Caputo: hablá con el Indec, no con los supermercadistas
El ministro debería haberse reunido con los técnicos del organismo estadístico oficial para que modifiquen la metodología, de manera que los precios que tienen en cuenta en sus cálculos reflejen la realidad
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La pretensión del ministro de Economía de la Nación es entendible. Desea que la estimación oficial del aumento de los precios al consumidor tenga en cuenta todos los descuentos, promociones, etc., que gozan los compradores. Importante para saber cuál fue, efectivamente, la tasa de inflación; para contar con diagnósticos realistas y también para que los contratos y convenios indexados no sobreajusten.
¿Qué hizo el titular de la cartera al respecto? Convocó a los supermercadistas para que los precios que aparecen en las góndolas incorporen las ofertas, los descuentos, etc. Pero, en rigor, debería hablar con los funcionarios del Indec para que modifiquen la metodología, de manera que los precios que tienen en cuenta en los cálculos reflejen la realidad.
La respuesta “burocrática” del instituto que preside Marco Lavagna es que el Indec estima la verdadera tasa de inflación en la medida en que los descuentos sean un porcentaje constante de los precios de lista. Pero este es, precisamente, el problema porque, desde diciembre pasado, la distancia entre los precios de lista y los efectivamente abonados es cualquier cosa menos una constante.
La verdadera solución es muy simple… de enunciar. Los encuestadores del Indec no deberían ir a los puntos de venta a tomar nota de los precios, sino a comprar los productos incluidos en el índice. Volviendo al instituto con el ticket de compra, que incorpora todos los descuentos y las facilidades. ¿Cuál es el problema? Que es un método muy costoso. No hay más remedio que pedirles a los funcionarios no que “dibujen”, sino que adapten la metodología a la realidad.
Cuando yo era joven la vida era mucho más sencilla. En las vidrieras aparecían los productos y sus precios y, si algún vendedor quería hacer una oferta, tachaba el precio original y ponía al costado el nuevo para que cualquiera se enterara de inmediato. Hoy nunca sé cuánto me va a salir la compra que hice en el supermercado hasta que la cajera no me pregunte si tengo tal o cual tarjeta, se fije qué día es hoy, si soy alto o bajo, rubio o morocho, o hincha de qué cuadro.
Entiendo por qué el cine cuesta menos el miércoles que el sábado; no entiendo por qué una mercadería no perecedera cambia de precio según el día en que se la compra. Pero, en fin, los expertos en marketing sabrán. Pero el desafío es para el Indec, no para los supermercadistas.
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