Soy asesor, responsable de agronomía en BitField y asistente técnico de la Regional Necochea de Aapresid . Además de asesorar en el manejo de cultivos que se comercializan como "commoditie", manejamos lotes con requerimientos particulares de calidad que demandan un manejo especial.
En el caso de los cereales de invierno, asistimos a empresas que producen trigos correctores bajo contrato para molinos harineros con requerimientos de PH mayores a 79 kg/hl, proteína y gluten superiores a 12% (base húmeda) y 30% respectivamente y W (fuerza del alveograma) mayor a 300.
También a productores de cebada cervecera con requisitos de alta proteína (11,5 a 13%) para maltería. En ambos casos, genética y nutrición son los pilares que definen el logro de los objetivos planteados.
La correcta elección de la variedad es fundamental, dado que hay parámetros (como PH y W en trigo) que están condicionados principalmente por características genéticas. El contenido de proteína y gluten (formado por proteínas) también depende del genotipo, aunque además están marcadamente afectados por la nutrición.
Las variedades de trigo se categorizan según un índice de calidad conformado por ocho variables de importancia molinera y panadera: PH, proteína, rendimiento de harina, cenizas, gluten, estabilidad farinográfica, W y volumen de pan.
En función de dicho índice, el Inase clasifica a las variedades en "Grupos de Calidad". En particular, para los contratos con molinos manejamos variedades del Grupo 1 (trigos "correctores"), destacando que actualmente existen materiales dentro del mismo que permiten explorar altos rendimientos con excelente calidad industrial.
En cebada cervecera los contratos tradicionales ya contemplan variedades específicas y, en los de alta proteína, también trabajamos con las variedades indicadas por maltería (Alhue en el caso de ABInBev). El contenido de proteína y gluten está estrechamente asociado a la nutrición con nitrógeno (N).
Para el diagnóstico de la disponibilidad del nutriente, partimos del análisis de muestras de suelo tomadas entre la siembra e inicio de macollaje, donde determinamos el N como nitrato en el estrato 0-60 cm y el N potencialmente mineralizable (Nan) en 0-20 cm. El primero indica la disponibilidad inicial que tiene el cultivo mientras que el segundo permite estimar la cantidad que aportará el suelo durante el ciclo de crecimiento.
Tanto en trigo como en cebada, para alcanzar contenidos de proteína superiores a 12% empleamos modelos que apunten a ofrecer 33 a 38 kg de N (N-nitrato en suelo 0-60 cm + N del fertilizante) por tonelada de rendimiento objetivo. El valor dentro de este rango dependerá del Nan, cultivo antecesor y de la eficiencia de uso del N del fertilizante prevista.
Debido a los frecuentes excesos hídricos invernales del sudeste bonaerense fraccionamos la dosis de N. La primera fertilización la realizamos aplicando entre 40 y 60% del total según disponibilidad inicial en el suelo cuando el cultivo tiene entre dos y tres hojas, y la segunda cuando se detecta el primer nudo.
En ocasiones, y principalmente en lotes de cebada de alta proteína, realizamos una tercera aplicación entre hoja bandera y antesis. En estos casos empleamos fertilizantes foliares, aunque hemos tenido buenos resultados con fuentes sólidas aplicadas en hoja bandera cuando la disponibilidad de agua fue adecuada.
Para definir estas aplicaciones evaluamos el estatus nitrogenado del cultivo a partir de índices de vegetación obtenidos mediante imágenes satelitales y posteriores validaciones con clorofilómetros portátiles. Para ello es necesario disponer de franjas sin limitaciones de N que establecemos previamente en el lote.
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