China da prioridad al crecimiento acorto plazo y sacrifica las reformas
BEIJING—Los ánimos de algunos de los principales mandarines económicos de China en una reunión a puertas cerradas hace unas semanas se estaban crispando.
Su jefe, el presidente Xi Jinping, estaba aceptando la responsabilidad del bajón de la economía, lo que no lo tenía muy contento, y su misión era hallar formas de reactivar el crecimiento.
Funcionarios de la comisión de planificación del gobierno presentes en el encuentro del 22 de septiembre propusieron un plan de gasto en aeropuertos, carreteras y otros proyectos, la clase de inversión a la que China había recurrido en los últimos años, según minutas internas del evento, que se llevó a cabo en un salón de conferencias en la sede de la entidad. Los representantes del Ministerio de Finanzas se opusieron y plantearon un programa para estimular a los consumidores chinos a comprar electrónicos, automóviles, vestuario y otros bienes producidos en el país.
La mayoría de los asistentes estuvo de acuerdo en algo: sería complicado lanzar planes para liberalizar una economía que sigue siendo muy dependiente del Estado y, al mismo tiempo, cumplir la meta de expandirse a una tasa de 7% en 2015 fijada por Xi. Era improbable que tales programas inyectaran la dosis de dinamismo que la economía necesita en el corto plazo.
"Las reformas todavía enfrentan enormes obstáculos", reconoció un asistente a la reunión de funcionarios de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, la agencia de planificación, y el Ministerio de Finanzas, según las minutas a las que tuvo acceso The Wall Street Journal. "Es dudoso que cualquier dividendo de una reforma se traduzca en crecimiento económico en un futuro previsible".
Un portavoz del organismo de planificación declinó referirse al tema, mientras que representantes del Ministerio de Finanzas no respondieron a solicitudes de comentario.
En las semanas que transcurrieron desde el 22 de septiembre, China ha dado pasos para frenar los planes que tenían la intención de relajar el control estatal sobre el sistema financiero, lo que se suma al aplazamiento de otras reformas desde mediados de año. Algunas medidas han tenido el efecto de mantener a flote ciertas industrias en forma artificial. El banco central, por ejemplo, eliminó el 23 de octubre la tasa máxima que los bancos podían cobrar sobre los depósitos, pero no llegó al extremo de liberar las tasas de interés de su control, como se esperaba, señalando que tal medida podría aumentar los costos de financiamiento para las empresas y los consumidores.
Otras políticas buscan impedir que el dinero salga del país. El banco central y otras agencias redujeron el 30 de octubre el alcance de los planes para crear una zona de libre comercio —un laboratorio para las reformas financieras —, que habría flexibilizado las normas para que los residentes compren activos extranjeros.
Muchas de las medidas que el gobierno ha retrasado son las que los economistas y algunos líderes consideran necesarias para dejar a la segunda economía del mundo en una trayectoria de crecimiento sostenible en los próximos años.
"La razón por la que uno es partidario de la apertura es para introducir la disciplina del mercado en el sistema", dice Huang Yiping, profesor de Economía de la Universidad de Pekín y miembro del comité de política monetaria del banco central. "Una marcha muy lenta de las reformas sería la consecuencia de una postura cauta".
Detrás de la precaución de las autoridades están los problemas financieros que se han agravado más allá de las previsiones del gobierno y de su capacidad para combatirlos. "La perspectiva de la situación económica es bastante pesimista", admitió un representante del Ministerio de Finanzas en el encuentro de septiembre. "Probablemente es peor de lo que la gente piensa".
La dificultades quedaron en evidencia el domingo, cuando el gobierno chino anunció un descenso interanual de 6,9% de las exportaciones en octubre, la cuarta caída mensual consecutiva.
Sin embargo, el gobierno enfrenta un momento de la verdad en el largo plazo con las realidades de la gravedad económica, a medida que el alto crecimiento de los últimos años se disipa y las palancas que ha utilizado para estimular el Producto Interno Bruto pierden efectividad.
Xi ha expresado su disconformidad con la forma en que su gobierno ha manejado la economía. En julio, cuando las autoridades trataban de frenar el derrumbe de las acciones, The Economist lo puso en su portada con los brazos levantados tratando en vano de sostener el índice. "No quería estar en esa portada", dijo el presidente en una reunión con asesores económicos y financieros, según fuentes cercanas. "Pero gracias a ustedes, lo logré".
El malestar económico pone en riesgo una de las premisas del Partido Comunista: China tiene que expandirse con dinamismo. Xi ha señalado que un crecimiento en torno a 7% es necesario para cumplir el objetivo de duplicar para 2020 el PIB y el ingreso per cápita de 2010. El mandatario, sin embargo, redujo sus expectativas para los años venideros al indicar que China debe expandirse un mínimo de 6,5% para alcanzar el objetivo trazado para 2020. Numerosos analistas estiman que la meta sigue siendo ambiciosa y exige que el gobierno acelere las políticas de estímulo a costa de las reformas.
Muchos predicen una expansión en torno a 4% en los próximos años, muy por debajo del mínimo que el gobierno considera necesario para generar empleos.
Funcionarios chinos estiman que el camino hacia la liberalización está lleno de riesgos, dicen fuentes cercanas.
La liberalización del sistema financiero, por ejemplo, podría abrir la puerta a la salida de capitales en un momento en que el país necesita apuntalar la economía. Permitir la quiebra de empresas eliminará trabajos. Otorgarles a los bancos libertad para fijar las tasas de captación y colocación alentaría políticas de crédito irresponsables cuando los niveles de cartera incobrable ya están en aumento.
Algunos asistentes a la reunión de septiembre sugirieron que era hora de replantear los objetivos económicos. El gobierno, señalaron, debería reducir la meta de crecimiento o eliminarla por completo y abocarse a cerrar fábricas que arrojan pérdidas, reducir el valor contable de la deuda y hacer otras modificaciones que pueden provocar dolores de cabeza de corto plazo, pero ayudarán en el largo plazo.
"Si el gobierno reconoce que la economía sólo puede crecer a un ritmo de 6% en lugar de 7%, sería en realidad algo positivo", dijo un funcionario del Ministerio de Finanzas, según las minutas del encuentro.