En la ochava de las calles México y Santiago del Estero, en el barrio de Monserrat, existe un negocio que pareciera que se detuvo en el tiempo. Grandes mostradores de maderas, una caja registradora antigua, catálogos de diferentes oficios que hoy ya no existen y una estufa de más de 100 años en medio del local así lo muestran.
Corría 1888 cuando tres franceses , Louis Pot, Juan Maynard y Juan Fevre se instalaron en el barrio porteño de Barracas con un negocio de confección y venta de ropa de trabajo, campo y sastrería, donde la vedette era un pantalón de tiro alto que se usaba con tiradores, con grandes bolsillos para portar las herramientas. De ahí salió el nombre: Aux Charpentiers (A los carpinteros, en francés).
El local contaba con cortadores, costureras, sastres y un pompier, persona dedicada a hacer arreglos. Luego de unos años, las fábricas en Barracas fueron desapareciendo y los pedidos de ropa de trabajo menguaron, Fue ahí que los dueños de Aux Charpentiers decidieron mudarse al centro de la ciudad, donde están hoy en día.
Historia
En 1920 llegó desde Génova un joven sastre de nombre Alfonso Ianata, que se asoció al grupo de franceses. Con el tiempo, fue solo él quien continuó con el negocio junto a su hijo y su yerno Juan Robiglio. Sin conocimiento alguno de confección de ropa pero con un gran espíritu comercial, Robiglio fue comprando toda la sociedad.
En diálogo con LA NACION, Carmen Robiglio, hija de Juan, hoy al frente del negocio desde 1995, contó que cuando su padre empezó con los achaques de la edad decidió ayudarlo en el local. Si bien es ella quien lo lleva adelante, también está su hermano Roberto.
"El recuerdo más lejano que tengo es cuando en una época se habían puesto de moda unas camisas celestes de un género llamado plumillo y unos pantalones color tiza de algodón brin. Había colas eternas en la calle para comprarlos", dice.
Los años pasaban y las costumbres cambiaban. Los uniformes de trabajo y la sastrería se dejaron a un lado y el emprendimiento focalizó su venta en la ropa de campo. Con diseños y géneros importados. Las bombachas de campo reemplazaron al pantalón de carpintero y se convirtieron ellas en el cliché del local.
El diferencial de las prendas de Aux Charpentiers, que mantienen hasta hoy, son sus bombachas exclusivas, confeccionadas de manera artesanal, con un estilo conservador y a medida. Gabardinas de algodón, linos, rayados, cuadrillé y fantasía son algunas de las opciones que tienen quienes buscan sus prendas.
El fuerte de su negocio está con la gente de campo del interior, donde los mayores consumidores son los correntinos, la gente de Santa Cruz, San Martín de los Andes y Junín de los Andes. Se venden cerca de 2000 bombachas por año, además de camisas, boinas, alpargatas y otras prendas.
El local conserva el taller de corte, pero "se cose afuera", donde el trabajo de Carmen es personalizado: se encarga de comprar los géneros, los cierres y los botones, además de hablar con las costureras y los clientes.
Ahora la acompaña su hijo Ignacio, que con 30 años trabaja codo a codo con su madre. Es licenciado en administración y hasta hace tres años trabajaba en un banco. "Se me planteó la disyuntiva de crecer en la entidad o volver al negocio de mi abuelo, que tanto había disfrutado cuando era chico. No hubo ni un momento de duda: decidí dejar una vida más cómoda por el amor al emprendimiento familiar", recuerda.
Carmen rescata que el público es de toda la vida y que mantiene su fidelidad. "Son las mismas familias de hace cien años, más los que se suman por el boca a boca. Lo que cambió es la manera de comunicarnos: los antiguos catálogos impresos se reemplazaron con Internet y las redes sociales", señala y agrega: "Muchos extranjeros vienen porque algún amigo nos conoció en un viaje y les dicen que si pasan por Buenos Aires no dejen de venir aquí. Esto hace que el negocio nos vuelva a enamorar y le sigamos poniendo el cuerpo".
Personalidades del ambiente artístico fueron parte de la clientela de campo como Tatiana Santo Domingo, Sofia Betak (Chufy) y China Zorrilla , entre otros. "Una vuelta vino junto a un matrimonio francés China Zorrilla quien no conocía el negocio. Ni bien ingresó, se sentó y sorprendida dijo: ‘Cómo es que me perdí de conocer este lugar’ ", recuerda. También Aux Charpentiers se dedicó a confeccionar los vestuarios de películas. Por ejemplo, realizó los trajes de época del film Miss Mary, de María Luisa Bemberg.
A diario Carmen se encuentra con dificultades y a veces se enoja con el negocio y piensa en el futuro. "Sé que no somos eternos, pero quiero que la casa me trascienda, por eso me gustaría que Ignacio continúe. Así como la clientela sigue de generación en generación, así se transmitió el cariño que le tenemos; de mi abuelo a mi padre, de él hacia mi y ahora a mi hijo", concluye.
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