China aprende a convivir con un crecimiento más moderado
Sun Ping, un promotor inmobiliario de Shanghai, recuerda cuando puso en venta un conjunto de casas en 2006, una época en la que los compradores esperaban toda la noche e intercambiaban sus lugares en la cola por dinero. Sun vendió 62 propiedades en tres horas y cree que esos compradores triplicaron rápidamente su inversión.
"Era un tiempo milagroso", señala. Una reciente exhibición de una casa modelo atrajo a apenas un puñado de interesados.
La era de los milagros se acabó en la segunda economía del mundo. China está despertando tras una fiesta económica de proporciones épicas que elevó los ingresos de sus habitantes, pero también dejó como saldo deuda, corrupción y un desastre ecológico.
Después de tres décadas de un crecimiento económico cercano a 10% al año, muchas industrias enfrentan una nueva realidad. El nuevo desafío de China es adaptarse a una expansión más moderada.
La desaceleración de la economía quedó de manifiesto el lunes, cuando la Oficina Nacional de Estadísticas anunció que el crecimiento de Producto Interno Bruto del primer trimestre se redujo a 7,7% interanual, frente a 7,9% en el cuarto trimestre de 2012.
El crecimiento de las ventas minoristas cayó a 12,6% interanual en marzo, desde 15,2% a fines de 2012. La producción industrial también descendió en marzo, una señal de que el repunte de fines del año pasado podría estar perdiendo bríos.
China sigue siendo uno de los países de crecimiento más acelerado del mundo, pero afronta una desaceleración frente a una expansión que llegó a 14,2% en 2007. Dos confiables motores económicos —la demanda externa y la inversión interna— han perdido fuerza.
Un poco antes de asumir la presidencia del país, Xi Jinping marcó la pauta para la nueva realidad con actitudes que parecían equiparar el exceso con la corrupción. Durante una visita a la provincia de Hubei, por ejemplo, evitó las comodidades a las que están acostumbrados los altos funcionarios y se alojó en un pequeño hotel. Su menú incluía sólo cuatro platos y una sopa.
La humildad de Xi se ha tomado casi como un modelo a seguir. Para no parecer corruptos, funcionarios de menor rango no se alojan en hoteles cinco estrellas, ni prueban manjares como la sopa de nido de pájaro y ni siquiera comen fruta, según gerentes de hoteles y restaurantes.
La austeridad de los dirigentes del país "podría ser el mayor factor" en la caída del crecimiento del primer trimestre, opina Lu Ting, economista para China de Bank of America Merrill Lynch. Diez millones de funcionarios usan tarjetas de crédito proporcionadas por el gobierno que, en promedio, acumulan gastos anuales de unos US$5.800, o un total de US$58.000 millones, según la firma de investigación de Shanghai Emerging Asia Group.
La austeridad también está desinflando los mercados de arte, licor, entretenimiento y vestuario.
Cuando el diseñador italiano Giorgio Armani inauguró su tienda principal en China en 2004, describió a Shanghai como "la ciudad de la que más se habla en el mundo". Antes del reciente cierre del local, Armani dijo a la publicación especializada Women’s Wear Daily que se trataba de un "destino cambiado". Los productos de Louis Vuitton y Hermès siguen marcando tendencia, pero ahora como artículos de segunda mano revendidos por personas que necesitan el dinero.
La campaña de frugalidad se produce en un momento en que los chinos se dan cuenta de que el ritmo de expansión será difícil de repetir. El PIB del año pasado fue casi nueve veces el de 1990.
En poco más de una década, Shanghai, la capital comercial de China, construyó cerca de 240 millones de metros cuadrados de espacio residencial. Los precios promedio se multiplicaron por 3,6, según Shanghai Urban Real Estate Surveyors-Appraisal Co.
En los próximos años, China moderará su crecimiento anual a entre 8% y 8,5%, proyecta el Fondo Monetario Internacional. Otros economistas consideran que el organismo multilateral peca de un exceso de optimismo y advierten que China está otorgando demasiados préstamos para sostener la expansión y corre el riesgo de que se forme una burbuja crediticia.
Los retornos están disminuyendo para los inversionistas en bienes raíces, infraestructura y fábricas. La inversión extranjera directa en la ciudad de Changzhou, cerca de Shanghai, se quintuplicó entre 2001 y 2012, cuando alcanzó US$3.360 millones. Este año costará mucho lograr un aumento de 5%, dijo Thomas Zang, funcionario de promoción de inversiones de la ciudad.
El gobierno chino espera que los mayores ingresos de los hogares impulsen el consumo, de modo que la economía dependa menos de la inversión estatal y las exportaciones. El consumo aportó 4,3 puntos porcentuales al crecimiento de China en el primer trimestre, comparado con los 2,3 puntos porcentuales de la inversión, señala Sheng Laiyun, vocero de la Oficina Nacional de Estadísticas. "Ahora podemos decir que el consumo se ha convertido en un importante motor de crecimiento", afirma.
—Wang Fanfan contribuyó a este artículo.