"Había una vez, una comunidad que a principios del siglo XX era referencia en el mundo. De origen católico, su ubicación privilegiada a la orilla del río le permitió que su producción agropecuaria fluyera desde ella al mundo. Su riqueza parecía inagotable y nada hacía pensar que su futuro pudiera ser puesto en riesgo. Pero su clase dirigente se dedicó más a peleas internas que a ver por dónde pasaba el progreso. Así la comunidad, otrora luminaria, perdió peso notablemente. De liderar el progreso, pasó a ser una ciudad promedio, con cada vez menos influencia".
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Podría ser la historia de Argentina, pero es la historia de Saint Louis, Missouri. El paralelismo con nosotros es inmenso, aunque la historia no termina allí. A fines de los ´90, liderados por Donald Dunford (dueño de la empresa Purina) iniciaron un camino que les permitió reinventarse. Este filántropo, exitosísimo individualmente pero preocupado por la situación general, planteó a John F McDonnell la necesidad de aportar cada uno 40 millones de dólares cada uno e invitar a la Washington University aportar otros tantos y sumarse a un plan de trabajo: Unir a todos los actores económicos de la ciudad y a partir de sus fortalezas potenciarse e integrarse a mundo.
Estudiaron el ecosistema de Boston, donde universidad, empresas y talento tienen una asociación estratégica muy potente y, en lugar de reinventar la rueda, copiaron el sistema. Desarrollaron la infraestructura edilicia y social para atraer y dar soporte al talento, no solo local ni del país, sino de todo el mundo y se apalancaron en la medicina, las finanzas y la agricultura, que eran las actividades a la que se dedicaban las empresas de la ciudad.
Tomaron una zona semi abandonada y crearon el Dumford Research Center hoy un centro de investigación, lo llenaron de gente capaz (muy capaz), y lograron un centro de desarrollo de negocios líder. Lo que vino después es impactante. En 2014, cerca del 10% de los negocios del área metropolitana eran start ups de menos de un año, generando además 1400 empleos directos y una gran inversión externa sobre ellos. Y, según dicen, a pesar de haber pasado 20 años desde que se pusieron en marcha están recién empezando.
AgTech
Todas las industrias tienen desafíos. La industria alimentaria no es la excepción. El crecimiento de la población mundial y su migración a las ciudades muestra una demanda de proteínas en crecimiento exponencial para los próximos años. El desafío no es solo abastecer a los consumidores de estas proteínas. Estos demandan, además, que su producción no impacte negativamente en el ambiente. La producción agropecuaria es la principal fuente de suministro de estas proteínas y este desafío la involucra por completo.
En esta tarea, las tecnologías juegan un rol preponderante, porque ellas son las herramientas de las que se dispone para generar nuevas soluciones. Esto es el AgTech. Las soluciones al agro provistas por las tecnologías.
Esto lo tienen muy claro en Saint Louis. Por un lado, tienen programas para atraer a científicos a que desarrollen sus investigaciones en los centros antes mencionados: más de 200 PhD desarrollan sus actividades en el Dunford Research Center. Por el otro, tienen programas para captar y atraer emprendedores. A partir de estos dos actores, se diseñan las soluciones que deben ser puestas a punto para llevarlas al mercado, tarea de la que se encargan las aceleradoras. Ellas no solo financian el desarrollo, sino que además las apoyan vinculándolas con las personas adecuadas para que las soluciones planteadas puedan llegar al mercado en el menor tiempo posible.
Todos los actores se articulan como piezas de engranaje de una máquina, con la particularidad de que la máquina es dinámica y necesita que las piezas continuamente se vayan ajustando. Aparecen nuevas soluciones, se desarrollan nuevas inversiones, el mercado adopta algunas y genera nuevas demandas.
Este trabajo en red, en parte se hace día a día, pero por su naturaleza global también necesita de instancias en las cuales juntar a los actores de todo el mundo. Saint Louis se ha transformado en uno de los espacios referentes del Agtech, a partir de su Ag Innovation Showcase, que realizó entre el 10 y 12 de septiembre pasado su 10ma edición.
