Carlos Melconian: “El dólar soja III no alcanza, la magnitud de la sequía lo ha liquidado antes de nacer”
El economista dice que la política cambiaria actual “así no puede continuar”, pero que “no hay ninguna duda” de que el cepo va a permanecer y que “va a haber recorte de importaciones más que postergación de pagos”
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Sequía. Caída en el nivel de actividad. Metas incumplibles con el FMI. Inflación acelerada. Falta de dólares. Esos son los factores económicos que, según define Carlos Melconian, configuran un “contexto de gran ansiedad” para los argentinos, que se suma a la incertidumbre que generan el calendario electoral y las perspectivas de un cambio de administración.
El expresidente del Banco Nación (2015-2017), quien trabaja en un plan de cara a 2023 desde el Ieral de la Fundación Mediterránea, advierte por los severos efectos de la falta de lluvias sobre la cosecha y la oferta de dólares. “Está dentro de las peores que ha tenido la Argentina y es la variable que más hemos tenido que ir cambiando desde principios de año”, plantea el economista, y agrega: “Es un problema grave que tiene implicancias, a punto tal, que creo que si hay un elemento distintivo entre los primeros seis meses de Massa y los segundos seis meses de Massa es la sequía”.
–¿Qué efectos concretos tendrá?
–En falta de dólares, impacto en la recaudación y en el nivel de actividad. El esquema de contención de crisis que se aplicó luego del primer formateo del Gobierno en agosto fue muy simple. No fue un cambio drástico de régimen y de política económica. Fue un reformateo por el cual se diseñó cómo devaluar sin devaluar, que ahora no va a ser fácil, más allá del esperado dólar soja III. Luego, en el lado de la demanda, además de mantener el súper cepo en el resto de las transacciones, se hizo hincapié específicamente en las SIRA, que, si bien fue expresado oficialmente como el ordenamiento del desorden que había entre industria, economía y el Banco Central para otorgar permisos, terminó siendo una restricción en los pagos de compras externas. Y, por último, pasar la gorra por donde se podía, llámese Banco Mundial, BID, China y demás. Frente a esa estrategia, la sequía lo complica sobremanera. Lo que lleva a analizar que no hay ninguna duda que el cepo va a permanecer y que va a haber recorte de importaciones más que postergación de pagos. Pero, aun así, queda el signo de interrogación de si eso va a ser posible sin alterar el esquema que viene aplicando el Gobierno. La política cambiaria así no puede continuar. El dólar soja III viene, pero no alcanza, porque la magnitud de la sequía lo ha liquidado antes de nacer. Y eso es independiente de la modificación de las metas de reservas con el FMI. Eso va por otro camino.
–Y alcanza este esquema para llegar?
–Desde el punto de vista de lo que Massa hizo, simplemente fue estabilizar la inestabilidad dentro de Berretalandia, y, evidentemente, la sequía afecta negativamente. Siempre le dije que es el “plan Caruso”, que no es llegar, es salvarte de la espiralización y de no terminar el mandato. Que no es equivalente a Pep Guardiola, que es jugar 17 finales de Champions League. Esto, sin descrédito ni descalificación a Caruso Lombardi, es evitar la espiralización y llegar al otro lado. Y te diría que hay que apretar los dientes para ser Caruso. Aquellos que percibían eso como una cuestión que se subestimaba o que era mediocre, hoy se van a abrazar a Caruso.
–¿Qué impacto tiene la renegociación del acuerdo con el FMI?
–Le asigno una relevancia coyuntural y puntual menor a la que se le está asignando. El acuerdo tiene un formato estructural desde que se firmó, y eso tiene que ver con que el Fondo se presta a los efectos de que la Argentina llegue a la otra orilla, que llegue a una elección sin sobresaltos y donde muy probablemente haya un cambio de administración. La cabeza del FMI funciona como parte del acuerdo para llegar. Y ese acuerdo incluyó mecanismos que evitan el desborde en todas sus metas, muy modestas y mediocres, y el Gobierno no sabe ni siquiera si los puede explotar. Porque decir que tiene un acuerdo con el Fondo le juega en contra. Y decir que tiene un buen acuerdo con el FMI, en términos de que mucho no tiene que hacer para que los pseudo asientos contables del acuerdo funcionen para estirar los pagos que la Argentina no puede hacer, mucho no lo puede promocionar. Sí lo puede promocionar cuando se junta con el establishment, pero no cuando va al Instituto Patria.
–¿Es pertinente el cambio en las metas?
–El ministro exagera cuando habla de la guerra en Ucrania, porque eso le encareció el precio de la energía, pero también el de los granos; es la parte que no se cuenta. Pero lo que realmente afecta a ese programa estructural de ayuda con el FMI mirando para otro lado fue la sequía, porque altera ese programa. Y, en ese escenario, mantuvieron las metas fiscales para evitar desbordes y corrieron la meta externa, que es irrelevante, porque lo que había que correr es el balance entre desembolsos y pagos que hay con el Fondo en 2023, que es negativo en US$3000 millones. Por cómo se diseñó, el año pasado fue superavitario [el FMI giró más fondos que los vencimientos pautados] y se compensa en 2023, pero da US$45.000 millones y US$45.000 millones. Ahora, tenés la mala suerte que, en el año que se compensa, jugó la sequía. Y eso es lo que había que modificar, no la meta de reservas. A las modificaciones las tomo como un emprolijamiento para que no se cayera el acuerdo, pero no hay ninguna modificación seria que pueda ser festejada.
–La pauta fiscal se mantuvo. ¿Es cumplible?
