¿Cerrar el Banco Central? Qué es la Banca Simons que propone Javier Milei
Sin la institución regulatoria, el sistema financiero debería funcionar de una manera diferente a la actual
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Javier Gerardo Milei es suficientemente instruido como para saber que no se puede cerrar el Banco Central de un país mientras su sistema financiero funcione con reservas fraccionarias, porque siempre estará sujeto a los trastornos que generan las “corridas bancarias”. Por eso, antes de proceder al referido cierre, sugiere transformar la banca tal como la conocemos por una del tipo de la planteada por el economista estadounidense Henry Calvert Simons, que vivió entre 1899 y 1946. ¿En qué consiste tal propuesta y por qué no fue implementada en ningún lado?
Al respecto, conversé con el inglés Len Bayliss (1927-2018) quien, cuando tenía 15 años, les dijo a sus padres que iba a emigrar. Las alternativas estaban circunscriptas a Australia y Nueva Zelanda. Ambos países le ofrecieron trabajo, pero como les tenía terror a las serpientes y a las tarántulas, optó por Nueva Zelanda.
–¿Qué hizo en ese país?
–Entre 1951 y 1982 trabajé en el Banco de Nueva Zelanda, y me retiré como economista jefe. En mi época, el Banco de Inglaterra no tenía un buen departamento de investigaciones. Cuando se lo comenté a Lord Cobbold, me dijo: “Esto es un banco, no un instituto de investigaciones económicas”. A todos los economistas les sugiero que pasen cinco años en la tesorería, o en el Banco de Nueva Zelanda, para observar cómo se hacen las cosas.
–Milton Friedman recomendaba lo mismo, pero en el caso de Estados Unidos limitando la experiencia a uno o dos años, para evitar “la fiebre del Potomac”.
–[Risas]. El período es discutible, pero es muy difícil recomendar medidas útiles de política económica basadas exclusivamente en los primeros principios. Calificar a un programa económico de clásico, keynesiano o marxista, no necesariamente significa que esté basado en los libros de cabecera de las respectivas escuelas.
–¿Cuál es la esencia de la llamada “Banca Simons”?
–Simons enseñó en la Universidad de Chicago desde 1927 hasta que falleció. Junto a Aaron Director, Frank Hyneman Knight y Lloyd Wynn Mints integró la primera generación de la “escuela de Chicago”. En 1934 publicó un panfleto titulado Un programa positivo para el laissez faire: algunas propuestas para una política económica liberal, pero aquí hay que prestarle particular atención a Reglas versus discrecionalidad en política monetaria, una monografía que publicó en 1936.
–Siga.
–Ninguna propuesta de reforma económica se genera en el vacío, sino que busca solucionar algún problema. En este caso, el de las corridas bancarias. En circunstancias normales y sin que medie coordinación alguna, se encuentran en cada banco quienes quieren depositar y quienes quieren retirar fondos. Esta “coordinación espontánea” permite que los bancos funcionen manteniendo como reservas solo una porción de los depósitos y prestando el resto, por lo cual ganan interés.
–Buenísimo.
–Mientras, como dije, imperen circunstancias normales. Pero, ¿qué pasa si alguna noticia o un mero rumor les hace dudar a los depositantes de que el banco tiene los fondos líquidos a disposición de ellos? Que, al pretender todos juntos retirar los depósitos, adviertan que ello es imposible. Esta es la famosa corrida bancaria, de la cual hay mucha experiencia en muchos países.
–En 1873, Walter Bagehot publicó Lombard Street, explicando que un sistema financiero basado en reservas fraccionales demandaba, para frenar las corridas, la existencia de un Banco Central que actuara como prestamista de última instancia.
–Seguramente que Simons había leído a Bagehot, pero pensó en una solución mejor. La cual consiste en reformular el sistema financiero para que no haya corridas. Lo cual le quitaría al Banco Central la referida función de prestamista de última instancia.
–¿En qué consiste la referida reforma?
–La idea es dividir las operaciones bancarias en dos porciones. Los depósitos a la vista o en cajas de ahorros tendrían un encaje de 100%, lo cual implica que los bancos no podrían generar capacidad prestable, sobre la base de los depósitos. Obviamente, si cada banco mantiene en efectivo la totalidad de los depósitos, puede honrarlos en cualquier momento o circunstancia.
–¿Qué incentivo tendrían los bancos para captar esos depósitos?
–Podrían cobrar el servicio de mantenerlos, y utilizarlos en el sistema de cobros y pagos.
–¿Cómo si fuera una caja de seguridad?
–Con la diferencia de que el banco tendría que devolver la misma cantidad, pero no necesariamente utilizando los mismos billetes.
–Pero en la actualidad hay personas que depositan fondos no por razones transaccionales o de cortísimo plazo, sino como ahorro a largo plazo.
–Ningún problema, pero en este caso la canalización de los fondos no se haría, como ahora, vía un sistema de depósitos y préstamos. Dios creó a los ahorristas, quienes tienen más dinero que ideas, y a los inversores, a quienes les ocurre lo contrario. Pues bien, un banco puede actuar como intermediario, conectando a ambas partes, como hacen los agentes de bolsa o las inmobiliarias. En la Argentina, en la década de 1960, se había desarrollado el mercado de aceptaciones. Una empresa emitía pagarés, que eran comprados por ahorristas, para eludir las reguladas tasas de interés, fijadas bien por debajo de la tasa de inflación. Con o sin aval del banco.
–Pero no necesariamente se necesita un banco para realizar esta intermediación.
–Así es. Lo cual es cierto en muchas porciones de la vida. Porque la intermediación es un subproducto de los costos de transporte y las dificultades de la comunicación. Las agencias de turismo no van a desaparecer, a menos que insistan en que el objeto de su negocio es la emisión de pasajes marítimos y aéreos, que cualquier persona puede hoy adquirir desde su teléfono celular o su computadora. Lo que está desapareciendo es la porción mecánica o automática de la intermediación, obligando a quien quiere seguir existiendo a modificar el servicio que presta.
–No sé si el sistema financiero de algún país funciona según el esquema propuesto por Simons, pero si existe es una excepción. Si es tan bueno, ¿por qué no se lo implementa?
–Ignoro, pero especulemos. Se me ocurren un par de explicaciones, que solo planteo para seguir la entrevista. Una mala y una buena. La mala es que la idea es genial, pero el lobby bancario es tan pero tan poderoso que impide la puesta en práctica de una mejora.
–¿Cuál es la buena?
–La facilidad con la cual la gente opera con los bancos, depositando, retirando, transfiriendo, etcétera, no es fácilmente trasladable a la facilidad con la cual, más allá de la porción transaccional, se podría operar en la versión 2023 del mercado de aceptaciones. Quienes están acostumbrados a operar en el mercado financiero suelen subestimar esta cuestión.
–Don Len, muchas gracias.
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