Allí no solo se plantean problemas y soluciones previamente curadas por los organizadores del evento, sino han desarrollado una muy interesante metodología de trabajo de red para que durante los días del evento los actores del ecosistema de todo el mundo puedan conocerse. No es un congreso donde la comunicación es unidireccional. Es un evento de trabajo en red, con gente que tiene capacidad de tracción, que asiste en busca de soluciones u oportunidades.
Soluciones a los mismos problemas que tenemos en estas latitudes: el impacto de los agroquímicos, fertilizantes y animales en el medio ambiente, como vincularse mejor con los farmers, como producir más y mejores proteínas para el mundo o cómo articular a las diferentes soluciones propuestas.
Lo que se diferencia rotundamente con lo que vemos en nuestro país es el abordaje al problema del desarrollo. En Saint Louis, los distintos protagonistas de la cadena han logrado establecer una visión común, sin que ello atente contra la individualidad y el camino de cada actor. Es más, cada individualidad se construye sobre una base de colaboración, ya que todos tienen claro que en una torta grande las probabilidades de una mayor porción para cada uno se incrementa.
En nuestras latitudes tenemos muy bien resuelto el eslabón de los productores. Pero si bien contamos con mesas de cadenas no hemos logrado funcionar como tal. Padecemos el mal de la selección de futbol. Disponemos de excelentes individualidades, las mejores del mundo en algunos casos, pero no somos capaces de formar un equipo.
No todas son malas. La buena noticia es que hay quienes, inspirados en lo narrado al principio, están liderando un proceso novedoso. En septiembre de 2017 la ciudad de Rosario firmó un hermanamiento con Saint Louis y la provincia de Santa Fe hizo lo propio con el Estado de Missouri. Hace ya 3 años que la delegación argentina que viaja al AgTech Innovation Show Case no deja de incrementarse. Hay universidades trabajando en conjunto, al tiempo que de Saint Louis también viajan profesionales a nuestro país. Tenemos productores muy competitivos, actores de la industria alimenticia que se destacan en el mundo, científicos de excelencia.
Además, también contamos con un ecosistema emprendedor cada vez más sólido: instituciones de soporte al ecosistema emprendedor (incubadoras y aceleradoras) y, sobre todo, talento: emprendedoras que no solo tienen ideas transformadoras, sino que han demostrado que las pueden llevar adelante. Entusiasma y enorgullece ver cómo se destacan nuestros emprendedores al compararlos con los que se desarrollan en EEUU o Europa.
Ahora bien, para llevar esta visión adelante, hace falta varias cosas, pero hay una que es indispensable. Nada de esto se puede hacer sin inversiones y este es un llamado al sector. Saint Luis tuvo la suerte de tener un líder muy fuerte y de poder acceder a 120 millones de dólares en tres personas. Sin aspirar a tanto, atraer estas inversiones nos permitirán varias cosas: atraer talento y hacer que ese talento se desarrolle en nuestro país. Se dice que el dinero atrae dinero, pero el talento bien organizado, es mejor, porque no solo atrae dinero. Atrae dinero y más talento. Y en este círculo virtuoso puede estar la clave para nuestro desarrollo.
Saint Louis, como nosotros, tuvo una decadencia sostenida durante mucho tiempo. Hace 20 años iniciaron un camino. ¿La clave? En un momento comenzaron y los frutos están a la vista. Podemos escondernos en las excusas. Hasta puede parecer imposible que cambiemos el curso de la historia. Pero como le respondió San Martín a Pueyrredón por el planteo de la imposibilidad de la misión del cruce de los Andes ante el pedido de armamento y ropa para el Ejército: "Estimado Pueyrredón, puede parecer imposible, pero es imprescindible". Si nos animamos, tal vez, crucemos los Andes.
El autor es cofundador y CEO de Club Agtech
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