Chismes en la cocina (económica) del éxito editorial menos esperado
El libro La Cocina de la Política Económica Argentina: De Frondizi a Milei, de Juan Carlos de Pablo y Ezequiel Burgo, que está entre los más vendidos en la categoría de “no ficción”, relata con un estilo ameno los entretelones de la política en materia económica de las últimas décadas
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Un texto escrito contra reloj en cuatro meses, con tiempo ganado a las vacaciones y en una coyuntura económica que es un torbellino (y que hace que los temas de coyuntura queden viejos en segundos). Un autor que confiesa desde el párrafo uno que encaró el libro porque la editorial se lo pidió, y que él no tenía ni tiempo y ni ánimo para hacerlo solo. Un formato poco común para un ensayo de divulgación (un diálogo coloquial entre dos autores).
Contra todos los pronósticos y las particularidades del párrafo anterior, La Cocina de la Política Económica Argentina: De Frondizi a Milei (Sudamericana) del economista y columnista de LA NACION Juan Carlos de Pablo y del editor de Clarín y economista Ezequiel Burgo, encabeza de lejos los rankings de ventas en la categoría de “Economía y Política” desde que salió, hace un mes. En un hecho inédito para esta temática, se codea en el top 5 de los libros de no ficción con habituales best sellers como Daniel Balmaceda, Gabriel Rolón o James Claer (el autor de Hábitos Atómicos) y está muy por encima de otras firmas conocidas.
La estructura de diálogo, cuando está bien armada, es coloquial y rompe la monotonía con giros sorpresivos, hace que la lectura fluya. En ese sentido, La Cocina… puede deglutirse de un tirón, disfrutando del “saque y volea” que proponen los autores a lo largo de las páginas: una anécdota o chisme poco conocido (De Pablo tiene miles, y de fuente directa) que iluminan algún fenómeno o hecho estilizado: si los empresarios son buenos ministros, si los economistas miran demasiado el largo plazo, cuánto pesa el apoyo internacional, cómo se terminan tomando las decisiones en política económica, cuánto influye el azar, etcétera.
Lo que sigue es una picada módica de algunos de los mejores chismes de cocina de la política económica de los últimos 60 años. La llegada al poder del primer presidente argentino que es licenciado en Economía es una buena excusa para emprender el viaje.
Corto versus largo plazo. Tyler Cowen, recuerda De Burgo, suele criticar a los economistas por ocuparse mucho del largo plazo y desatender el corto, como desmereciendo el día a día en favor de las grandes ideas o construcciones. De Pablo traza el paralelismo con el de una madre que está completando el formulario de inscripción para una universidad de prestigio a la que irá su bebé en el futuro, y de pronto se da cuenta de que su hijo se hizo encima; entonces se ocupará de lo urgente y le cambiará los pañales. “Hay que ocuparse de lo importante y de lo urgente, pero, además, con la perspectiva de que el mundo podría no terminar hoy”, dice De Pablo. El libro está lleno de momento de ir “a los bifes” y olvidarse de los manuales de macro, como cuando Alan Greenspan se enteró en un avión de la voladura de las Torres Gemelas en 2001 y ordenó de inmediato que llenaran los cajeros automáticos de Manhattan de billetes, sin reparar en indicadores monetarios.
Empresarios ministros. Con enorme frecuencia el primer ministro de Economía de un gobierno fue un empresario. Pasó con Perón-Miranda, Onganía-Salimei, Perón-Gelbard, el proceso-Martínez de Hoz, Menem- Roig. “Quizás los políticos creen que los empresarios saben lo que es pagar una quincena o un aguinaldo, pero la verdad es que no saben de macro. No tengo problemas con que el ministro no sea licenciado en Economía, pero el segundo tiene que saber de macro. Sino, estamos en problemas”, apunta De Pablo.
Larga duración. Suele decirse que los presidentes tienen varios ministros de Economía, pero para Gelbard fue al revés: fue un ministro que tuvo cuatro presidentes: Cámpora, Lastiri, Perón e Isabel Perón. Lo sucedió Alfredo Gómez Morales.
Cavallo preso. Por la cercanía y amistad con Domingo Cavallo por parte de De Pablo, el capítulo que trata los primeros años de este milenio es uno de los más jugosos del diálogo entre los dos autores. “Mingo, ¿Vos fumás?”, le preguntó De Pablo delante de un testigo, y el exministro le dijo que no: “¿Por qué me lo preguntás?”. “Para saber, cuando vaya a visitarte a la cárcel, si te llevo chocolates o cigarrillos”. Cavallo estuvo dos meses preso, de abril a junio de 2002. De Pablo lo visitaba todas las tardes en Campo de Mayo, y cuenta que a veces lo llamaba Mario Blejer, presidente del Banco Central, y se ponían a discutir de política monetaria.
Confianza infinita. El libro recuerda la confianza infinita que se tenía Carlos Menem en los 90, y cómo se codeaba con los principales líderes globales. “Si lo invitaban a inaugurar el torneo de golf de Augusta el tipo iba, se ponía el traje verde, colocaba la pelotita en el hoyo uno y delante de los 150 mejores golfistas del mundo tiraba para el carajo y se cagaba de risa”.
Entusiasmo y preocupación. En el inicio del gobierno de Mauricio Macri hubo entusiasmo ciudadano y “preocupación profesional”. De Pablo critica la aversión por un “super-ministro” de Economía del expresidente. “La organización de la conducción económica hizo evidente mi preocupación: un número de ministros debajo de dos coordinadores debajo de un jefe de Gabinete debajo de un Presidente no va a funcionar. Pero lo dije el día uno, eh”.
Los 100 días de Milei. De Pablo comparte horas todos los domingos en la Quinta de Olivos con el presidente Javier Milei. Escuchan ópera y para ese momento se pusieron la regla de no hablar de economía (sí lo hacen luego, cuando cenan juntos). El capítulo sobre el actual gobierno es muy corto, por dos motivos: “De Pablo se cuida mucho de no contar sus conversaciones con Milei”, dice a la nacion Walter Sosa Escudero, colega de De Pablo en la Udesa. El otro motivo es que el libro se entregó en el inicio del Gobierno, solo con 100 días de administración. “La experiencia me dice que los estilos no cambian. La gente sabe que soy amigo de Milei y me aconseja: ‘Escuchame, Juan Carlos, cuando lo veas, ¿por qué no le decís que se calme?’. Y yo respondo: ‘Y vos decime que yo use corbata. Te gusta perder el tiempo”. No cambiará de estilo, pero sí aceptará modificaciones o puntos de vista diferentes dentro de sus formas. No lo veo ni loco ni idiota como para no hacerlo”.
En La cocina…, los autores recuerdan que Milei es uno de los pocos casos de un economista que llegó al escalón institucional más alto: en la Argentina es la primera vez que sucede, y a nivel mundial están los precedentes de Valéry Giscard d’Estaing, Harold Wilson y algunos casos en Perú.
De Pablo y Burgo son economistas con estudios en el exterior y transitaron, ambos, muchos años en el periodismo gráfico, así que en el libro hay clima de redacción en varios pasajes. En este sentido, dice Burgo, De Pablo es lo más parecido a Galbraith que tenemos por estas latitudes, por su capacidad de divulgación (Galbraith fue director de Fortune en Estados Unidos e hizo varios especiales para la BBC). No es casual, entonces que La cocina… termine con un diálogo exquisito entre Galbraith y el entonces presidente de Estados Unidos Lyndon Johnson. Que no vamos a spoilear, así que habrá que comprar el libro.
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