Celulares, redes, salud mental y un debate estadístico al rojo vivo con la “generación ansiosa”
El psicólogo Jonathan Haidt lanzó un libro en el que plantea que hay una alta causalidad entre el aumento del uso de teléfonos inteligentes y cuadros graves de salud mental en niños y adolescentes; los ejes de la discusión sobre un tema protagónico en todo el mundo
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¿Puede influir la distancia entre el planeta Neptuno y el sol sobre la popularidad del nombre Andrea para ponerles a las bebés? ¿Cómo impacta la cantidad de películas comerciales de Nicholas Cage sobre el número de muertes en accidentes en piletas de natación? ¿Hay una relación secreta entre las búsquedas en Google de videos graciosos de gatitos y el nivel de polución de la ciudad de Oklahoma?
A nadie en su sano juicio se le ocurriría pensar que hay una relación de causalidad entre la primera variable y la segunda de cada frase. Sin embargo, se trata de series que correlacionan altísimo: cuando se grafican sus líneas casi se superponen. Las va descubriendo Tyler Vigen en su muy popular sitio de “correlaciones espurias”, donde colecciona este tipo de rarezas estadísticas en las que dos fenómenos están tan alineados que alguien podría argumentar que uno es el que causa el otro.
Este nudo de equívocos es el que está detrás de uno de los debates académicos del momento en los Estados Unidos, a partir del lanzamiento, semanas atrás, del nuevo y muy exitoso libro del psicólogo Jonathan Haidt, The Anxious Generation (La generación ansiosa, aún no traducido). Haidt es un psicólogo social de 60 años, profesor de la Universidad de Nueva York, que viene estudiando la moralidad, las elecciones morales y la construcción ideológica del progresismo, entre otros temas, que desplegó en best sellers como La mente de los Justos (2012, luego reeditado varias veces).
En su nuevo libro, Haidt se mete con una correlación muy alta, y que según él sí tiene causalidad: las de los aumentos empinados, a partir de 2010, del uso de los teléfonos inteligentes (smartphones) y los cuadros graves de salud mental en chicos y adolescentes (depresión, ansiedad y hasta suicidios). Los teléfonos no son el único explicador potente del empeoramiento de la salud mental de esta “generación ansiosa”, dice Haidt, sino que lo extiende a las pantallas en general: los chicos y chicas pasan menos tiempo que nunca socializando y, en cambio, cada vez más horas atraídos por distintas pantallas (del celular, de la tablet o de la computadora).
Se pasó de una niñez “basada en el juego” a una “basada en el smartphone”, dice el psicólogo. Los padres son muy temerosos de los peligros en la calle y tienden a la sobre-protección en la vida real, pero son increíblemente permisivos en el tipo de contenidos que permiten ver a sus hijos. Esta combinación, argumenta Haidt, construye una generación a la que se le inhibe la capacidad de explorar, de probar y de equivocarse, que es lo que los hará resilientes en la vida adulta. Padres e hijos están encerrados en un modo defensivo, cuando deberían alentar un modo exploratorio.
Los riesgos son tan altos y la evidencia tan abrumadora que el autor propone directamente prohibir el uso definitivo de dispositivos electrónicos en los colegios y aconseja a los padres que no permitan el ingreso a las redes sociales hasta los 16 años. En la bajada del libro, el divulgador habla de “el gran recableo” de las mentes adolescentes, incluso con cambios a nivel de morfología cerebral.
El lanzamiento del libro provocó una avalancha de aplausos y de críticas, y uno de los debates académicos y estadísticos más interesantes de los últimos tiempos. La crítica principal que se le hace a Haidt es que confunde –como en la series de Tyler Vigen– correlación con causalidad. Y que hay otros motivos poderosos para explicar la epidemia de mala salud mental que se cierne sobre adolescentes principalmente de países occidentales y ricos, y con más intensidad sobre las chicas jóvenes, cuya autoestima se juega en los likes de TikTok, Instagram y otras redes. Entre esos motivos está la mayor incertidumbre financiera, el estado de pelea política permanente, la mayor cantidad de noticias negativas en redes, la crisis climática, los permisos para usar armas que llevaron a las matanzas en los colegios secundarios y otras variables importantes.
La crítica más articulada y furibunda llegó desde una nota editorial de la revista Nature, donde Candice Odgers afirma que la idea de que las nuevas tecnologías están recableando el cerebro de los chicos y adolescentes y provocando una epidemia de salud mental no está correctamente respaldada por evidencia científica. “Lo que es peor: la simplificación de echarles la culpa a las redes sociales va a hacer que nos distraigamos de las causas reales de la crisis de salud mental entre los jóvenes”, sostiene Odgers.
Para la crítica de Nature, hay un problema de inferencia causal erróneo. “Muchos metaanálisisis y revisiones de los últimos años muestran que no hay una relación causal, o que si la hay es muy débil”, se plantea, “lo que sí aparece con fuerza es el fenómeno de que los adolescentes con tendencia a la depresión tienden a pasar más tiempo en las redes sociales”.
Haidt no se quedó callado y contraatacó en un hilo de textos en la red social X, días atrás. Dice que él también hizo una revisión exhaustiva de la literatura y que hay evidencia abrumadora de causalidad. Por ejemplo, la crisis de salud mental se da también en países como los nórdicos, donde muchas de las multicausalidades que se destacan en Nature (como la política permisiva de uso de armas y los asesinatos en colegios) no se dan.
Y también dice que en su libro se enumeran “experimentos naturales”, una de las formas que tiene la economía empírica de demostrar causalidad, cuando las condiciones iniciales se definen al azar o con un criterio exógeno. Por ejemplo, cuando se lanzó Facebook, Mark Zuckerberg decidió probar la red en algunas universidades, que estuvieron expuestas a la nueva tecnología antes que otras, y sus estudiantes tuvieron peores indicadores de salud mental en los años siguientes. Por lo tanto, aquí no vale el argumento de que “la tendencia a la depresión es lo que provoca pasar más tiempo frente a las pantallas”.
“Es un debate muy interesante, lo vengo siguiendo de cerca y tiendo a pensar que Haidt tiene razón”, cuenta a LA NACION Andrés Rieznik, físico, divulgador y profesor de la UTDT. En las últimas semanas, Rieznik tuvo eventos intensivos con directores y directoras de varios de los principales colegios secundarios de todo el país: “Hay mucha preocupación por el uso de celulares y redes sociales y depresión y otros desafíos de salud mental. Incluso comenzó a aparecer como un emergente fuerte la ludopatía –adicción al juego– en adolescentes, algo que antes casi no existía y que ahora crece por los incentivos en el campo digital”, marca Rieznik.
En la polémica se metieron otros académicos de renombre. Por ejemplo, el físico chileno César Hidalgo escribió un largo posteo en X en el cual defiende al psicólogo de la Universidad de Nueva York. Cita el “principio de precaución”: cuando las consecuencias de un determinado fenómeno son tan dramáticas (como ocurre por ejemplo con el cambio climático), no es una buena idea “tirar los dados”, aun cuando no se tenga una certeza absoluta sobre los niveles de causalidad.
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