Ciencia del comportamiento: aprender a desentrañar los misterios de la mente humana
Entender las motivaciones humanas permite diseñar políticas públicas efectivas, crear entornos laborales más saludables, mejorar estrategias educativas y optimizar los servicios de salud; cuáles son las opciones para formarse en esta materia
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Como docente de una materia de economía del comportamiento, me suelen preguntar dónde estudiar más en profundidad esta fascinante disciplina, con la intención de extender su aplicación a las decisiones en general. Mi respuesta suele ser vaga, asediada por las dudas, porque la oferta académica en estos temas es relativamente nueva en el mundo y aún no está del todo consolidada. Pero no hay dudas de que cada vez más estudiantes y profesionales están interesados en comprender las motivaciones y acciones humanas desde una perspectiva científica, buscando programas académicos que ofrezcan una formación integral en este campo.
La Ciencia del Comportamiento contacta naturalmente con todas las ciencias sociales que trabajan con las decisiones humanas. No se conforma con una sola perspectiva, y esto es al mismo tiempo una ventaja y un obstáculo a vencer. La razón es que una comprensión amplia de las motivaciones de la gente necesita integrar conocimientos múltiples de varias ciencias sociales y biológicas. Fascinante, pero, a la vez, difícil de abarcar.
Vamos con algunos ejemplos. La psicología estudia los procesos mentales que influyen en nuestras elecciones; la economía, los incentivos pecuniarios de las elecciones; la sociología analiza las influencias sociales y culturales en el comportamiento; la neurociencia explora las bases biológicas de nuestras acciones, y la antropología, la forma en que las diferentes culturas moldean nuestras conductas. La intersección de todas estas perspectivas es el objeto de estudio de las ciencias comportamentales.
El desafío no termina allí. Para emplear las técnicas comportamentales es esencial el entrenamiento en metodología de la investigación. Un buen uso de estas herramientas es lo que permite distinguir a la ciencia de la conducta de las intuiciones apresuradas de los libros de autoayuda que revelan cómo volverse rico en una semana. La economía fue pionera en desarrollar y aplicar técnicas sofisticadas para entender problemas sociales complejos, y hoy estos instrumentos están disponibles y son vitales para las ciencias conductuales. En el capítulo 3 de su libro La ciencia de los detalles, Nicolás Ajzenman y Florencia López Boo proveen un excelente ejemplo: combinan estas herramientas y diseñan intervenciones de política “mínimas” que logran mejorar la salud de la población.
Una de las técnicas más difundidas son los llamados Experimentos Controlados Aleatorizados (RCT por sus siglas en inglés). En este tipo de estudio, los participantes se asignan aleatoriamente a un grupo experimental y a un grupo de control, y luego se les somete a diferentes intervenciones. Los RCT son útiles para aislar y comprender las causas de nuestras acciones, pero sobre todo, para identificar las políticas que funcionan de las que no. Cada vez más firmas hacen uso de estas herramientas, que incluyen el A/B testing para, por ejemplo, mejorar sus servicios al cliente.
Salida laboral
Para los autores de La Ciencia de los Detalles es difícil pensar un ámbito en el cual las ciencias del comportamiento no sean necesarias. Para quienes se sienten atraídos por las políticas públicas, la revolución de las Unidades de Comportamiento a lo largo del mundo constituye una gran oportunidad. “Pero el sector privado empezó mucho antes –comenta Florencia–. Para las empresas, comprender los comportamientos individuales y sociales es una gran ventaja, y lo bueno es que pronto dispondrán de profesionales especializados para emplear. Por ejemplo, las prepagas tienen gente específicamente trabajando en temas de comportamiento”.
Nicolás señala que “muchos unicornios tienen áreas enteras dedicadas a entender la conducta. Pero no son solo las nuevas plataformas como Amazon; emprendimientos de marketplaces más modestos también demandan estos conocimientos, solo que a veces le ponen otro nombre, como ‘psicología del consumidor’”, completa.
La oferta académica
Ya que la demanda de profesionales está, la pregunta siguiente es dónde se encuentra la oferta. En los países desarrollados estos estudios se ofrecen típicamente en posgrados, de modo que previamente se debe completar una carrera, para luego especializarse. La Universidad de Buenos Aires (UBA) tiene en la Licenciatura en Economía un curso optativo de grado (Tópicos de Micro con aplicaciones en Conducta), y en la Argentina dos universidades privadas, San Andrés y Torcuato Di Tella, están presentando flamantes carreras de grado.
Le preguntamos a Joaquín Navajas, que dirige la Licenciatura en Ciencias del Comportamiento de la Universidad Di Tella, que comienza en 2025, acerca de la clave para combinar tanto conocimiento diverso en un solo plan de estudios. “Nos concentramos en psicología experimental, neurociencia cognitiva y economía del comportamiento. Pero, además entrenamos el análisis de datos y la elaboración de experimentos”, explica. “El abordaje no es solo académico, privilegiamos las aplicaciones a los negocios (finanzas, marketing), diseño (visualización de datos, experiencia de usuario) y data science (programación, análisis de redes sociales)”.
Joaquín vivió hace poco en carne propia el atraso en las iniciativas de estudio de la conducta. En la biblioteca del Di Tella se cruzó con la revista Psicología Industrial, editada por Siam Di Tella, que pretendía medir y analizar el comportamiento humano desde una perspectiva “ingenieril” allá por… ¡1960!
En una de ellas se puede leer un artículo sobre La comunicación anímica entre empleadores y empleados, de Nicola Pende. Y en la misma edición aparece un trabajo sobre Orientación Psicológica de las Relaciones Humanas, escrito por Emilio Mira y López, quizás un pariente lejano que determinó mi interés por el tema.
El conocimiento del comportamiento individual y social es un determinante central del bienestar de la sociedad. Entender las motivaciones humanas permite diseñar políticas públicas efectivas, crear entornos laborales más saludables, mejorar estrategias educativas y optimizar los servicios de salud. Más en general, el estudio del comportamiento también ayuda a entendernos mejor como individuos y, seguramente, a promover una mayor y mejor cooperación. Lo que sí, hay que ponerse a estudiar.
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