Soy analista de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. Luego de cosecharse algo más del 35% de los 5,4 millones de hectáreas con maíz para grano comercial, el rendimiento nacional proyectado del cereal se posiciona como el segundo de los más bajos de los últimos 10 ciclos, solo superando al de la campaña 2008/2009, que tuvo un rinde medio nacional de 59,7 quintales por hectárea, contra los 63 quintales que dejaría la actual cosecha.
Uno de los factores que determinó esta realidad, en cuanto a la baja en las productividades por hectárea, se vincula con la falta de precipitaciones en el período crítico de definición de rendimiento relevada en un gran número de lotes en ambas campañas agrícolas.
A pesar de estas similitudes, es importante destacar una serie de diferencias en las realidades de la actual campaña y en la de la gran seca del ciclo 2008/2009 que actúan atenuando la potencial baja en los rindes.
La primera se encuentra en el nivel de reservas hídricas con la que se encaró el comienzo de cada uno de los ciclos. El inicio de la siembra durante 2008 estuvo marcado por la falta de humedad en profundidad de muchos de los lotes, producto del efecto de una disminución en el nivel de precipitaciones que tuvo su origen durante la campaña 2007/2008. Es decir, que el ciclo sufrió tanto el efecto directo de la Niña de la campaña 2008/2009 como el de la registrada el año anterior, que dejó napas bajas y perfiles con reservas de moderadas a regulares.
En cambio, el inicio de la actual campaña nos encontró con suelos con muy buenos niveles hídricos y napas cercanas a la superficie, que hasta complicaron las labores de siembra en el centro del país por falta de piso durante la ventana temprana. Esta humedad permitió amortiguar, en los cuadros con napas, parte del efecto de la sequía durante el ciclo del cereal y de esta manera brindar rindes por sobre los cosechados durante la campaña 2008/2009, aunque muy por debajo de los excelentes niveles del ciclo previo (rinde medio nacional 2016/2017: 80,2 quintales).
Otro gran factor que diferencia las dos campañas está vinculado a la proporción de planteos tardíos a lo largo del país, en comparación con las siembras tempranas. Durante el ciclo 2008/2009 aún la tecnología de siembra tardía no era adoptada masivamente en el centro del área agrícola nacional, por lo que gran parte de los cuadros eran tempranos. El efecto de la falta de humedad golpeó con fuerza los lotes tempranos durante diciembre, coincidiendo con su floración y, de esta manera, disminuyó los rindes medios cosechados durante esa campaña.
La realidad actual es muy diferente ya que las siembras tardías ganaron terreno, particularmente en la provincia de Córdoba, que concentra una gran cantidad de lotes de maíz. Este sistema de siembra posee como una de sus principales características atenuar el efecto de una falta de humedad en la baja de los rindes, ya que ubica el período crítico de definición de rendimiento del cereal durante el mes de febrero donde es menos habitual una falta de precipitaciones y donde la demanda atmosférica disminuye.
En la actualidad, la realidad cambió drásticamente en gran parte de la región agrícola, relevándose problemas vinculados a excesos hídricos. Las lluvias que comenzaron a producirse durante el otoño provocaron un aumento en las reservas hídricas de los suelos para la nueva campaña de granos finos que se está iniciando durante estas semanas, pero demoras en la cosecha del grano grueso. Las mismas se dan producto de una falta de piso en los lotes, del aumento en los niveles de humedad de los granos y de la intransitabilidad de los caminos rurales.
Frente a este panorama, la proyección de producción de maíz con destino a grano comercial para la actual campaña ascendería a 32 millones de toneladas (7 millones menos que las cosechadas la campaña 2016/2017), con un rinde medio nacional cercano a los 63 quintales por hectárea, el segundo más bajo de las últimas 10 campañas, producto del efecto de la falta de lluvias durante el período crítico del cereal.