–No…
–¿Por qué?
–La próxima meta a modificar es la fiscal [1,9% del PBI de déficit], porque el costo de pérdida de retenciones puede alcanzar el billón de pesos. Ahora, si vos me decís que no se va a modificar la meta porque puede continuar la mise en scène del financiamiento indirecto que el propio Fondo está permitiendo… Pero el 1,9% es la meta arriba de la línea e indudablemente se va a tener que modificar. Y, de todos modos, con modificación o no, lo relevante es quién va a financiar el agujero, y lo va a financiar el Banco Central con emisión de moneda directa o indirecta, como lo viene haciendo hasta ahora. Por lo tanto, lo que hay implícito en este problema de la sequía, en el área pesos, es la tasa de inflación.
–Qué perspectivas manejan en ese sentido?
–Aún con el anterior programa, antes de la sequía, ir a un 3% mensual era un mensaje político pseudoaleatorio para un mes, pero de ninguna manera era viable una inflación del 60% anual. Muy probablemente estábamos en un escenario del 90% al 100% anual. Y diría que, a partir de la sequía, la pérdida de recursos y la imposibilidad de sustituirlo genuinamente, con su contracara de emisión monetaria, estamos de nuevo con un piso del 100%.
–¿Cómo influye la cuestión política y el calendario de elecciones?
–Tenemos que tener en claro que 2023 es un año partido, como mínimo, hasta agosto, por la relevancia de las PASO. La Argentina tuvo PASO “a la 2011″ y “a la 2019″, que definieron quién era el próximo presidente, y PASO como en 2015, que no definió nada. La pregunta es cómo es ese camino. Todavía hay un signo de interrogación, pero creo que se está confirmando que al final del camino hay cambio de administración. Pero, antes de que el avión llegue, se mueve mucho en el medio.
–¿Qué evaluación tiene de este gobierno?
–Es la tercera administración de la Argentina que termina punta a punta con cero crecimiento y probablemente con caída en el per cápita; tomó la inflación en 50% y, toquemos madera, la llevó a 100%. Con empleo informal en récord histórico. En el período de Néstor Kirchner, yo tengo una opinión personal respecto a la genuinidad de los resultados, que es diametralmente opuesta a la que puede pensar un kirchnerista, pero no le puedo cuestionar los resultados. Habrá sido vivo para lograr la inercia de mantener un país capitalizado cuando vino San Remes [Lenicov]. Esta presidencia no tiene nada que ver con eso. Porque ni están los resultados. Y las diferencias van más allá, son conceptuales. A esta coalición yo le asigno especial relevancia a los desaciertos económicos, ya que es un modelo que atrasa 40 años.
–¿Qué visión tiene sobre el tema de la deuda en pesos? El Gobierno avanzó con el canje y la oposición habla de una “bomba”.
–Yo no me hago cargo de ninguna discusión, y aclaro que no estuve reunido con nadie por este tema en particular. Desde un enfoque estrictamente profesional, deberíamos ver al canje de deuda como un instrumento de política que se viene usando históricamente en el mundo, y se va a seguir usando. Lo importante es dar certidumbre al mercado local e internacional de que la Argentina tiene que cumplir con sus compromisos. Eso lo da la política. Pero es una certidumbre que vale cero si simultáneamente los factores que hacen crecer esta deuda continúan vivitos y coleando, llámese déficit fiscal o acumulación de pasivos en el Banco Central. El problema no es el canje o el monto de la deuda involucrada. El problema es que no cierran la boca y no entran en dieta, llámese fiscal o cualquier otro elemento que termine siendo absorbido por el Central, que a la postre termina en déficit fiscal. Esa es la verdadera discusión. Ahí es donde hay que ponerse los pantalones largos y hablarlo en todo sentido.
–¿Qué implica esa discusión?
–Es el tema que más me importa, desde el punto de vista intelectual y de futuro, y es que se le pueda mostrar a la sociedad argentina que el populismo tiene que resolver cuestiones vinculadas a planes sociales mal habidos, a cuestiones vinculadas a elementos tarifarios vigentes desde 2003 que nos trajeron hasta acá; que el gasto público puede ser superior a la recaudación y solo es financiado transitoriamente con deuda externa o interna genuina y, si no, emisión monetaria e inflación. Entonces, tenemos que matar dos pájaros de un tiro con el tema deuda. El primer tema es: “Los compromisos se cumplen y el problema está en otro lado”. Y el segundo tema es continuar con nuestra tarea intelectual y explicativa. Eso es muy importante, para hacerle notar a la sociedad argentina que no hay magia, que la administración que terminó deteriorando las cuentas públicas y que inventó el subsidio, el plan y todo aquello que, como bolsillo de payaso, parece no tener límite, es el que ahora lo tiene que corregir. Quiero aprovechar el debate de “bomba sí o bomba no” para seguir explicando, en términos intelectuales, a la sociedad argentina que el problema está pasando por otro lado, y eso es lo que realmente hay que solucionar. Lo mismo vale para lo cambiario.
–¿Por qué?
–Porque esta cuestión del supercepo, de cortar importaciones y dar tipos de cambio alternativos, de fijar reglas para sectores que pueden dejarlo por afuera y otros no… todo eso va en saco roto. La Argentina va a un cambio de régimen y a una reforma de cómo funciona su organización económica. Estos eventos son los que hay que aprovechar para dirigirse a la gente, señalándole que esto es ajuste sin horizonte y lo otro tiene que ser orden con cambio organizacional, con horizonte, que sirve para algo.
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