La vuelta de los importados, celos tras una alianza millonaria y nuevas medidas para sacudir el tablero
La semana próxima vendrá pan de Brasil para la mesa de los argentinos y está en marcha la llegada de otros alimentos; el Gobierno tomará más decisiones para que los precios locales bajen y se pongan en línea con los de otros países; una visita china de máximo nivel que pasó casi en secreto pone de relieve una pelea que involucra a Estados Unidos, Francia y Alemania; el embrión de un billete de $50.000 nace envuelto en dudas
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El ministro de Economía, Luis Caputo, entró en una pelea cuerpo a cuerpo que tendrá efectos inmediatos en la vida de los argentinos. El desarrollo de esa disputa, que el ministro encarna con el convencimiento que se derrama en cada conversación con Javier Milei, conlleva algunas sorpresas que se notarán a partir de esta semana en las góndolas de los supermercados, así como un nuevo capítulo con medidas para sacudir el tablero del comercio y la industria.
El Gobierno espera que en los próximos días llegue pan lactal brasileño para los argentinos. Será de la marca Bauducco, un gigante del país vecino que ya es conocido aquí por sus obleas. La provocación tiene un destinatario evidente: Bimbo, la principal empresa local del rubro, de origen mexicano, que de acuerdo con el cálculo del equipo económico representa el 80% del mercado.
Nada mejor para atraer la mirada de un empresario vernáculo que pedirle ayuda a su archirrival más cercano, Brasil. La gestión de Javier Milei pasó de mirar los grandes cables que mueven la macroeconomía, las finanzas y el dólar a prestarles más atención a los hilos delgados que se meten en la mesa de los argentinos.
Pablo Lavigne es secretario de Comercio. Intenta entender cuál es el motivo por el que el pan lactal cuesta en la Argentina US$5, según sostuvo en conversaciones privadas. Todavía no lo logró, e incluso conversó con Caputo acerca de los fundamentos económicos del precio. “¿Por qué es más caro que en Mónaco, cuando está hecho con trigo argentino?”, se pregunta.
El Gobierno tiene diálogo con algunas empresas que aumentan más de lo que los funcionarios creen recomendable. La respuesta se repite entre compañías y sectores distintos. Dicen que están tratando de recuperar las ganancias que perdieron con Alberto Fernández y Cristina Kirchner. El problema para ellas es que Milei y Caputo no están dispuestos a pagar los platos rotos de la gestión anterior.
La pelea por los precios se corrió de la solemnidad del Banco Central al lodo de las consideraciones particulares. De Brasil también llegarán arroz y otros productos, mientras que hay supermercados que venden cada vez más cerveza polaca para llamarles la atención a Quilmes y a Heineken, entre otros. La mano oficial está detrás de cada movimiento.
El círculo de confianza de Caputo está terminando de analizar otro paquete de medidas que sacará de su zona confortable a una parte de los fabricantes locales de bienes e insumos. Su idea es explotar al máximo los márgenes que permite el Mercosur para bajar los aranceles a la importación de productos que representan 8 de cada 10 dólares que se traen de afuera.
Hay algunos ítems destinados a la producción del campo y de la industria automotriz, como ya contó el propio ministro, pero también muchos otros que incluyen una variedad enorme. Por ejemplo, los electrodomésticos.
Son decisiones que fastidian a algunas empresas que producen en el país cosas que también pueden venir de afuera. Dicen que atentan contra la producción local.
No es un tema que esté en consideración del ministro. Donde los productores locales de bienes e insumos ven una provocación, la conducción económica tiene un plan: quiere alinear los precios del país con el resto del mundo para que el fabricante local, que corre con ventaja, sienta la respiración de un competidor extranjero cercano.
El Gobierno está convencido de que está dibujando el contorno de un campo de juego desregulado en el que se desarrollará la economía. Ya tomó nota, también, de los efectos no deseados de ese nuevo trazo, pero lo atribuye a un uso transgresor de reglas por parte de algunos exponentes del sector privado. El caso ejemplar es el de las prepagas.
Tras la polémica con el negocio de la salud, Comercio comenzó a dar más pasos para controlar esa clase de problemas en el futuro. Algunos movimientos son tan profundos que van incluso en contra de quienes los instrumentan.
Hoy, la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia depende de Comercio. El objetivo del Gobierno es que hacia diciembre próximo esté conducida por un tribunal, algo que le restaría poder directo a Economía, pero aumentaría la legitimidad del organismo encargado de controlar casos de cartelización o monopolio.
Es el principio de un camino mucho más largo. Al interior del equipo económico asumen que el plan para aumentar la dosis de capitalismo en la Argentina solo será exitoso el día que la Secretaría de Comercio ya no tenga casi funciones.
En el Banco Central también empezó a germinar una línea de trabajo que desencadenará tensiones en un sector con intereses en disputa. Agustín Pesce es uno de los directores del Banco Central. Está repensando la normativa que regula el negocio de los proveedores de servicios de pago (PSP).
