien podían trabajar perfectamente fuero catalogados como personal de riesgo. “En general, los hospitales siguieron trabajando constantemente, por lo que hubo que reponer ese personal que no podía trabajar: hubo que tomar personal, aumentar las horas extras, incrementar las guardias, todo con un alza de costos que no es normal”, relató Magonza.
Además, 30% del personal del sector se enfermó, una cifra superior a la que se produjo en otras actividades económicas, debido a que la gente que se desempeña en el sistema de salud debe ir todos los días a su puesto, con lo que tiene que usar el transporte público, y eso la deja mucho más expuesta. Esto también significó un costo laboral mayor, porque para reemplazar un enfermo de covid que no trabaja por 15 días no se toma otra persona, sino que se paga una hora extra o una guardia, que cuesta entre 50% y 100% más que la hora normal.
Otros golpes de la pandemia
Pero hubo también un efecto indirecto en las instituciones prestadoras de servicios de la salud, que durante la cuarentena más dura tuvieron una enorme caída de la actividad ambulatoria, debido a que muchas personas dejaron de atenderse por otras patologías por miedo a concurrir a un establecimiento sanitario y contagiarse de covid. En conclusión, en el período en el que tuvieron mayores costos, les bajó la facturación.
Para tener una idea, según datos de abril de 2020 la actividad ambulatoria cayó al 20% (un quinto de lo que era antes de la pandemia). Esto, explicaron los especialistas, posterga los tratamientos, disminuye la prevención y hace que los resultados de las terapias no sean tan buenos, algo que, además de un problema futuro de salud, encarece el sistema, porque un paciente diagnosticado en forma precoz tendrá menos costos que uno al que se lo tiene que atender de urgencia o con una enfermedad ya avanzada.
Según un análisis de Adecra+Cedim (Asociación de Clínicas, Sanatorios y Hospitales Privados y la Cámara de Entidades de Diagnóstico y Tratamiento Ambulatorio, respectivamente), en mayo de este año las resonancias magnéticas cayeron 26%, respecto de igual mes de 2019; las ecografías, 9%; las mamografías, 8%; las radiologías, 26%; las densitometrías, 24%; la medicina nuclear, 26%; la angiografía,14%; la endoscopía, 20%, y la PET (tomografía por emisión de positrones, según sus siglas en inglés), 19%. Solo aumentaron las tomografías (5%).
En la Federación Argentina de Prestadores de Salud (FAPS) afirmaron que los prestadores atraviesan una grave situación económica generada por los aumentos de los costos laborales y de insumos relacionados con la pandemia, como así también una caída general en la cantidad de prestaciones, especialmente las ambulatorias y las relacionadas con el universo de patologías no Covid. “Esta disminución se calcula actualmente en un 30%, aunque llegó hasta el 70% en abril del 2020″, subrayaron en la entidad.
En FAPS destacaron que el aumento de la inflación desde que comenzó la pandemia es prácticamente el doble comparado con lo que han sido los aumentos en los valores que los prestadores reciben de los financiadores (obras sociales, medicina prepaga y PAMI). Y todo esto se da en contexto de negociación de paritarias: nos encontramos en periodo de conciliación obligatoria. “Hoy estamos entre la espada y la pared, ante la necesidad de actualizar los sueldos de nuestros trabajadores, con aumentos de medicamentos muy por encima de la inflación, pero sin aumento de los ingresos que nos permitan afrontar esos costos”, se lamentó José Sánchez, presidente de la FAPS.
Esto se liga directamente con el problema arancelario que atraviesa el sistema de medicina privada en el país, que incluye una medida cautelar ante la Justicia para que se les permita aumentar las cuotas de de los planes. “El año pasado se aumentaron solo 10% mientras que los costos de salud subieron 54% (para todo 2020) y la propia Superintendencia de Salud, en una fórmula polinómica para establecer esos costos, estimó que hasta octubre de 2020 el incremento de costos del sector había sido de 35%. El costo de vida en 2020 fue de 36%, pero el costo de salud siempre está un 35% sobre eso (según lo que ocurrió en los últimos 18 años)”, especificó Magonza, de la UAS.
Un análisis de la UAS muestra que desde que el Gobierno reguló el precio de la cuota, en 2011, hasta el 31 de diciembre de 2020, esa cuota aumentó 1054%, mientras que en el mismo período la inflación acumulada fue de 1470%, el costo de la salud creció, 1947%; la cotización del dólar se incrementó 1855% (gran parte de los insumos y medicamentos se compran a valor dólar), y el salario de una enfermera subió 1150%.
En el 30% del sistema de salud que corresponde al ámbito estatal también se produce esta dinámica, pero, tal como explicó Lilloy, el Estado, que es quien se hace cargo de los gastos que demanda esa parte, tiene otras vías de financiamiento y no está sujeto a un resultado económico. “La situación es simétrica porque todos sus costos se han encarecido al ritmo de lo que sucedió en la actividad privada, pero el respaldo final no es el mismo”, concluyó el directivo.
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