Detrás de esa nomenclatura compleja se encuentra uno de los negocios de mayor crecimiento en los últimos años, como el de las billeteras virtuales. El organismo monetario quiere darle más competencia a una actividad que domina Mercado Pago, de Mercado Libre, cuyo fundador es Marcos Galperin, defensor de la gestión de Milei.
La pelea por los precios involucra lugares lejanos y alianzas impensadas. Aunque casi nadie aquí lo conoce, LI Huifeng es un hombre cada vez más importante para la vida de los argentinos. Se trata del gerente general del imperio conocido como la China Banknote Printing and Minting Corporation (CBPMC), una imprenta gigante que fabrica la moneda de ese país y tiene la vocación de expandirse por el mundo. Una de sus estaciones preferidas es la Argentina.
Huifeng estuvo la semana pasada en el país encabezando una comitiva de al menos cuatro ejecutivos de primer nivel. Se reunió con funcionarios del Banco Central y de otras dependencias del Estado.
La visita pasó desapercibida para el gran público, pero marcó un antes y un después en la relación de la Argentina con China y el triángulo diplomático que terminan de conformar con Estados Unidos, nunca exento de tensiones. Fue, de hecho, la corroboración de que está en marcha un juego de celos, millones y desconfianzas que involucran a empresas asiáticas, norteamericanas y europeas alrededor de un bien preciado para el ciudadano de a pie: los billetes con los que todos los días gira la rueda de la economía.
Aunque el presidente Javier Milei acusa a China de comunista, la delegación que llegó al país estuvo envuelta en una fuerte convicción capitalista. Los números valen cualquier tregua ideológica, para ambos lados.
La CBPMC se convirtió en el principal proveedor argentino de billetes provenientes del exterior, algo que encendió ya varias alarmas. Es un camino que inició la gestión anterior, pero profundizó la actual. Suficiente para justificar más de 40 horas de viaje en avión de ejecutivos importantes.
El gobierno argentino parece pensar lo mismo. El Banco Central recuperó una vieja modalidad que se habilitó en la época de Federico Sturzenegger para hacer licitaciones directas para comprar billetes sin pasar por Casa de Moneda, la imprenta oficial del Estado.
Esta última, una empresa pública que por ahora no está a la venta, es la gran perdedora. Entre las herencias que recibió, les debe plata a proveedores de todo el mundo y billetes al Banco Central. Es decir, incumplió contratos. Incluso tiene máquinas en cajas que no puede desembalar porque no le pago al proveedor.
La conducción actual intentará dar vuelta esa situación con una renovación de los procesos internos. Para producir más, necesita dinero, pero la Jefatura de Gabinete no quiere capitalizar compañías del Estado, salvo casos imponderables.
De forma preliminar, empezó a hacer algunos trabajos preparatorios para un eventual billete de $50.000, que no está definido. Es una etapa inicial que contempla revisar el stock de tintas y papeles. Pero la nueva denominación choca contra un muro importante: Economía es más partidario de que aumenten las transacciones por vía electrónica -mucho más transparentes- que el uso de dinero físico. Otro motivo para darles un nuevo énfasis a los medios digitales.
Es un escenario que favorece la importación de billetes. El mes próximo llegarán a Buenos Aires desde China los nuevos papeles de $10.000. Es un suministro clave para que no falte plata en la calle. La imprenta que hace el yuan, además, se quedó con otra licitación para hacer una provisión importante de papeles de $20.000 en diciembre de este año.
Hay motivos para pensar que China tiene en juego más que dinero detrás de estas decisiones. Hasta fines del año pasado, la Argentina tenía pagos atrasados por más de US$7 millones, al igual que con otros proveedores internacionales. Ambos países están discutiendo mediante notas cómo cancelar ese rojo. Sin embargo, Huifeng no habló de la plata que le deben en su paso por el país. Es probable que esté más interesado en la expansión futura.
Algo similar le pasa a Estados Unidos. Crane, una empresa de ese país, se apuró para quedarse con la provisión de una tanda de billetes de $10.000. Llegarán en diciembre, junto con los chinos. Nadie ve allí una casualidad.
Los funcionarios argentinos se miraron al rostro cuando vieron los precios de la firma norteamericana, acostumbrada a pasar cifras más altas. Cotizó por debajo de los US$60 el millar.
La administración de los precios es una forma de marcar la influencia de un país en otro mediante la provisión de bienes. Lo saben los proveedores habituales de Francia y Alemania, a quienes la competencia entre Estados Unidos y China dejó en el camino. Hablan de valores ridículos, justo lo que necesita un país que no tiene plata. Ya presentaron sus reclamos a los funcionarios argentinos y sugirieron que hay un peligro detrás de adjudicarle la provisión de un bien estratégico a una potencia no occidental.
Nada de esto parece preocuparle al presidente del Banco Central, Santiago Bausili, quien está más interesado en no tener un solo proveedor dominante antes que por la bandera que representa.
El contexto obliga al pragmatismo de Bausili también por otras cosas. La semana próxima liderará una misión argentina a China para mantener abierto el swap que abrió Alberto Fernández. Dinero físico y dinero en crédito. La revolución libertaria no subestima la ayuda que pueda llegar bajo el signo rojo de la hoz, el martillo y las estrellas.